¿Dónde está el dinero, Chipre?

Desde el inicio de la crisis en 2007 y 2008, se dijo innumerable cantidad de veces que cualquier estornudo en las economías más grandes del mundo significaría una pulmonía en cualquier economía pequeña y relativamente poco relevante en el contexto global, pero el mundo ha estado expectante durante al menos una semana y minuto a minuto por el nuevo epicentro de la crisis que hoy se encuentra en Chipre, un país cuya economía no supera el 0.2% del PIB comunitario de la Eurozona, pero que todavía amenaza con una última estocada a la moneda común del euro, provocando el mismo pánico que hace 5 ó 6 años atrás, al ser el antecedente que pone en riesgo el sistema monetario internacional.

La crisis de Chipre ha puesto de manifiesto más que un problema de percepción en el corazón de las finanzas modernas. Todo aquel que tiene un depósito bancario, lo tendría en forma de guarda y custodia, y sería naturalmente de su propiedad.

No obstante –los poseedores de oro y plata son muy conscientes de ello-, la banca opera con reserva fraccionaria, es decir, a diferencia de quienes guardan y custodian bienes fungibles como maíz en un silo o aceite en una almazara, que están obligados a devolver a sus depositantes el total de lo depositado o su equivalente en cantidad y calidad (tantundem) cuando lo reclamasen, la banca tiene el privilegio de mantener sólo una fracción del dinero como depósitos, con cuestionable conocimiento pero sin consentimiento explícito alguno de sus propietarios.

Luego de que en marzo de 2012 la Troika resolviera quitas en la deuda soberana griega en manos privadas, se ocasionó un boquete en el balance de los bancos chipriotas que habían invertido en deuda griega por una cantidad equivalente al 175% del PIB del país, una suma tan grande que exactamente un año más tarde el gobierno de Anastasiades declaró la imposibilidad de seguir manteniendo a flote su sistema financiero si no era acudiendo por la fuerza a los depósitos chipriotas.

En otras palabras, se estableció un corralito bancario no sólo para evitar que los depositantes acudan a retirar el total de sus depósitos o adelantarse a su vecino en cobrar el saldo que quedase, sino que además se declaró vacaciones bancarias para evitar que quienes hubiesen cometido actos de estafa y apropiación indebida, rindan cuentas por sus acciones.

Desde luego, los representantes de Estado no se han atrevido a llamar este acto de rescatar a la banca para asegurar los depósitos, utilizando los depósitos para rescatar a la banca, un timo, un robo, ni siquiera un impuesto, sino un stability levy, algo así como una eufemística “exacción de estabilidad” que establece quitas del 40% a los depósitos superiores a los 100.000 euros que, en compensación, serían eventual y forzosamente convertidos en acciones del mismo banco afectado.

La defensa de la banca chipriota asegura que el hecho de haber dispuesto de los depósitos fue con el fin de generar beneficios tanto para los depositarios como para los depositantes: a los depósitos simplemente se les asigna una condición metafísica de doble disponibilidad, a cambio de que de todas maneras no pueda retirarse la totalidad de los beneficios que el depositante pudiera haber obtenido. Sin embargo, y para mayor inri en esta fábula europeo chipriota, a pesar de que como en este planeta no puede celebrarse contrato alguno sobre un objeto (depósito) que no puede ser su exacto opuesto (préstamo) al mismo tiempo, el contrato entre depositante y depositario no ha quedado nulo de pleno derecho, sino que, habiéndose argumentado que el problema ha sido una desafortunada inversión en activos de mala calidad como los bonos helenos, el problema no sería de insolvencia, sino de iliquidez, con el sentido de apuntar sólo víctimas y no victimarios.

Que nadie se engañe, se sabe que con la confiscación de depósitos en Chipre hay alguien que siempre estuvo robando, pero con el euro hoy ha quedado en bochornosa y escandalosa evidencia: al menos el Estado ya no tiene la capacidad de robar mediante la silenciosa e inflacionaria facultad de emitir billetes propios, pero para que se entienda cuál es el objetivo que no estriba en la ilusoria idea de simplemente realizar inversiones seguras que dependen única y exclusivamente de la innata capacidad empresarial de cada individuo, sino en el respeto de los derechos de propiedad sobre los que se sostiene cualquier capacidad de generar riqueza, probablemente no habrá causa contra victimario alguno, pero tampoco habrá Basilea alguna que siquiera se asome a evitar los recurrentes ciclos de auge artificial, crisis financiera y recesión económica, si no es al menos mediante el retorno al patrón oro clásico y un encaje legal de depósitos o coeficiente de caja del 100%.

Artículo publicado en Página Siete y Hoy Bolivia.

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