La inversión extranjera directa en China se desploma a mínimos de 30 años

La caída de China, la segunda economía más grande del mundo, en una de las más graves crisis ecnómicas que ha sufrido en décadas no tiene freno, y se evidencia en uno de los últimos datos más relevantes que se acaba de revelar: la caída drástica de la inversión extranjera directa a niveles no vistos en 30 años. Según datos recientes, la inversión directa de empresas extranjeras en China ha disminuido significativamente, con una caída del 82% respecto al año anterior y alcanzando su punto más bajo desde 1993.

Este declive histórico refleja los desafíos que enfrenta China en medio de los bloqueos por COVID-19 y una recuperación económica débil. A pesar de los esfuerzos del gobierno para atraer inversión extranjera y estimular la economía, los datos muestran una tendencia preocupante de empresas extranjeras que retiran su capital del país debido a tensiones geopolíticas y condiciones económicas inciertas.

Además, el debilitamiento de la inversión extranjera directa no solo afecta a China, sino que también tiene repercusiones a nivel global, con empresas de países como Japón, Corea del Sur y Taiwán reduciendo drásticamente sus inversiones en el país.

La huida retrógrada del régimen hacia el maoísmo ha intensificado el estado de ánimo pesimista. Para ayudar a impulsar la economía, el presidente Xi Jinping se dirigió a los inversionistas en la cumbre de la APEC en noviembre en San Francisco, prometiendo crear un “entorno empresarial de clase mundial”. La política gubernamental, explicó, estaba “diseñada para facilitar que las empresas extranjeras inviertan y operen en China”. El discurso de Xi fue un reconocimiento tácito de su propio fracaso.

Hace una docena de años, Xi Jinping, un aparatchik sin color que había ascendido cuidadosamente en la jerarquía política de la RPC, tomó el control, convirtiéndose en secretario general del PCCh y presidente chino. Había muchas esperanzas de que fuera un reformador, eliminando los controles económicos estatales y fomentando el comercio internacional.

Sin embargo, resultó ser un Mijaíl Gorbachov al revés, disfrazando sus verdaderas intenciones de recolentar la economía y el resto de la sociedad. De hecho, la naturaleza de su gobierno fue prefigurada durante los últimos días de su vicepresidencia, cuando desapareció de la vista pública, aparentemente ocupado combatiendo un insurgente intento de Bo Xilai, un carismático gobernador provincial, de alcanzar el poder. Al haber elevado a Xi con la responsabilidad de fortalecer la unidad del partido en una crisis, los paladines del PCCh no deberían haberse sorprendido cuando aceleró su campaña después de ser instalado.

Desde luego, estos eventos subrayan la urgencia de abordar los problemas económicos estructurales de China y restaurar la confianza de los inversores tanto nacionales como extranjeros. En un momento en que la economía china se enfrenta a desafíos sin precedentes, es crucial que Beijing implemente medidas efectivas para revitalizar el crecimiento económico y restaurar la estabilidad financiera con una ambición que solamente podría ser compatable a las reformas orientadas hacia la apaertura de la década de los años 70.

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