En agosto de 2013 (insisto machaconamente en decir que mucho antes de la caída petrolera de 2014), me arriesgué en decir que ese era un buen momento para que el ministro de Hacienda hiciera como Soda Stereo en 1997, irse en el mejor momento de su carrera con la posibilidad de ser considerado como héroe, porque no existía posibilidad alguna de que la economía volviera a crecer como lo había hecho hasta ese momento.
Mantuve el tono irreverente desde entonces porque estaba seguro de que su diagnóstico sobre los fundamentos del crecimiento de largo plazo estaban equivocados y de que, de seguir así, nos llevarían a un escenario cuanto menos complejo.
En el trayecto señalé cada medida que tomaron para seguir estimulando la demanda como sistemáticamente errática, a pesar de que también dije que aún había tiempo de dar el giro necesario sin que implicara eventos sociales y políticos relativamente traumáticos, pero, pars variar, todo cayó en saco roto.
Hoy, casi seis años más tarde, incluso empresas multinacionales enfrentan decenas de millones de dólares en pérdidas al menos desde 2015 y la necesidad de recortes masivos de personal para sostenerse, por el absurdo nivel de encarecimiento de la inversión privada en Bolivia. ¿Que mayor ilustración de crisis económica que esta puede haber?
Y para mayor colmo, ya podrían estar devaluando sin tocar el tipo de cambio oficial, al más puro estilo argentino de los últimos años del peronismo kirchnerista de Argentina, con lo cual, tampoco hay demasiado margen ni para los inversores más afilados en estos escenarios.
Pues, aunque lo entiendo, hoy el relato de mis detractores (claro que los he tenido, que han sido de todo tipo y han venido desde todo lado), lo resumo así:
– 2013: Estás loco, esto no explotará y seguirá creciendo por mucho tiempo más.
– 2014: Está bien, hay problemas, pero el aterrizaje será suave y no será pronto.
– 2015: Te escucho decir lo mismo hace mucho, pero esto no explota nunca.
– 2016: Bien, así es, pero ¿cuándo dijiste que esto explotaría?
– 2017: ¿Qué podría hacer con mi plata?
– 2019: Como digas. ¿Dónde firmo?
Ya son casi cinco años que me dedico al diagnóstico del entorno, de valorar riesgos de corto y mediano plazo, y ayudar a familias y particulares con altos patrimonios a adoptar estrategias de preservación de capital de largo plazo de manera estructurada, legal y segura en el exterior.
No ha sido fácil, pero en el camino vi y aprendí que los riesgos se construyen muy lento y luego suceden rápidamente, hasta que las incertidumbres inciales al final resultan inasumibles; que identificar el problema a tiempo y corregir antes que nadie es impagable; que es mejor actuar un año antes que un minuto tarde; que en el errado deseo de correr demasiados riesgos a cambio de un extraordinario beneficio se puede terminar perdiendo todo lo que se construyó durante la etapa del auge; que es innecesario arriesgarse a ser el último en bajarse de la ola inmediatamente antes de que rompa; que siempre es mejor dejar que sea otro el que gane el último centavo que quede en el mercado; y que no hay mayor riesgo que la decisión que no se toma.
Y afortunadamente, también debo insistir, he ido fortaleciendo la oferta de mi asesoramiento cambiando de modelo de trabajo más de una vez hasta asociarne con los mejores bancos privados, gestoras de fondos independientes, despachos de abogados y contadores especializados, que han permitido grandes satosfacciones, pero la ventana de oportunidaded también se va cerrando. ¿Vas a seguir esperando?