Bolívar fuerte: el mejor papel higiénico

Como ya es costumbre, Gonzalo Chávez ha publicado una interesante columna dominical criticando -y con toda razón- la crisis económica venezolana, que ha llegado al absurdo de no poder atender el abastecimiento doméstico de papel higiénico.

En realidad los problemas económicos venezolanos recuerdan no el ridículo al que siempre se expone toda planificación central, porque cuando los fines justifican los medios en realidad es dramático. Por ejemplo, la URSS llegó a construir tal poderío militar que, en palabras de Gorbachov, era capaz de destruir la humanidad mil veces y enviar sputniks al espacio, pero al mismo tiempo era vergonzoso formar parte de un gobierno cuyo Comité Central no era capaz de resolver los problemas de la vida cotidiana como las medias panty de las mujeres, o el abastecimiento de pasta dental y jabón el polvo.

No obstante, lo que es verdadero objeto de interés en el análisis de Chávez, a pesar de no haberse referido en absoluto al núcleo del problema que fue la devaluación del 46% del bolívar fuerte contra el dólar hace tan sólo cuatro meses, y además de la obvia crítica contra el proteccionismo mercantilista, es la referencia que hace de la Alemania –República de Weimar– de los años 20, apuntando:

[S]e pueden extraer lecciones interesantes de la escasez de papel higiénico. Dada la elevada inflación que registra la economía venezolana, el producto en cuestión podría estar desempeñando algunas funciones del dinero, como la de reserva de valor y medio de intercambio, en especial en los mercados negros.

En realidad, ésta puede ser una de las causas de la escasez. Como el impuesto-inflación es elevado y se come el valor del bolívar fuerte, es racional, desde el punto de vista económico, tener rollos de papel antes que dinero. La historia económica mundial está llena de ejemplos de “dinero-mercancía”.

Durante la hiperinflación alemana, los cigarrillos se volvieron medios de pago y reserva de valor. Sin embargo, el papel higiénico superaría a los puchos. En efecto, el papel higiénico puede ser mejor fraccionado, se lo puede doblar sin riesgo y hasta se lo podría adecuar al ancho de una billetera. Un refresco podría costar una rollo y medio, por ejemplo.

El proceso espontáneo y evolutivo de la sociedad para lograr una institución como el dinero, tiene ya alrededor de 4 mil años, y Gonzalo Chávez hace bien en citar algunos ejemplos, pero hace mal en obviar el oro (y la plata) como el mejor dinero mercancía en la historia, tal vez porque el nacimiento del keynesianismo que profesa tiene su origen en la eliminación del patrón oro por parte de los gobiernos de Hoover temporalmente, Roosevelt incluso confiscando el oro a los ciudadanos, y finalmente Nixon terminando con su convertibilidad. Por esto, una vez que los gobiernos eliminaron el oro como el mejor dinero porque, ciertamente, constituye un corset para la política monetaria, empezó la política del nacionalismo monetario para consecuentemente provocar mayor inestabilidad económica durante el siglo XX que en los cien años anteriores, pretendiendo reemplazar al mercado en la producción de dinero y el establecimiento del precio de la moneda. Es pues ésta, la fijación de precios mediante devaluación, la fuente de la escasez venezolana y no otra.

Ahora, a pesar de hacer bien en recordar la hiperinflación, que más tarde ayudaría a Hitler llegar al poder por la vía democrática y consolidarse como una dictadura, como el recuerdo de que incluso los cigarrillos podrían convertirse en dinero una vez que a los gobiernos “se les va la manos” con su “sintonía fina”, es importante decir que el análisis es exactamente el inverso, que no es que el papel higiénico venezolano vaya a cumplir las funciones de dinero mercancía, sino que las permanentes manipulaciones inflacionistas del gobierno han llevado al bolívar fuerte a cumplir las funciones del papel higiénico. Es la simple y casi elemental ley de utilidad marginal aplicada a la producción de dinero.

Luego, Gonzalo Chávez concluye su columna con otra importante observación:

Finalmente, la escasez de papel higiénico y la falta de alimentos es uno de los síntomas de la enfermedad holandesa, una economía sobreconcentrada en petróleo, que vía apreciación del tipo de cambio real y reasignación de mano de obra hacia los sectores de hidrocarburos y servicios, estrangula lenta y pero indefectiblemente a la industria y producción nacional, en este caso de Venezuela. Como se puede ver, la economía está en todas partes y siempre nos da lecciones. Nunca es tarde para aprender, inclusive en el trono de su casa (…)

Efectivamente, es importante, pero también equivocada. Sucede que si frente a la manipulación monetaria gubernamental como causa de las crisis económicas, tanto en la República de Weimar de hace un siglo como en la Venezuela actual, está el oro como el mejor dinero mercancía, al ser utilizado como patrón, no habría forma posible de registrar las consecuencias en forma de enfermedad holandesa, pero el uso del metal dorado, además, no debería ser considerado como ni siquiera como alternativa a la manipulación monetaria gubernamental, sino como respeto irrestricto a los derechos de propiedad, origen de la prosperidad.

Ciertamente, nunca es tarde para aprender, pero la obstinación socialista deja perplejo a cualquiera.

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