Ludwig von Mises empezó a escribir La Acción Humana, su gran obra maestra, cuando tenía 54 años. Publicó una primera versión en alemán a los 60, y la reescribió para presentar la primera edición en inglés un 14 de septiembre de 1949, cuando tenía accidentados 68 años. Desde entonces se ha convertido en una obra imprescindible para todo científico social y en particular para filósofos, economistas y sociólogos, pero más aún para los defensores de las libertades individuales alrededor del globo.
Lo primero que se destaca de esta obra, por su historia y el contexto en que fue escrita, es la tenacidad, entereza y valentía de su autor. Muy solo con su esposa, sin dinero, a una avanzada edad, exiliado y muy lejos de su natal Lemberg y su querida Viena, despojado de su biblioteca, con los nazis que llegaron a su casa dos días tarde para matarlo por ser judío y abiertamente liberal, sin universidad alguna que quisiera acogerlo, viviendo en Nueva York en un principio casi de la caridad de sus amigos y colegas, y luego en un apartamento muy pequeño hasta el último de sus días, logró desarrollar una obra y legado de la más auténtica factura científica, y sin duda el mejor tratado de economía política escrito nunca.
Con el desarrollo de La Acción Humana durante 12 años, Mises partió de la tradición de la filosofía liberal clásica anglosajona, aunque sin los reprochables vicios objetivistas de la misma, hasta alcanzar una impresionante explicación lógica y consistente sobre los fenómenos económicos como la formación de precios, el dinero, el mercado, el crédito y los ciclos económicos a partir de la acción humana individual y subjetiva como un todo y no como las distintas ramas inconexas de, por ejemplo, la microeconomía y la macroeconomía del paradigma neoclásico walrasiano. De esta forma, Mises no hizo más que avanzar el subjetivismo iniciado por Carl Menger dos generaciones antes, y dio el impulso definitivo que desde 1874 la Escuela Austríaca de Economía necesitaba en el Siglo XX.
Mises encontró en el ser humano que actúa, la piedra angular para comprender la naturaleza de la sociedad libre y el funcionamiento de la economía de mercado, permitió entender que la economía no trata sobre cosas u objetos materiales, sino sobre la manera en que los individuos actúan e interactúan (praxeología, en terminología miseana) para lidiar con la escasez incluso más allá de cosas y objetos materiales, dotando así a la Ciencia Económica, además, del carácter y concepto dinámico como proceso de mercado del que carecía por su concepción estática y de equilibrio perfecto hasta aquel entonces, y con el ser humano (radicalmente distinto del homo economicus) como protagonista fundamental de todo proceso social, o el empresario y la función empresarial como piedra angular de la estructura productiva y el crecimiento económico.
Los aportes de este Tratado se concretan en varios campos, empezando por el de la epistemología de las ciencias, de una manera por demás rigurosa. Mises encontró que el método de interpretación y análisis de la realidad adecuado para las ciencias sociales, afirmando que la teoría es siempre anterior a la historia, no era el matemático y estadístico de la contrastación empírica, sino el apriorístico deductivo, el praxeológico deductivo, lógico deductivo o axiomático deductivo, es decir, que debe partir de conocimientos verdaderos, autoevidentes, que no tienen necesidad de ser demostrados, que son de validez universal, y que nadie puede discutir sin antes contradecirse, lo cual demuestra, justamente, la imposibilidad teórica de una contrastación empírica en el campo de las ciencias sociales, por ejemplo, el axioma crítico, fundamental y absolutamente verdadero a partir del que se puede tejer todo el lienzo de la teoría económica: la acción humana es un comportamiento intencional.
Mises explicó lo anterior afirmando que el científico carece de la información práctica necesaria que los actores-empresarios están creando y descubriendo de manera constante y descentralizada o dispersa para sus observaciones. Esto es así porque ya desde Menger la Escuela Austríaca hace crítica efusiva casi de manera tradicional a la idea de que la representación matemática en economía es necesariamente más precisa que la prosa escrita o el lenguaje ordinario, por lo que, por ejemplo, cuando se escucha a un economista hablar de “evidencia empírica” como argumento incontestable, resulta más bien lleno de debilidad incluso falaz por sus incontables vicios metodológicos. Es así que a lo largo de las más de mil cien páginas y casi 40 capítulos del impecable Tratado, Mises no recurre en absoluto a grandes y sofisticadas fórmulas, modelos y gráficas matemáticas; la gran visión de Mises fue percibir que el razonamiento económico se funda en la comprensión de la categoría de la acción, como proposición a priori sintética verdadera.
