El autoritario presidente de El Salvador, Nayib Bukele, anunció este pasado fin de semana, en la conferencia Bitcoin 2021, en Miami, que su país sería el primero en el mundo en hacer de este cripto activo una moneda de curso legal.
En un principio, para quienes no estuvieron al tanto sobre lo que realmente la ha motivado, esta iniciativa se trataba solamente de buenas noticias, al punto de que sus más grandes entusiastas se apresuraron en afirmar que se trataba de uno de los hitos más importantes desde que Satoshi Nakamoto -su supuesto creador- escribió el famoso white paper en 2008.
Pues, efectivamente, la Ley Bitcoin promulgada esta semana con 62 de 84 votos en el Congreso salvadoreño se trata de un hito sumamente importante para Bitcoin, pero no necesariamente para la causa de la libertad con la que se la suele vincular.
Lo que Bukele acaba de hacer con Bitcoin en El Salvador está trayendo mucha confusión respecto de si es realmente bueno o no para la causa de la libertad, y sobre todo para los salvadoreños.
El anuncio de Bukele en aquella conferencia de Miami fue definitivamente sorpresivo, y teniendo en cuenta no sólo sus antecedentes y perfil político cada vez más autoritario, sino también la coyuntura económica reciente de El Salvador, el anuncio era más bien motivo de sospecha y escepticismo, cuando no de peligro.
Los motivos de Bukele para improvisar rápidamente con Bitcoin
Luego del vergonzoso episodio de irrumpir en la Asamblea Legislativa acompañado de militares armados en febrero de 2020 –después de que dicha institución se negó a aprobar unos fondos que destinaría a su plan de seguridad–, en semanas recientes Bukele se vio envuelto en una serie de cruces con representantes del gobierno de EEUU, que denunciaron y se opusieron al golpe que dio el primer día de mayo al Poder Judicial destituyendo a cinco miembros de la Corte Suprema de Justicia y al Fiscal General.
Entre las primeras consecuencias que El Salvador puede sufrir por el impasse de Bukele con EEUU -“esto no es de su incumbencia”, dijo el salvadoreño a su homólogo estadounidense-, es que este último imponga sanciones por las que los migrantes que envían remesas a sus familiares, tengan dificultades para seguir haciéndolo; de estos recursos dependen alrededor del 24.2% de los hogares en el país centroamericano.
Ahora mismo, Bukele lleva un ritmo de incremento y niveles de gasto público, acumulación de déficit y endeudamiento que reducen su margen de maniobra gubernamental y política de manera significativa, por lo que necesita de financiamiento casi de manera urgente. Caso contrario, tendrá que asumir el costo político que implican los ajustes y reformas estructurales que viabilicen los $1.300 millones que esperaba de instituciones como el FMI –que EEUU respalda–, además de parte de otros $4.000 millones.
Así las cosas, Bukele se negó a revertir sus medidas contra los magistrados y, por tanto, prefirió no sólo resistirse a buscar la manera de enmendar los vínculos diplomáticos y de cooperación entre El Salvador y EEUU, sino que buscó rápidamente el vínculo con China mediante la firma de un acuerdo de cooperación para la construcción y donación de obras de infraestructura por un valor de “$500 millones en inversión pública no reembolsable y sin condiciones”.
Y no sólo eso, sino que el mismo día de la firma con China, la Casa Presidencial de El Salvador publicó una foto de Bukele con diplomáticos rusos y una cita que decía: “No tiene nada de malo tener buenas relaciones políticas siempre y cuando sean con respeto. Sabemos que el potencial de la relación con Rusia es grandísimo”.
Es precisamente por todo esto que Bukele se ha apresurado a buscar alternativas con Jack Mallers, fundador de Strike, la billetera digital líder en el mundo construida sobre la Lightning Network de Bitcoin, para mantener la economía salvadoreña a flote -así como los flujos con los que su propio gobierno trabaja- en el corto plazo.
La polémica detrás de la Ley Bitcoin
La tan esperada –como polémica– Ley Bitcoin fue promulgada esta misma semana, aunque confirmando las sospechas sobre los peligros que conlleva.
La ley tiene 16 artículos, entre los que se destacan dos o tres, pero el más importante es el Art.7, que dice: “Todo agente económico deberá aceptar bitcoin como forma de pago cuando así le sea ofrecido por quien adquiere un bien o servicio”.
Primero, esto no significa que Bukele haya tenido un arranque de sensatez para convertirse en el último liberal en el mundo al hacer de El Salvador el primer país en dar curso legal a Bitcoin, sino que, por el contrario, está obligando a los salvadoreños adoptarla, a correr con una serie de riesgos que de otra manera no sería posible.
Esto no es un simple detalle, como no pocos han pretendido afirmar para soslayar el impacto y alcances de la normativa, pues una cosa es legalizarlo y otra muy distinta es hacer su uso obligatorio mediante la ley.
Algunos de sus parlamentarios han tratado de matizar dicho peligro, pero el propio Bukele ha dicho claramente en una conversación con una serie de influencers en Twitter: “Aceptar Bitcoin será obligatorio”. Por ejemplo, “si vas a un McDonald’s no podrán decirte ‘no aceptamos tu Bitcoin’. Tienen que aceptarlo por ley, (porque) es de curso legal”.
