Emergentes: perspectivas y posiciones de cartera para 2017

Ya habíamos apuntado algunas de las perspectivas para 2017 últimamente. Sin embargo, valga reunirlas y repasarlas para ver rápidamente cómo se traduce esto en términos de internacionalización de activos e inversiones globales durante la gestión.

Perspectivas globales

  • Estabilización de un crecimiento de la economía global muy pobre entre un 2.8% y 3.1%, muy por debajo del potencial.
  • Varios indicadores se ralentizan en EEUU, pero a pesar de un posible programa de proteccionismo, las perspectivas de una bajada importante de impuestos y algunas políticas de oferta que lancen la actividad industrial y el consumo, podrían cambiar tales perspectivas.
  • Reino Unido, probablemente en mayo será el momento en que se lance el artículo 50, cuando se empiecen a notar los efectos reales del Brexit. De momento la economía británica va bastante bien, aunque los precios de la vivienda van ralentizándose, mientras la dinámica de la Unión Euopea permanece afectada.
  • Existe una alentización muy fuerte en China. Es muy posible ver más de una caída fuerte del yuan durante 2017.
  • Japón no ha empezado a crecer con su muy ambicioso Abenomics, y sin haber reducido sus desequilibrios consecuentes apuesta por un incremento mayor del déficit y la deuda.
  • Las elecciones en Francia pueden ser determinantes sobre el riesgo que corre actualmente sobre el conjunto de la Unión Europea, y sobre todo respecto de lo que suceda con la banca italiana.

Perspectivas para Bolivia

Mientras el Gobierno de Bolivia pronostica un crecimiento del 4.8% para 2017, la CEPAL un 3.8%, y el FMI un 3.5%. Son cifras que difieren mucho. Con estos datos, son al menos tres factores de pesimismo de corto plazo para la economía de Bolivia:

  • El PGE 2017 ha proyectado un barril de petróleo a $45, y éste arranca el año con un barril por encima de los $50. Sin embargo, los esfuerzos de la OPEP por un acuerdo para recortar la producción y reflotar los precios del petróleo no parecen ser efectivos, aún menos cuando esto lleva a Estados Unidos y Canadá a producir más. En 2016 la OPEP ha pasado de producir de 30 mbpd a 33 mbpd, y los recortes son de apenas 1.6 mbpd, manteniendo aún niveles históricos. Esto es un espejismo, porque si bien el PGE 2017 proyecta un barril a $45, ¡no ha habido ajuste ni siquiera desde que el barril se encontraba por encima de los $80! Peor aún si el déficit se encuentra cerca de un muy peligroso 8%.
  • La Reserva Federal acaba de incrementar las tasas de interés en otro cuarto de punto porcentual, hasta el 0.75%, y además ha anunciado tres subidas más durante 2017. Los fundamentos de EEUU empiezan a desacoplarse lentamente respecto del resto del globo, hasta ver una paulatina y mayor apreciación del dólar y una inevitable depreciación (que no una devaluación) del boliviano. Así la presión sobre el tipo de cambio seguirá creciendo todavía más, pero la respuesta debe darse desde la flexibilización del régimen laboral y productivo mediante el congelamiento del gasto. Las subidas de tasas de la Fed aún no son agresivas, y esto le da cierto margen de maniobra de ajuste a Bolivia, que debe empezar hoy.
  • Ya desde 2014 se esperaba que la frontera psicológica de un Dow Jones operando sobre los 20.000 puntos provocara inestabilidad en los mercados, lo que se traduce en fragilidad y consecuente volatilidad y riesgo para la economía global. Esto quiere decir que los precios de los activos que cotizan en bolsa están más caros que nunca. Bonos y acciones, los mercados emergentes y las economías avanzadas, entre otros, están siendo negociados en el mercado bursátil a precios que resultan los más altos en términos históricos en relación a los fundamentales.

Pues bien, ¿cómo se traducen estas perspectivas en materia de internacionalización e inversiones globales en 2017?

