El marco alemán para los europeos

Ángela Merkel ha estado resistiendo por mucho tiempo la idea de que se imprima billetes para financiar el estratosférico nivel de la deuda europea por parte del Banco Central Europeo (BCE), pero a pesar de aquella posición, la canciller alemana parece estar cediendo ante la presión de quien hasta cierto momento parecía ser su principal aliado contra la crisis, el presidente francés Nicolás Sarkozy.

Pues luego de algo más de una década del inicio de la unión monetaria del euro, parecía ser que lo mejor era hacer todo lo posible por que el euro se mantuviese en una sola pieza, por más que en un principio se hubiese tratado de un error. Y, quienes aún sostienen esa idea, en cierta manera tienen razón, si acaso lo que se busca es evitar un desastre mucho mayor si cada uno de los miembros de la Unión Europea decidiera volver a sus monedas domésticas para devaluarlas y así acabar con lo poco que queda de empleo y crecimiento, como consecuencia de controles y huidas de capital simultáneas, como ya sucede en el caso de Grecia.

Empero, si la opción alternativa para un país como Alemania, relativamente más solvente pero del que viven otros países más débiles a través del BCE, fuese devaluar el euro imprimiéndolo de todas maneras, ¿qué sentido tendría para ella seguir con la adopción del euro?

Cuando hace muy poco tiempo atrás Grecia se encontraba en uno de sus momentos más difíciles, su entonces primer ministro Yorgos Papandreu planteó a los griegos un referéndum para dirimir si seguían o no perteneciendo al euro, a pesar de que hacerlo también hubiese tenido consecuencias al tener que abandonar también la Unión Europea de acuerdo con el Tratado de Maastricht. Pero éste ya fue burlado con el exceso deficitario de los PIIGS en la cláusula de rescates soberanos y la actual propuesta para que el BCB imprima dinero para cubrir sus deudas. Como sea, hubiese sido interesante saber si la intención de Papandreu podía en algún momento haberse convertido de un intento por volver al nacionalismo monetario que controle el dracma, a la simple y libre elección ciudadana de cualquier otra moneda más competente. Pues esa reflexión también podría resultar válida para Alemania, la otra cara de la moneda.

Philipp Bagus, profesor de economía en la Universidad Rey Juan Carlos en Madrid, y autor de The Tragedy of the Euro (2010), encuentra al menos tres maneras de abandonar el euro con las menores consecuencias posibles:

1. Retorno de la moneda doméstica. Para el caso de Grecia, la sola intención de volver al dracma resulta imposible porque –como dijimos- implicaba una huida inmediata de capitales, pero esto ya viene sucediendo, así que su única alternativa es mantenerse dentro del euro para no perder el poco dinero que queda allá y tratar de que vuelva el que existe en bancos extranjeros; en el caso de Alemania, por el contrario, la vuelta del marco simplemente se traduce en una inmediata afluencia de capitales a aquel país, pero además esto permitiría que el Bundesbank se convierta eventualmente en el verdadero banco central que se trató de emular con la creación del BCE. Esto de manera gradual; una medida de shock traería problemas democráticos, aunque tampoco hubo consulta para la adopción del euro, ni para que países como Grecia, Irlanda o Portugal recibieran los fondos de rescate.

2. Moneda paralela. La introducción de una nueva moneda paralela al euro a través de la refinanciación del Bundesbank con otros bancos dentro del euro y no de su simple impresión, se encontraría respaldada en las reservas de oro y otros activos de ésta entidad, y los bancos de los países como Grecia podrían incluso vender activos públicos y comprar oro para introducir un sistema puro de patrón oro que le permitiría cubrir sus deudas y conseguir estabilidad de manera inmediata.

3. Libre elección de moneda. Finalmente, lo más importante es que se respete una cláusula de libre elección o de la inexistencia de una moneda de curso forzoso en la eurozona. Todos los contratos que impliquen la denominación de las monedas más fuertes o menos inflacionarias como el marco alemán, el franco suizo, el dólar americano e incluso el oro, podrían tener mayores márgenes de ganancia en el mercado si compitieran con el euro y el público usara cualquiera de ellas en virtud de su estabilidad.

Lógicamente, estas medidas deben ir acompañadas de una serie de reformas que, con el espíritu de libertad en que el “el marco alemán de los europeos” podría ser concebido, implican hacer retroceder o reducir al Estado que provocó, prolongó y magnificó un desastre probable. Esto es, entre otras cosas, la privatización inmediata de la mayor cantidad de servicios que el Estado es incapaz de proveer eficientemente; la desregulación o flexibilización del mercado de trabajo; la eliminación o reducción de impuestos como el IVA; la eliminación del gasto que representan los subsidios; y finalmente pero no menos importante, el establecimiento de un sistema privado de ahorro individual que permita al trabajador encontrar relación directa entre esfuerzo y recompensa.

Preliminar.

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