Los peligros del positivismo jurídico de Bukele
Lo que afirma la Ley Bitcoin de Bukele es peligroso positivismo jurídico, puro y duro.
Para hacer un poco de memoria, el positivismo es, en sencillo, presuponer que, teniendo un conocimiento perfecto y una cantidad de información suficiente sobre cómo funciona la economía exactamente, es posible diseñar la manera en que tiene que funcionar una sociedad de manera objetiva.
Los positivistas, jurídicos, económicos, etc. son peligrosísimos ingenieros sociales que pretenden adaptar el comportamiento de la sociedad al modelo que han creado para ella, y toda vez que sus medidas no funcionan, primero culpan a los individuos que la componen de no hacer las cosas como ellos han determinado, y luego imponen leyes que fuerzan a la gente a comportarse de acuerdo con un diseño o modelo preestablecido.
Esto es lo que constituye el peligro de la vena cada vez más autoritaria y megalómana de Bukele, fiel a su admiración por Fidel Castro, el Che Guevara y Hugo Chávez.
Si Bukele realmente quisiera libertad para El Salvador, lo único que tendría que hacer es simplemente no prohibir Bitcoin.
Un ejemplo práctico: la dolarización de El Salvador ya se había dado de manera espontánea mucho antes de que se la adoptara formalmente en 2001, debido a que la inflación anual promedio alcanzaba el 30%.
En cambio, Panamá no tiene una economía dolarizada porque así lo haya determinado gobernante alguno, sino porque la primera Constitución de Panamá decía en su artículo N° 117:
“No podrá haber en la República papel moneda de curso forzoso. En consecuencia, cualquier individuo podrá rechazar todo billete u otra cédula que no le inspire confianza; ya sea oficial o particular.”
La segunda oración desapareció con el pasar del tiempo, a medida que el mercado político panameño se fue inclinando por el control e intervención, pero el espíritu con el que fue redactado este artículo, el de no permitirle al Estado la emisión de moneda de curso forzoso, se ha mantenido y respetado por más de cien años, y con ello Panamá ha disfrutado de importantes beneficios financieros y monetarios.
Peor todavía, dado que el alcance de la Ley Bitcoin no se mide por el número de artículos que comprenda, o por lo que diga uno de ellos en específico, sino por el espíritu con el que ha sido escrita, sería absurdo que, si acaso alguien está tentado de invertir en Bitcoin en El Salvador y no está de acuerdo con el Art. 7, se ahorra cualquier problema si simplemente se modifica o elimina. De ninguna manera.
Esto sería como lo sucedido con la Constitución Política del Estado que el Movimiento al Socialismo pretendió imponer inicialmente en Bolivia. Era mucho más ambiciosa para sus planes que la que fue aprobada. Se le hizo algunas modificaciones en el Parlamento con determinados pactos que hubo con la oposición, pero el haber quitado o modificado determinados artículos no le impidió a Evo Morales concentrar y abusar del poder después.
¿Libertad desde el Estado?
Es un error esperar que sea un gobernante -o el Estado- el que otorgue libertad a los individuos. Se observa en los liberales y seguidores de Bitcoin –que se han apresurado en celebrar el proyecto de Bukele– un entusiasmo mal planteado.
El profesor Carlos Rodríguez Braun, un economista liberal clásico argentino exiliado en España desde hace varias décadas, suele responder a quienes le preguntan cómo un partido político liberal puede ganar las elecciones, citando una frase del general Francisco de Paula Santander, escrita en el Palacio de Justicia de Bogotá: “Colombianos las armas os han dado la independencia, pero solo las leyes os darán la libertad.”
Esta es una frase muy peligrosa, porque lo que realmente dice en buen español es que, si son las leyes las que dan la libertad a los individuos, pues son las mismas leyes las que se la pueden quitar.
El peligro del “efecto aspiradora” de Bitcoin
Pero esto no termina aquí, porque las consecuencias de una adopción forzosa de Bitcoin en El Salvador no son solamente de tipo legal.
Steve Hanke, economista y profesor de la Universidad Johns Hopkins, uno de los ideólogos de la dolarización que Carlos Saúl Menem impulsaba para Argentina a principios de los años 90 e impulsor del proceso de dolarización en varios países, ha señalado -con absoluta razón- que “lo que los salvadoreños realmente quieren es una moneda de verdadero curso legal, lo que realmente quieren son dólares”.
Ahora mismo –y como señalamos– El Salvador tiene muy pocas reservas y requiere de financiamiento casi urgentemente, con lo cual, si acaso el precio de Bitcoin cae casi un 50% de la noche a la mañana, como ha sucedido en el último mes, significa que los tenedores de la criptomoneda recortarán sus pérdidas vendiendo la cripto y demandando los pocos dólares que tanto el Estado salvadoreño como sus ciudadanos tienen en sus balances contables, como un “efecto aspiradora”, y no habrá nada que Bukele ni los salvadoreños puedan hacer al respecto.
En suma, todos los amantes y defensores de la libertad y los derechos individuales de propiedad privada queremos que Bitcoin sea realidad algún día, y que finalmente los gobiernos y sus bancos centrales devuelvan a los mercados las atribuciones y facultades de proveer una moneda sana y soberana para que los individuos puedan convivir en sociedad, pero esta -definitivamente- no es la manera.
Columna originalmente publicada en La Gaceta de la Iberosfera, el 12 de junio de 2021.