Bitcoin: en busca del mejor dinero

Probablemente desde la legendaria Gran Depresión de los años 30, existe un amplio consenso, incluso en el mundo académico, respecto de que cuando una economía sufre de fuertes remesones es porque los mercados no han sido suficientemente regulados por el Estado; que, por ejemplo, la provisión de dinero debe estar a cargo del Estado a través de sus bancos centrales para estimular la economía. Sin embargo, a 80 años de tal corolario, se ha registrado una crisis comparable sin que regulación alguna haya sido suficiente. Algo anda mal en la Ciencia Económica, incapaz de advertir estos problemas, o son los consensos del intervencionismo los que los agravan.

bitcoinPara ilustrar estas dificultades, cuando a Alan “el maestro” Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, se le preguntó en un programa de televisión de la cadena NBC, si todavía era seguro invertir en bonos del tesoro luego de la rebaja de calificación crediticia soberana en agosto de 2011, sostuvo: “Estados Unidos puede pagar cualquier deuda que tenga porque siempre puede imprimir dinero para hacerlo. Por lo tanto, la probabilidad de incumplimiento (del pago de la deuda) es nula”.

No obstante de que ya en 1985 Bolivia había entendido que la monetización de deuda no puede tener ningún buen resultado, y de que numerosos libros de texto presenten este caso como todo lo que no debe hacerse en economía, Greenspan sostuvo esta idea también sobre la errada presuposición de que todo dinero de nueva creación no tiene efectos en la estructura productiva de la economía.

En esta crisis de paradigma, para muchos, el hecho de que Ben Bernanke, sucesor de Greenspan, haya expandido la base monetaria estadounidense en un 340 por ciento solamente en los últimos 6 años sin una consecuente hiperinflación, constituye uno de los enigmas económicos más grandes; resulta, pues, difícil concebir que no se esté afectando a la economía doméstica estadounidense, pero sí a la estructura productiva global, sobre todo descoordinando sus sectores productivos más alejados de la etapa final de consumo, como los de la minería y los hidrocarburos.

Peor aún, y para terminar de graficar el nivel de improvisación estatal coordinada en esta crisis, el resto de bancos centrales ha terminado copiando la política de la Fed, que, a su vez, no es otra que la del Banco Central de Bolivia hasta 1985, exponiendo y ampliando sus balances con un dólar que ha perdido un 98 por ciento de su capacidad adquisitiva contra el oro desde la creación de la Fed en 1913 como colateral.

Pero, ¿por qué utilizar el oro como patrón? Porque contrariamente a la idea de que es una creación deliberada del Estado y que debe estar bajo su tutela, el dinero es una institución de origen espontaneo y evolutivo que, gracias a un proceso de prueba y error de cuatro mil años, el mercado encontró el oro como el material que mejor mantiene su valor en tiempo, forma y lugar, para utilizarlo como moneda en el intercambio indirecto y así superar las limitaciones del trueque.

Pues, curiosamente, en este escenario nació un código computarizado cuya singularidad, luego de ser lograda a través de la solución de complejas fórmulas matemáticas, resultaría un parangón con el oro, según los teóricos monetarios. Fue así que alrededor de 2008 se pensó que podría funcionar como moneda si acaso no sólo lograra cumplir con las propiedades y satisfacer las virtudes del mejor dinero, sino que además hiciera imposible su confiscación gubernamental, como sucedió con el oro a partir de un decreto de Roosevelt en 1932. Fue así que nació Bitcoin.

Este código criptográfico, que aún aspira a ser moneda, ha saltado a los medios de comunicación por haber incrementado más de 100 veces su precio en menos de un año y porque sobre él se han manifestado gobiernos, parlamentos y bancos centrales, pero más aún por las dudas que encierra respecto de estar convirtiéndose o no en un oportuno refugio de valor alternativo al de las monedas nacionales, pues, aunque en un contexto monetario internacional muy complejo, el público aún las utiliza porque, a diferencia de Bitcoin, la causa en la disminución continua de su capacidad adquisitiva puede ser rastreada en el tiempo hasta identificar el momento en que los gobiernos las estatizaron y rompieron su anclaje al oro para financiarse de manera ilimitada y establecer la inflación como política.

Artículo publicado en Página Siete y Economía Bolivia.

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