La inversión del Bugatti ‘La Voiture Noire’

Nunca me ha gustado lo convencional ni lo común, ni me ha gustado hacer lo que hace todo el mundo. Ser un asesor de inversiones contrarian de largo plazo mediante estructuras en paraísos fiscales o jurisdicciones offshore es parte de ello, y en esta tarea he hecho recomendaciones de en ese mismo sentido, como armar un portafolio de inversión compuesto por 20% de oro físico, 20% de tierra preferiblemente cultivable, 20% de fondos alternativos, 30% de liquidez y 10% de obras de arte como refugio para preservar riqueza en condiciones de muy alta adversidad, por ejemplo.

En cambio, adquirir activos demasiado caros, cuyas características no le permiten sostener su valor conforme pasa el tiempo o que simplemente pierden valor demasiado rápido, que no constituyen depósito de valor, que son muy poco líquidos o sin vendibilidad, no sólo que es lo más común, sino que también es la peor clase de activo que uno puede adquirir bajo cualquier circunstancia. Desafortunadamente es algo que sucede con demasiada frecuencia durante la etapa alcista de un ciclo económico como la que Bolivia, América Latina, o incluso el conjunto de economías emergentes ha vivido con el extraordinario auge de las materias primas en la última década o más, pero nunca está de más extraer una que otra lección de quienes más tienen y han tenido, y realmente saben preservar su patrimonio a largo plazo.

A principios de marzo, en el 2019 Geneva Motor Show, Bugatti reveló su último auto concepto, el La Voiture Noire, a modo de celebrar sus 110 años de historia y rendir homenaje al misteriosamente desaparecido Bugatti La Voiture Noire Type 57 Atlantic de los años 30, con una interpretación moderna y única. Solamente se produjeron 4 en aquella época, y uno de ellos está desaparecido desde entonces. Se cree que se perdió probablemente antes de la invasión alemana de Alsacia durante la Segunda Guerra Mundial, al momento de ser enviado a una región segura. Todo el mundo lo busca desde hace más de 80 años y su desaparición constituye uno de los misterios más grandes de la historia del automóvil, según una declaración de la misma Bugatti.

bugatti-la-voiture-noire-type-57-atlantic

Este nuevo Bugatti, con un diseño más prominente y con mayor presencia, con un cuerpo de fibra de carbono hecho a mano, sigue la línea de los automóviles especiales recientes de la marca como el Divo, pero lleva la exclusividad que los caracteriza a todos a un nivel completamente nuevo. Utiliza el mismo motor Quad-turbo W16 de 8.0 litros con 1500 caballos de fuerza y 1600 Newton-metros de torque como el Chiron, el Chiron Sport y el mismo Divo. Una obra maestra de ingeniería.

Y ni qué decir sobre el diseño, moderno, en negro azabache y con toques minimalistas. Si hay una marca que puede mostrar seis tubos de escape sin parecer una exageración, esa definitivamente es Bugatti. La línea de luz de freno LED en todo el ancho hace que este auto único parezca aún más ancho de lo que ya es. En la parte delantera, la rejilla de herradura es más pronunciada que nunca y por encima de ella los elegantes faros LED se extienden sobre los arcos de las ruedas. El último Bugatti es simplemente una impecable y revolucionaria combinación de velocidad, tecnología, lujo y estética.

Sin embargo, lo más interesante aún del nuevo La Voiture Noire no sólo es que se ha convertido en el auto de lujo más rápido del mundo, sino que además es el más caro de la historia al haberse vendido por $19 millones. Ya cuando apareció el Veyron en 2005 la gente se preguntaba quién era lo suficientemente loco para comprar un auto que alcanzaba los 431.072 km/h y que costaba en $2.2 millones, pero hoy con el último Bugatti el asombro del público no es menor. ¿Quién es el loco que compró este impresionante auto negro? ¿Por qué lo hizo?

