Respuesta de un austríaco de Bolivia a Simon Wilson – Parte 2

Para continuar, aunque Wilson parece comulgar con el lado anticapitalista solamente por lo que es capaz de ver en cuanto a cifras macroeconómicas, y no en cuanto a lo que no puede ver de la realidad microeconómica, también parece haber quedado obnubilado por la extravagancia de las cifras que menciona. No vaya a ser que Wilson haya defendido en 2004 el régimen venezolano cuando crecía a nada menos que un 18% del PIB.

Estoy seguro que Wilson sabe que lo que importa de una economía no es cuánto crezca, sino que lo haga de manera sana y sostenida. Es decir, el hecho de que Bolivia sea el régimen que más crece actualmente en la región no quiere decir que esté bien. Es más, puede que esté creciendo mucho más que las fórmulas del PIB le permiten calcular al gobierno. El igual que el régimen que defiende, Wilson comete el error de pensar que el crecimiento boliviano depende de los ingresos del gas natural que exporta y su cotización.

Es cierto que la caída petrolera desde el año pasado afectará el crecimiento, pero esta no es causa de la desaceleración de más de un punto porcentual del PIB que se registra desde principios de 2014, sino una agravante. Wilson hace bien en advertir que con la caída de ingresos por gas natural el gobierno se vería forzado a recortar el gasto y los programas sociales, e incluso se vería tentado a emitir dinero para compensar tales ingresos al igual que Venezuela, pero no ha advertido que el crecimiento boliviano es fruto de una serie de factores adicionales al petróleo.

Al mismo tiempo, para ningún entendido en teorías de mercado fuertemente intervenido es sorpresa que la banca en Bolivia ha crecido y se haya desarrollado durante los últimos diez años lamentable e inevitablemente a imagen y semejanza de la banca internacional que ha cometido todos y cada una de las malas inversiones burbujísticas alrededor del globo hasta 2007. La otra reproducción de ingresos nacionales que sobre la base de la falta de respeto por los derechos individuales de propiedad privada de sus clientes significa, no puede tener ningún buen resultado.

No es pues casualidad que a pesar de su fuerte desaceleración Bolivia sea la economía que más crece en la región, cuando al mismo tiempo cuenta con el programa de gasto público y subvención energética más elevado que se haya registrado nunca, las tasas de interés crediticio más bajas de América Latina, y la nacionalización monetaria más intensa de los último diez años. La economía de Bolivia representa la construcción de un típico auge ficticio como resultado de una combinación verdaderamente explosiva de hiperestímulos de la demanda, exactamente iguales a los que precedieron a la Gran Recesión.

Por si fuera poco el drama del régimen que Wilson defiende hasta aquí, es necesario mencionar las mayores amenazas de los últimos diez años que Bolivia enfrenta ya para el corto plazo: debido a que la combinación de toda la serie de rigideces laborales y productivas que se ha introducido desde un principio es incompatible con el establecimiento de un tipo de cambio de ya cuatro años, toda la destrucción de capital de las empresas estatales, toda la serie de malas inversiones privadas localizadas que la regulación típicamente socialista ha inducido a cometer durante la etapa del auge, y todas las pérdidas empresariales que ha provocado en los últimos años con las devaluaciones indirectas, encubiertas y diferidas que significan los incrementos de salario mínimo y doble aguinaldo, se las pretende saldar mediante la pronta devaluación cambiaria convencional, con el pésimo argumento, además, de que los países vecinos relativamente más competitivos también lo han hecho.

¿Es muy difícil pensar así que Bolivia no es la Venezuela de los años posteriores a 2004? Antes de una falta de ingresos, el problema que ilustra la fuerte desaceleración de la economía está en la batería de hiperestímulos dirigida desde Palacio Quemado en La Paz, y que en realidad hacen de Bolivia una burbuja de proporciones siderales.

Finalmente, Wilson no sólo parece terminar validando la condena del excesivo gasto en el que se ha significado la nacionalización de los hidrocarburos, sino que además parece haberse creído toda la campaña mediática en la que se ha involucrado nada menos que al New York Times que Wilson cita, fundamentalmente para terminar endeudando ilegítimamente a sus ciudadanos a través de la emisión de bonos en pleno auge.

Y sólo para terminar, si mi diagnóstico es errado, ¿el de Wilson es lo suficientemente acertado como para que ponga su dinero donde está su discurso?

Preliminar.