Nadie duda de que a pesar de haber renunciado al cargo, el vínculo que Arce Catacora tiene con la política económica sigue siendo determinante, y su última entrevista hace pocos días lo confirma. Lo interesante, sin embargo, es que nunca antes había dejado entrever lo que está sucediendo realmente.
Lo primero que llama la atención de la entrevista es la vieja afirmación de que “hay empresarios que buscan excusas para no invertir”, que denota la,permanencia de su carácter profundamente autoritario, porque detrás de la desaceleración no estarían él y el agotamiento de su modelo, sino los empresarios que no se adaptan a las ideas que tiene en su cabeza sobre cómo deberían ser la realidad.
Lo segundo es que, aunque por fin los medios de comunicación se abstraen del discurso oficial sobre la economía y plantean la inconfundible idea de que el modelo necesita una reforma, no hay reflexión ni autocrítica alguna por parte de su autor; el ego lo está cegando como lo dije ya en 2013: si algo en lo que el modelo debería modificarse, dice, es especialmente en sus políticas de redistribución. En otras palabras, hoy sucede justamente lo que sucedió a fines de 2014, cuando en un aparente arranque de sensatez se preparaba un plan B que implicara austeridad, pero que no significó más que el incremento del gasto del plan A.
Y probablemente lo tercero es lo más importante: el acierto no intencionado del tipo de cambio fijo (en un principio se la estableció como mecanismo de control de la inflación) con el que -nobleza obliga- estoy de acuerdo, sobre todo porque Arce lo defiende por primera vez con el argumento correcto:
El esfuerzo de devaluar para generar mejores condiciones de comercio exterior se ve afectado por una mayor inflación. Por lo tanto, no es que un país gana competitividad. Argentina es el peor de los ejemplos. La clave es mantener una inflación estable.
De esta manera Arce Catacora parece advertir que hoy la mayor amenaza que estriba en una hipotética devaluación cambiaria es la inflación consecuente, mirando lo que sigue pasando en la Argentina de Macri; si las cosas se mantienen como están, Bolivia podría no convertirse en Argentina. Sin embargo, sí que podría convertirse en el Ecuador de Rafael Correa.
Por mucho que el tipo de cambio dijo en Bolivia sea un símil, aunque sea imperfecto, de la dolarización en Ecuador para garantizar estabilidad de corto plazo, no lo es todo. Lo que cavó la tumba política de Correa no fue el conservadurismo de la dolarización, sino el pretender combinarlo con su populismo económico.
Lo que la dolarización hizo en Ecuador fue solamente evitar que el exceso de gasto, la corrupción, la acumulación del déficit fiscal y de deuda pública, la mala asignación de recursos y la destrucción del capital de las empresas públicas, degeneraran en inflación.
Hoy Arce Catacora hace bien en defender el tipo de cambio fijo con argumentos económicos acertados, pero si mañana los empresarios por fin defienden su posición a no invertir con los argumentos económicos acertados, justamente para sostener el tipo de cambio, Morales se verá, más pronto que tarde, en la misma encrucijada política que Correa, al punto de perder elecciones, si es que las hay.
Artículo publicado en El Deber, el martes 17 de julio de 2017.