Rentabilidad, recompensa de lo antifrágil

“Some things benefit from shocks; they thrive and grow when exposed to volatility, randomness, disorder, and stressors and love adventure, risk, and uncertainty. Yet, in spite of the ubiquity of the phenomenon, there is no word for the exact opposite of fragile. Let us call it antifragile.” – Nassim N. Taleb

A pesar de que me resisto a empezar por ahí, cuando llega el momento de hablar con mis clientes sobre las rentabilidades que consistentemente logran algunas gestoras de fondos de inversión independientes con las que trabajo, (casi un 23% promedio anual entre principios de los 90 y 2008, y 16% desde entonces) probablemente la reacción más frecuente sea de susto o simple incredulidad, porque piensan de manera convencional, a mayor riesgo mayor rentabilidad.

Esta reacción es totalmente comprensible. Por un lado existen economistas que hacen negocio de sus profecías aunque no acierten, como Nouriel “Dr. Doom” Roubini, que predijo 48 de las últimas 4 recesiones hasta 2011, o como Paul Krugman, que en 1998 dijo que para 2005 el impacto del Internet en el mundo no sería mayor que el del fax. Y por otro lado, porque es demasiada la cantidad de gente que está acostumbrada a que los fondos en los que invierten a través de sus bancos privados alcancen rentabilidades del 4% o 5% promedio anual.

Sin embargo, esto no tiene por qué ser la regla. Obtener una rentabilidad promedio no tiene por qué significar que tu dinero se está invirtiendo con mayor seguridad, a la vez que buscar mayor rentabilidad no necesariamente significa incrementar tu exposición al riesgo. En realidad las altas rentabilidades no son una recompensa del riesgo, sino de la paciencia.

Me explico: uno de los principios de los inversores que logran batir al mercado a largo plazo es el margen de seguridad, desarrollado por Benjamin Graham en los años 40 luego de preguntarse al menos desde los años 30, cuál podría ser el método de inversión más seguro y rentable.

En este sentido, lo primero que el margen de seguridad permite es alejarse de la locura que implica tener que estar pendiente de la oscilación permanente de los precios de las acciones y todo el ruido que suele influir o surgir de ella. En términos sencillos, el margen de seguridad consiste en encontrar la mayor diferencia posible entre la capacidad de generar valor a largo plazo que tiene determinada compañía y el precio de cotización de sus acciones.

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Teniendo en cuenta que, como habíamos dicho antes, lo que influye en el precio y lo aleja de su valor es tanto la especulación de corto plazo del mercado (volatilidad o correcciones bursátiles con subidas o caídas de alrededor del 3% o 5%), como también (y más aún) la manipulación monetaria de largo plazo (desplomes de más del 20% y consecuentes recesiones), entonces ya te encuentras por lo menos un paso por delante del común de los inversores para encontrar empresas cuyo precio de mercado no es necesariamente un reflejo fiel de su valor, tanto para el momento de comprar como para vender, pero encontrar esta diferencia requiere de un elemento fundamental: tiempo.

Para identificar una posible oportunidad de inversión, incluso dentro del propio círculo de competencia (aquello en lo que uno se especializa), se requiere de mucho tiempo y detenimiento primero para que todo se desenvuelva de manera natural, y luego para analizar y estudiar el valor de acciones de una empresa como si se estuviera considerando comprar la empresa completa, lo cual implica, entre otras cosas, entender el negocio y su rubro, identificar sus fortalezas y debilidades competitivas o, para hacerlo sencillo, su capacidad de generar riqueza a largo plazo, es decir, que tenga la capacidad de atravesar períodos recurrentes tanto de auge como de recesión.

Como se puede ver, los motivos por los que uno invierte en determinada empresa cuando lo hace a largo plazo son mucho más robustos y próximos a lo antifrágil que los de la simple tendencia del precio de cotización de mercado en el corto plazo, al punto en que las probabilidades de equivocarse son comparativamente menores, y, por tanto, la inversión termina siendo significativamente más segura.