Israel M. Kirzner: ¿Nobel de Economía 2014?

Hace unos días Thomson Reuters publicó su habitual lista de posibles candidatos a recibir el Premio Nobel, y esta vez sorprendió con la corta lista de quienes podrían recibir el máximo galardón en economía de 2014. Por si el motivo por el que recibiría el galardón no fuese suficientemente relevante, sus estudios sobre el espíritu empresarial y el rol que el mismo juega en el crecimiento de una economía, uno de los candidatos favoritos resulta ser nadie menos que Israel M. Kirzner.

KirznerYa son varios años, al menos desde 2005, que sus seguidores vienen argumentando el motivo por el cual Kirzner merece el Nobel de Economía o de cualquier máximo galardón de ciencias sociales. Es cierto que los mismos economistas que aclaman el Nobel para Kirzner reprochan a su vez el hecho de que cuando un economista recibe tal reconocimiento, se supone que es la gran novedad, que determina el mejor economista, y que el mejor economista es a su vez el más actual porque también se supone que ha recogido las últimas modas del mundo académico. Y probablemente sea cierto, pero para el ámbito de las Ciencias Naturales y nunca para el ámbito de la Ciencia Económica. Nada podría estar más lejos de la verdad, porque entre otros motivos se trata de un viejo mito del aquel que presupone que lo reciente engloba, mejora y supera todo desarrollo teórico anterior.

La obsesión por la novedad impide que las ciencias sociales, la Ciencia Económica y la Economía Política en particular, impide que se fundamente en principios y características esenciales del ser humano, y ha preferido elaborar un compendio heterogéneo de modas antojadizas que no han significado un esfuerzo por indagar en la solidez de sus cimientos, si es que además los tienen siquiera.

De hecho la gran parte de los estudiosos de la Ciencia Económica que han sido premiados hasta el momento, en realidad han ido asemejándose cada vez más a una disciplina cuyo grado de formalización y reduccionismo del individuo ha terminado comparando el comportamiento del mismo dotado de razón al comportamiento de los átomos y las bacterias.

Kirzner, en cambio, es parte de la tradición que, al menos desde Menger en 1871, es capaz de explicar todo fenómeno económico sin recurrir a los métodos propios de las ciencias naturales, es decir, sin acudir a grandes modelaciones, fórmulas o ecuaciones matemáticas alejadas de la realidad.

Es por esto que el Nobel en realidad ha ido a alentar los malos hábitos de los científicos (ingenieros) sociales, probablemente hasta el punto de hacerlo por el objeto de ganar premios y reconocimientos por parte de sus colegas más cercanos, y no necesariamente por el esfuerzo de buscar la verdad científica y además encontrarla. Y aún más, incluso para ganar que se les otorgue una autoridad moral que ningún científico en realidad debiera tener sobre ningún otro hombre. De hecho, Hayek, en su discurso de recepción del Nobel en 1974, sostuvo:

[T]he Nobel Prize confers on an individual an authority which in economics no man ought to possess. (…) There is no reason why a man who has made a distinctive contribution to economic science should be omnicompetent on all problems of society – as the press tends to treat him till in the end he may himself be persuaded to believe.

Es así que este podría ser uno de los muchos motivos por el cual el Nobel en Economía resulta ser tan polémico como probablemente lo ha sido siempre el Nobel de la paz. Y de hecho Hayek probablemente estuvo advirtiendo lo que desde 2008 ha estado sucediendo con un Nobel como Krugman, que a través de sus columnas en el New York Times ha ido perdiendo toda consideración de sus colegas, a la vez que ha sido cada vez más influyente en la aplicación de políticas inflacionistas de monetización de deuda que agravan toda situación de crisis económica alrededor del globo, y cuyo máximo deseo para terminar con ellas no es más que una catástrofe natural o invasión alienígena.

Sin embargo Hayek no perdió la oportunidad para más bien tratar de cambiar el curso de la problemática desde adentro, es decir, siendo parte del juego, aunque para que la Real Academia Sueca de las Ciencias cayera en cuenta del problema luego de nada menos que 40 años. Pero dada la elocuencia con que Hayek advierte los peligros que conlleva la autoridad moral de un Nobel, y los permanentes dislates de Krugman, ¿por qué el Nobel de Economía para Kirzner resultaría tan relevante para la Ciencia Económica luego de 40 años?