En 2013 hubo un cambio importante en la coyuntura económica global, y las expectativas para aquella época no demasiado lejana no podían ser más oscuras. Desde el inicio de la Gran Recesión las economías emergentes se convirtieron en la locomotora del crecimiento global mientras las primeras economías del mundo no terminaban de recuperarse del todo, pero tal escenario dependía de demasiadas pocas cosas, entre ellas las tasas de interés de la Reserva Federal, su política de compras masivas de activos tóxicos de la banca y los precios internacionales de los commodities, fundamentalmente del petróleo. Si la Fed incrementaba tasas las economías emergentes sufrirían una considerable fuga de capitales. Y así fue, ante la sola idea de incrementar tasas la reacción de los mercados fue la de abandonar posiciones en los mercados emergentes, tal que ese fue el inicio de los desequilibrios más impotarntes del crecimiento global; lo comentamos en su momento.

Pero tal escenario no terminó de completarse porque no hubo tal incremento de tasas sino recién hasta diciembre de 2015, y por primera vez desde junio de 2006, del 0.25% al rango del 0.25% al 0.5%. Entre 2013 y 2015, las pespectivas no mejoraron realmente, tanto así que incluso llegó a considerarse la posibilidad de convertir lasas tasas históricamente bajas incluso en negativas. Sin embargo, casi contra todo pronóstico pareció ser que el primer incremento de tasas de la Fed de 2015 no fue suficiente para hundir a los países emergentes, que empezaban a recalentarse con la apreciación de sus monedas y el carry trade, pues la escapada de capitales en busca de mejores rendimientos fue importante, pero no lo suficientemente grande como para ahuyentar todo capital posible, incluso cuando a la par se registraban muy fuertes devaluaciones del rublo y el real.

En este sentido, también parece ser que durante todo el tiempo que la Reserva Federal no se decidía a subir tasas, Estados Unidos fue cambiando su estructura para incrementar su deuda a niveles siderales hasta autocondenarse al bajo crecmiento de largo plazo, de tal manera que ante un nuevo incremento de tasas en diciembre de 2016, del 0.5% y el 0.75%, el inversor global no presta toda su confianza en Estados Unidos y decide seguir apostando por los mercados emergentes, al menos durate 2017. A estas alturas lo mínimo que podría concluirse en un entorno tan adverso es que las políticas de la Fed son simplemente inefectivas.

Pues bien, luego de que Rusia, y sobre todo Brasil, que en 2016 registró una de sus peores recesiones desde la Gran Depresión de los años 30, las economías emergentes han experimentado una mejora generalizada recientemente justo por una mejora relativa de estas dos economías, tabto así que se espera que el crecimiento conjunto que hubo del 4.2% del PIB en 2016% se traduzca en un 4.6% en 2017.

En cuanto a China en concreto, los peligros permanecen, y no son pequeños. No obstante de que las reformas estructurales pendientes y el financiamiento de la creciente deuda aún parecen ser manejables, todo dependerá de la política cambiaria del yuan respecto de un dólar estadounidense que se va fortaleciendo, y de las inclinaciones de Trump por el proteccionismo, que afectarían al comercio global, empezando por China.

Gracias a las políticas de la Fed, y en las actuales condiciones, Estados Unidos aún no ofrece suficiente rentabilidad como para que los grandes inversores terminen abandonando del todo a los mercados emergentes, incluso con todo el resgo que todo ello conlleva; el incremento de tasas tendrá que ser mayor eventualmente.

Bill Gross, Jeffrey Gundlach y Marc Faber son algunos de los grandes inversores globales que aconsejan alejarse de Estados Unidos e inclinarse por las economías emergentes, o al menos mantener una posición de portafolio diversificado de esa manera.

Son varios los factores que confluyen en esta idea, que incluyen hasta factores demográficos de largo plazo, pero al menos de inicio, sucede que la economía global, y sobre todo la de Occidente, aparentemente pasa una gran transición, de una deflación generalizada con tipos de interés negativos, una política monetaria como arma única, globalización, ajustes salariales y márgenes empresariales elevados, a una reflación generalizada de tipos de interés al alza, impulso a la política fiscal, proteccionismo moderado, subidas salariales y unos márgenes empresariales que podrían verse afectados, como apunta Díaz-Morera, que busca una cartera compuesta al menos en un 10% por emergentes; en renta fija, dado el fin de ciclo alcista de bonos del Tesoro estadounidense a 10 años, bonos privados y plazos cortos, y en renta variable, la emergente a pesar del riesgo en sus divisas.