No obstante de todo lo anterior, La Acción Humana ha adquirido todavía más relevancia y significado en las primeras décadas del siglo XXI que han corrido, debido, primero, a que Mises predijo, aunque no con fecha exacta, desde luego, la Gran Depresión iniciada en 1929, predicción desarrollada sobre la base de la Ley de la Utilidad Marginal Decreciente, aunque de manera todavía incipiente en La Teoría del Dinero y el Crédito, de 1912, y en Monetary Stabilization and Cyclical Policy, de 1928; incluso Austria le debe a Mises que su proceso inflacionario no degenerara en la hiperinflación que sufrió la entonces República de Weimar en 1920. Su modelo explicativo, que luego sería conocido de manera coloquial como la Teoría Austríaca de los Ciclos Económicos, ampliada y perfeccionada en este Tratado, sigue siendo la base para la explicación también de la Gran Recesión iniciada en 2008, que, en realidad, se extiende hasta el día de hoy; y luego, porque esta crisis ha degenerado peligrosamente en las diversas formas de intervencionismo del Estado de Bienestar, que son todavía mayores a las que la causaron en un principio, todo advertido desde el desarrollo del Teorema la Imposibilidad del Cálculo Económico en el Socialismo y en Socialismo, que desde luego que también permitió predecir, aunque no en términos de tiempo y espacio, sino de causa y efecto, la caída de la extinta Unión Soviética y del socialismo real.
Igualmente, y siendo que Mises no era un economista académico con un lujoso cargo de docente a tiempo completo en una prestigiosa universidad, sino que era un economista de coyuntura, la desintegración del Imperio Austrohúngaro influyó fuertemente en sus ideas sobre la libre migración, libertad de movimientos de capitales y de personas para su básica diferenciación entre Estado y Nación; ya en la década de los 20, también logró impedir que Austria se inclinara hacia el socialismo totalitarista soviético, hablando noche tras noche durante meses con Otto Bauer, entonces Primer Ministro socialdemócrata; propuso y explicó sistemáticamente, un retorno de EEUU al patrón oro, que si hubiera sido escuchado, la paulatina crisis del dólar nunca hubiera tomado lugar.
Mises insistió no sólo en La Acción Humana, sino en el resto de su muy prolífica obra, que el liberalismo clásico defiende la propiedad privada y la economía de libre mercado, no porque sea el mejor sistema de cooperación social que proporciona un amplio margen para la libertad y la elección personal a todos los miembros de la sociedad, al tiempo que genera los medios institucionales para coordinar las acciones de miles de millones de personas de la manera más racional, económicamente hablando, sino porque es el único posible.
Por eso, más tarde, cuando llegó a EEUU en 1940 a los 59 años, Mises fue relegado, ignorado por las grandes universidades estadounidenses y al principio tuvo que vivir al muchas veces hasta de la caridad de sus amigos, hasta que luego vivió en un departamento pequeño del cual no salió hasta sus últimos días. EEUU se encontraba en pleno auge de la revolución keynesiana, del constructivismo, el neopositivismo y la ingeniería social, y aún así, Mises no le prestó demasiada atención a aquel conjunto de ideas fundadas en simple intuición. En vez de los reconocimientos a los grandes keynesianos y fabricantes de armas de aquel entonces, criticó dura y abiertamente al FMI, advirtiendo los desastres que provocaría y que efectivamente provocó, e incluso propuso un plan completo de reformas económicas durante la misma década para México, que si hubiera sido escuchado hoy sería igual a EEUU.
Sin embargo, y a pesar de la aplastante victoria del capitalismo y el libre mercado tanto en lo teórico como en lo práctico con la caída del Imperio Soviético, lamentablemente queda muchísimo por hacer. Los gobiernos de Occidente, cuyo origen civilizatorio que Mises tanto trató de explicar y defender, no han dejado de crecer interviniendo en la economía y reprimiendo los derechos individuales de propiedad privada, pues, por ejemplo, los Bancos Centrales todavía gobiernan sobre la moneda alrededor del mundo.
Siempre será injusto hacer una reseña del mejor de los trabajos de quien, sin duda alguna, ha sido el mejor filósofo y economista del Siglo XX, pero desde ya cabe advertir que, a diferencia de la gran mayoría de casos La Acción Humana no se trata de un simple manual o resumen de las últimas modas y novedades académicas sin demasiada reflexión científica de efímera vida, que presuponen que lo más nuevo y moderno recoge, engloba y mejora todo desarrollo teórico anterior, como en las ciencias naturales; quien lo lea, analice y estudie, podrá apreciar que de todos y cada uno de sus párrafos se puede desarrollar toda una tesis doctoral de economía aplicada. Tanto por su desarrollo extenso, sistemático y omnicomprensivo, como por su rigurosidad, aplicabilidad, pertinencia y relevancia, esto se trata del mejor tratado de Economía Política escrito nunca, sin temor a equivocaciones ni exageraciones.
Por la erudición de su autor y el peso intelectual de una obra de incalculable desafío, a la vez que de fuente inagotable de riguroso conocimiento y sabiduría científica, quien no haya leído o todavía no tenga en sus manos La Acción Humana, de Ludwig von Mises, difícilmente podrá preciarse de ser un científico social, economista o liberal de fuste.
Larga vida a la obra y legado de La Acción Humana, de Ludwig von Mises.
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