Kirzner es, junto a George Reisman, uno de los últimos dos discípulos directos del mejor economista y uno de los mejores filósofos del siglo XX, el miembro más importante de la Escuela Austríaca de Economía en su tercera generación y maestro inicial de FA Hayek: Ludwig von Mises. Kirzner completó su doctorado bajo la dirección de Mises en la Universidad de Nueva York, institución de la que hoy es profesor emérito, iniciando así sus contribuciones a la historia del pensamiento económico, la teoría del conocimiento, la función empresarial, la teoría heterogénea y subjetiva del capital, y la ética de los mercados.

Lógicamente, Thomson Reuters considera el trabajo de Kirzner como schumpeteriano. Pues efectivamente, así es. El rol que el empresario juega en la economía es fundamental, y ningún economista podría negarlo la forma en que el empresario tiende al equilibrio, pero con Schumpeter hay un problema: aunque su concepción era dinámica, pero sus explicaciones parten de puntos estáticos de equilibrio, y que por tanto llegan al mismo punto de partida.

En este sentido, lo que Kirzner hizo, siguiendo el trabajo de Mises en la Acción Humana (el primer Tratado de Economía en concebir el individualismo metodológico en términos auténticamente dinámicos) como discípulo directo, fue articular el espíritu empresarial en el proceso espontaneo de descubrimiento inherente del sistema de mercado.

Las principales contribuciones de Kirzner encierran la teoría del espíritu empresarial, pero no como una teoría en sí misma, sino como parte esencial del mercado como proceso dinámico, o una teoría que él podría llamar como el “proceso de mercado de del espíritu empresarial”. De hecho, Kirzner lo explica de la siguiente manera:

My work has explored, not the nature of the talents needed for entrepreneurial success, not any guidelines to be followed by would-be successful entrepreneurs, but, instead, the nature of the market process set in motion by the entrepreneurial decisions.

Kirzner complementó la explicación dinámica que Mises y Hayek hicieron del concepto de empresarialidad como protagonista del proceso de creación económica y de generación de riqueza de Schumpeter, y superó con mucho el concepto de equilibrio reduccionista de maximización u optimización de las escuelas neoclásico-walrasianas.

Uno de los motivos más importantes por los que Kirzner es merecedor del Nobel es por reforzar el concepto dinámico de Mises y Hayek sobre la función empresarial como la fuerza protagonista y creadora de todos los procesos sociales. De hecho, como afirma Huerta de Soto, la función empresarial para entenderlo en una dimensión kirzneriana:

Es el proceso de descubrimiento del que es precisamente la innata capacidad empresarial del hombre, manifestada a través de su propia acción creativa, la que hacía posible la vida en sociedad al descubrir los desajustes sociales, y al crear y transmitir la información necesaria para que cada actor aprendiese a disciplinar su comportamiento en función del resto de sus congéneres.

El proceso empresarial da lugar a una especie de, como diría nuevamente Huerta de Soto, «Big Bang» social continuo que permite el crecimiento sin límite del conocimiento. La función empresarial se basa en un importantísimo fenómeno de feedback o retroalimentación: su desarrollo hace posible mantener volúmenes crecientes de población, los cuales, a su vez, alimentan de nuevo e impulsan de manera aún más potente el futuro desarrollo o expansión del big bang social, y así sucesivamente.

En este sentido, Kirzner va construyendo su aporte afirmando que el ejercicio de la empresarialidad implica una especial perspicacia (alertness), es decir un continuo estar alerta que hace posible al ser humano descubrir y darse cuenta de lo que ocurre a su alrededor. Para Kirzner, la función empresarial y su “alertness” consisten identificar oportunidades en la solución a los problemas de gente que no conoce, y que aprovecha de ellas en un legítimo objetivo de ganancia. Pero incluso más que eso, el “alertness” es un proceso introspectivo que articula información y conocimiento que nadie más tiene y que termina convirtiendo en una idea.

