Son al menos tres los factores que nos permiten entender los resultados en las elecciones bolivianas:
1) El gobierno de Jeanine Áñez fue verdaderamente malo. Tanto que hay múltiples tareas pendientes de gran importancia. Una de esas encomiendas no abordadas fue la presentación de un diagnóstico claro, completo y profundo sobre cómo recibió la economía del país. Tanto en Hacienda como en el Banco Central de Bolivia.
Con su silencio Añez daba a entender que todo estaba bien, y no es así. Esta actitud sirvió como aval implícito a la gestión de Luis Arce Catacora como ministro de economía y finanzas públicas durante los gobiernos de Evo Morales.
De hecho, ese aval lo había concedido la oposición mucho antes de que Arce fuera candidato. Por ejemplo, su contendor Carlos Mesa escribía artículos como este, en el que aseguraba que “el ministro Arce demostró un manejo adecuado de la macroeconomía en todos sus ámbitos, manejo acompañado por la exhibición de unas cifras simplemente impresionantes”.
En realidad, la economía ya se encaminaba hacia una crisis muy complicada de resolver, porque el modelo estaba agotado y necesitaba como mínimo un ajuste – cuando no una reforma estructural –, pero los candidatos jamás lo entendieron, ni durante la campaña ni antes de la caída de Morales.
La economía era el último elemento discursivo que el Movimiento al Socialismo tenía en su defensa y fue por eso que designaron a Arce Catacora como candidato.
2) Ninguno de los candidatos propuso nada radicalmente distinto a lo que hizo Arce durante 14 años. Todo lo que se propuso fue keynesianismo puro y duro. Por ejemplo, los candidatos generaron un consenso en torno a que la salida a la crisis, que fue exacerbada y no causada por la pandemia, era incrementar la deuda pública externa para destinarla al gasto público. Eso fue justamente lo que hizo Arce Catacora, sobre todo desde 2014, para compensar los ingresos ante la caída de los precios de las materias primas.
Una cosa es no poder proponer una línea más liberal por temor a perder votos fundamentalmente de los empleados públicos, pero otra cosa es que los candidatos estén convencidos de que esa es la salida.
3) Camacho dividió fanáticamente, y Mesa, pasivamente, jamás buscó acuerdos ni unidad, y prefirió conquistar a un electorado desencantado del MAS que nunca votó ni votaría por él de todas maneras.
¿Hubo o no fraude el año pasado?
No cabe ninguna duda.
¿Qué futuro le espera a Bolivia con Arce?
Hay al menos dos preguntas importantes que surgen en este escenario:
¿Arce gobernará por sí mismo o lo hará en una fórmula como la de Alberto y Cristina Fernández en Argentina, donde la expresidenta gobierna cómodamente desde atrás?
Por otro lado, surge la pregunta de si haría algo como lo de Lenín Moreno en Ecuador, quien traicionó a Rafael Correa en cuanto pudo y lo hizo para bien.
En este sentido, pienso que la piedra en el zapato más grande será, por un lado, el narcotráfico (Morales es presidente de las 6 federaciones de cocaleros del trópico) y por el otro los compromisos con el eje Irán-Cuba-Venezuela-Rusia-China.
En términos económicos las preguntas son: ¿cuál será la prioridad de Arce Catacora? ¿Tratará de salvar su modelo con ajustes, o tratará de salvar la economía con reformas estructurales? Pienso que existe un margen de maniobra en el corto plazo.
Bolivia tiene la posibilidad de incrementar la deuda pública externa, que le permitiría estabilizar e incluso incrementar las reservas del Banco Central de Bolivia y garantizar la estabilidad del sector bancario y financiero, que es lo que más preocupación genera. También se podría reducir parcialmente el déficit fiscal, que alcanza casi el 15% del PIB.
No obstante, durante el período final de la campaña Arce Catacora dijo que Bolivia suspendería el pago de la deuda externa – concretamente con la CAF, el BID y el Banco Mundial – durante dos años. No por nada los bonos soberanos del país con vencimiento a 2028 cayeron ayer.
¿Estamos ante el renacer del socialismo del Siglo XXI en el continente?
No me queda la menor duda, pero les será relativamente más difícil que en el pasado. Una cosa es gobernar con precios del petróleo en $140, y otra muy distinta con el precio en $40 y estando ya obsoleto dicho modelo.
Además, ahora existen nuevas fuerzas políticas. Tal vez al final del conteo oficial de votos el MAS no cuente con dos terceras partes en la Asamblea.
Y en el plano internacional, Venezuela ya tiene 5 años de depresión económica continua. Argentina se encuentra al borde de la hiperinflación y probablemente la peor crisis política, económica y social de su historia.
Con este panorama el vecindario será muy difícil de gestionar políticamente.
LA GACETA, España.