¿Las cifras del PIB justifican los medios?

La discusión en torno al crecimiento económico de Bolivia vuelve a ser noticia. El día miércoles el FMI proyectó un crecimiento solamente del 3.8% del PIB en 2016, sobre lo que Arce Catacora dijo simplemente que el organismo se equivoca, que el país crecería al 4.5%, y García Linera sostuvo que crecería incluso hasta el 4.9%.

Pues sucede que el problema sigue siendo el mismo al menos desde el inicio de la desaceleración a mediados de 2013, y sobre cuya causa no se ha discutido hasta el momento realmente. Primero, yerran con el diagnóstico sosteniendo que el problema de la economía del país está en la falta de ingresos, y no en un exceso del gasto, que el problema no es uno de falta de demanda de consumo, sino uno de exceso de oferta fundamentalmente monetaria y crediticia que provoca inflación y, por tanto, descoordinación productiva; y luego insisten en recurrir a la violación de los derechos individuales de propiedad privada, que lógicamente recaen en la incapacidad de atraer capital privado externo.

Ya habíamos apuntado en su oportunidad que combinar caída de ingresos, reservas, exportaciones e inversión privada, con incrementos del gasto, el déficit y la deuda en plena desaceleración, resulta una vergonzosa pérdida de tiempo, dinero y capital, más aún si el objetivo está orientado solamente a sostener las cifras del PIB, así sea, como decía el propio Keynes, buscando el pleno empleo ocupando la fuerza laboral para abrir agujeros y volver a taparlos, o en enterrar botellas llenas de dinero para que la iniciativa privada las encuentre; Bolivia terminará con puentes y carreteras formidables, pero nada que transportar a través de ellos.

Peor aún, al ser incapaces de atraer capital extranjero privado, se recurre al financiamiento interno de manera forzosa. Se dice que Bolivia cuenta con un colchón de $16.409 millones, equivalente a un 44% del PIB, compuesto de la siguiente manera:

  • $11.600 millones de Reservas Internacionales Netas
  • $1.837 millones de un tal Fondo de Requerimiento de Activos Líquidos
  • $783 millones de un tal Fondo de Revolución Productiva
  • $588 millones del Fondo de Protección al Ahorrista y el Fondo de Protección al Asegurado
  • $1.593 millones de una reserva de los gobiernos subnacionales con sus saldos de caja y bancos sin utilizar

La pregunta es, ¿cuántos recursos de estas fuentes son de libre disponibilidad del gobierno para hacer política económica? ¿Cuántos de estos recursos fueron debidamente publicados y discutidos en la Asamblea Legislativa? ¿Se entrará de nuevo en conflicto con los gobiernos subnacionales para arrancarles sus recursos para de todas maneras gastar cuanto se pueda?

De esta forma, las perspectivas del país no son pues realmente halagüeñas. Perú, por ejemplo, crece a un ritmo menor, pero sus perspectivas son considerablemente mejores, algo que no ha logrado de la noche a la mañana. Bolivia, en cambio, y a pesar de que no ha habido comentario general mínimo al respecto, ya ha registrado una reducción su calificación crediticia con Fitch Ratings. El PIB puede pues reportar cifras extraordinarias a nivel regional, pero eso no quiere decir que mejora necesariamente la capacidad de generación de riqueza de la gente.

El punto de inflexión entre el crecimiento y la recesión es cada vez más claro, cuando los creadores de bienes de consumo y servicios ya empezaron a descapitalizarse, al emplear más trabajadores y comprar menos equipamiento, cuando los fabricantes de equipos empezaron a enfrentarse a una caída de ventas y un incremento de costos de materiales y de mano de obra, y claro, un consecuente ajuste de beneficios. Es así pues que se reduce la producción y, por tanto, el crecimiento.

En Bolivia, la agonía se prolonga e intensifica por cuánto más se pretende intervenir la economía encareciendo todo costo de inversión mediante salarios mínimos, aguinaldos, y un largo etcétera. De seguir en este camino como desde hace mucho antes del inicio de una nueva etapa de agravamiento de la propia crisis económica internacional, la crisis nacional es simplemente inevitable, sin que esto signifique ver todo volar por los aires para confirmarlo.