Algunas de las obras más importantes de Kirzner, que además cubren el campo de la administración de empresas y la gerencia estratégica, son:

Competition and Entrepreneurship (1973)

Perception, Opportunity and Profit (1979)

Discovery and the Capitalist Process (1985)

Discovery, Capitalism, and Distributive Justice (1989)

The Meaning of Market Process (1992)

How Markets Work: Disequilibrium, Entrepreneurship, and Discovery (1997)

Sin las explicaciones que Kirzner ofrece sobre el proceso de mercado que tiende al equilibrio, todo el edificio teórico del equilibrio es casi un acto de fe y suerte, o un destino dejado no a economistas o empresarios, sino al misterio y la Divinidad. Pero a estas alturas de la brevísima exposición de la obra de Kirzner ya debería ser evidente el hecho de que la defensa de un sistema de libre mercado está estrechamente relacionada con la exposición de las fuerzas del mercado que impulsan su orden inherentemente espontaneo imposible de articular de cualquier otra manera.

Pero no sólo ha seguido y complementado la tradición Mises-Hayek, sino también la de Rothbard, quien estableció el vínculo entre la Ciencia Económica y la ética, es decir, el estudio de las normas que dan forma al proceso espontaneo y dinámico de cooperación social, en estrecha relación con el estudio del conjunto de normas que deben regir nuestro comportamiento, algo en lo que tanto insistió otro discípulo de Mises, Murray N. Rothbard.

Kirzner sostiene en su Creatividad, Capitalismo y Justicia Distributiva, que si cada ser humano está dotado de la innata capacidad empresarial de descubrir oportunidades de beneficio, entonces también tiene el legítimo derecho apropiarse -y con derecho natural- de sus resultados, pues además de que lo que ha creado él no era antes de nadie, termina favoreciendo a una cantidad inimaginable d epersonas que ni siquiera conoce.

En efecto, cuando se piensa en el trabajo de auténticos empresarios creativos inmersos en el proceso de descubrimiento del mercado, no es difícil imaginar que se esté hablando de las ideas de mentes inconfundiblemente brillantes como la de Steve Jobs, o incluso las de Peter Thiel o Elon Musk.

De esta manera, el Nobel para un austríaco después de 40 años luego Hayek, significaría ya no un desafío sobre la explicación de los recurrentes períodos de auge recesión en las economías, algo que ciertamente ya debería haber quedado claro mucho antes del actual proceso de “japonización” de Occidente, sino que significaría un auténtico y el más grande desafío para la microeconomía cuantitativa, mecanicista, ortodoxa y estática de equilibrio, desde la de Chicago de Alchian y Demsetz, hasta la más reciente de Akerlof, Stiglitz y Spence que merecieron el mismo galardón en 2001.

Significaría el reconocimiento del renacimiento y relevancia de los aportes científicos de la Escuela Austríaca de Economía desde los años 70, y sería auténticamente revolucionario porque a pesar de que otros simpatizantes de la Escuela como James, M. Buchanan, Vernon Smith o Lin Ostrom también han sido reconocidos con este máximo galardón, algunos problemas económicos tan graves como los de la Gran Recesión han supuesto también un desafío para el paradigma neoclásico walrasiano, cuando los economistas de las distintas escuelas que las componen no sólo siguen sin poder explicar satisfactoriamente las causas de la Gran Depresión luego de 85 años, sino que tampoco han podido advertir el desmoronamiento de la economía global entre 2007 y 2008 que no encuentra recuperación hasta el momento, y que solamente los teóricos de la Escuela Austríaca de Economía, desde Oresme, pasando por Menger, Mises, Hayek, Rothbard hasta Kirzner, han podido explicar.

Finalmente, por fortuna tengo un vínculo relativamente estrecho con esta parte de la historia del pensamiento económico, la Ciencia Económica, y la historia de la Escuela Austríaca de Economía, cuando Kirzner, en la más fiel y rigurosa tradición de la concepción de empresarialidad en sus más diversos aspectos que inicialmente desarrollaron Ludwig von Mises y Friedrich A. Hayek, es una de las influencias más fuertes en la obra de nadie menos que mi maestro Jesús Huerta de Soto, en particular sobre gran parte del espíritu con el que Socialismo, Cálculo Económico y Función Empresarial ha sido escrito.

Sería pues una enorme satisfacción que al pertenecer de una u otra manera a esta larga y rigurosa tradición teórica, como el primer y único discípulo directo boliviano de Jesús Huerta de Soto, uno de los exponentes más importantes de la Escuela Austríaca de Economía en habla hispana, en Europa y el mundo, Israel M. Kirzner sea hoy finalmente reconocido con el máximo galardón de la Real Academia Sueca de las Ciencias… Kirzner no sólo ha hecho aportes teóricos a la Ciencia Económica, sino que además habrá terminado haciendo justa historia.

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