Muchos piensan que se trata solamente de algunos pocos millonarios excéntricos alrededor del mundo que no saben qué más hacer con su dinero, ¡pero así solamente están haciendo más dinero! El La Voiture Noire se trata sobre todo de una pieza de colección extremadamente demandada sólo por los expertos más entendidos y los ricos más exigentes. Los millonarios que tienen la capacidad de preservar su fortuna en el largo plazo a través de generaciones saben perfectamente lo que hacen en este sentido. Todos los Bugatti son ediciones limitadas y la gran mayoría de veces son comprados incluso antes de saber siquiera cómo son. Hoy uno de los Bugatti de los años 30 puede llegar a valer hasta $80 millones.

La clave de todo esto está en el vínculo implícito entre Bugatti y sus clientes. Entre ambos hay una interpretación perfectamente ajustada de lo que es la Teoría del Valor Subjetivo, la Ley de la Utilidad Marginal Decreciente y el depósito de valor de un activo para que realmente sea una inversión inteligente. El millonario que compra un Bugatti, y más aún el La Voiture Noire, sabe (o tiene que saber) muy bien lo que es el depósito de valor, que todo activo será relativamente más valioso y líquido dónde y cuándo sea escaso que dónde y cuándo sea abundante, y mejor aún si genera flujos sostenibles y además incrementa su valor conforme pasa el tiempo. Cualquier otra compra es solamente un derroche infantil que ilustra que su comprador ha sido presa del descontrol de sus emociones más primitivas e inmediatas.

Por un lado, la compra del La Voiture Noire representa una fuente de placer sensorial y un referente indudable de prestigio social. Y por el otro, en términos de inversión de largo plazo, se trata de un activo con un extraordinario depósito de valor de largo plazo. Esto lo saben perfectamente millonarios como Jay Leno, cuyo garaje de colección está valuado en $50 millones (conformando solamente el 12% del total de su fortuna), o como Ralph Lauren, cuyo garaje de colección (que incluye otro Bugatti antiguo de $40 millones) está valuado en $350 millones.

No es fácil de entender el vínculo entre el valor de una pieza de arte en el mercado y la inversión y el amor al arte que alguien tienen al adquirirlo, y lo poco que se ha escrito al respecto también ha generado escepticismo; ni tampoco es más fácil aplicar esta relación, siendo todo tan subjetivo muchas veces. En el mundo de la inversión en arte, por ejemplo, Mark Rothko, que pintaba cuadrados de colores, literalmente, ha llegado a vender un cuadrado rojo de 1961 hasta por $86.9 millones a Steve Wynn en 2012, demostrando la forma en que los 17 fondos de inversión en arte que existen alrededor del mundo mueven hasta $50 mil millones anuales, de los cuales solamente un 42% representa el mercado de las subastas.

Pero nadie tiene la fórmula secreta para ganar siempre con cada inversión. Invertir es la combinación de números y arte, o de manera más concreta, de analizar los números de determinado activo o a través del cálculo del valor intrínseco de una empresa y su capacidad para generar de caja, pero sobre todo de entender el negocio completo detrás de determinado activo, como en el ‘value investing’.

La inversión en esta clase de activos de colección debe ser considerada siempre a largo plazo, pues al tener elevados costes de transacción y mantenimiento, el ratio rentabilidad/riesgo es generalmente positivo, sobre todo para obras de arte, en plazos de hasta 50 años. Sin embargo, además de que en la mayoría de casos puede conllevar exenciones fiscales, se trata de activos refugio ideales a largo plazo y sobre todo frente a los períodos de recesión con liquidaciones forzosas de los activos de mala calidad, que típicamente se adquirieron durante una etapa de auge del ciclo también forzoso.

De lo que no cabe duda es que la inversión en esta clase de activos únicos es históricamente rentable, que es una alternativa destacada frente a los métodos de inversión más convencionales, y sobre todo que si se aporta una gestión profesional en su valoración, adquisición y cuidado, es más rentable aún.