La economía ha entrado en una dinámica lesionada a causa de la priorización de la política hormonal y la postergación de una gestión económica realista, en la que el partido de gobierno, Movimiento Al Socialismo, ha involucrado ya no solo a quienes contemplamos el largo plazo, sino a quienes experimentan el incremento de los precios diariamente.
El pasado 8 de julio, en el periódico La Razón, el ministro de Hacienda, Luis Alberto Arce Catacora, escribió un artículo que lleva el título de “La Inflación, un fenómeno mundial”, en un desesperado intento de justificar un tremendo bulto debajo de la alfombra.
El Ministro hace bien al iniciar el tema afirmando que “la inflación se ha constituido en el malestar general de muchas economías del mundo a partir de 2007 y en la preocupación de autoridades gubernamentales nacionales e internacionales quienes han asumido un conjunto de políticas para enfrentar la crisis alimentaria, asociada a los altos precios de alimentos y energía. Bolivia fue uno de los primeros, sino el primero, en la ejecución de políticas antiinflacionarias en el año 2007”, y también hace bien en afirmar que “a esta altura de la historia, no hay duda de que la inflación de estos últimos años es un fenómeno mundial”.
Hasta aquí estamos de acuerdo, y en realidad con el artículo entero, aunque en realidad no haya dicho nada nuevo. Sucede que Arce contaría con el apoyo de cualquier economista sensato si no hubiese omitido de principio a fin la nueva lógica que el Instituto Nacional de Estadística (INE) tiene para construir el Índice de Precios al Consumidor. Estamos convencidos de que existe inflación, pero no de la forma en que primero se construyen sus datos, y segundo, la ligereza con que se los interpreta.
La Fundación Milenio ha publicado un nuevo documento a cargo de Juan Brun, José Luis Evia y Germán Molina, dada la volatilidad e incertidumbre política: “Las implicaciones del cambio en la metodología de cómputo de la inflación en Bolivia”.
Además del hecho de que el INE no haya realizado ningún anuncio sobre el método que pretende aplicar para reconstruir la serie de datos del IPC en función de una nueva base, el documento de la Fundación revela que la ponderación de los artículos dentro del indicador no ha sido la más apropiada, ya que esta expresa que los bolivianos hemos incrementado nuestro consumo, habiendo caído nuestra renta. Esto genera desde luego, falta de credibilidad, distorsión en las cuentas nacionales y serios riesgos financieros.
Pero hay más, el “gobierno de los pobres” no se está dando cuenta de que con sus datos estaría afirmando (matemáticamente), que la calidad de vida de los bolivianos ha mejorado desde 1990, y peor aún, ¡estaría dando por ganada la batalla a todos sus enemigos, “los gobiernos neoliberales que condujeron al país hacia el infierno y la peor desgracia de su historia”!
Lo que se confirma con aquella manifestación del Ministro (y por lo tanto su gobierno), de que el incremento de precios en Bolivia solamente es parte de un fenómeno mundial, es que ya no se trata de simple retórica, sino de haber involucrado a una de las instituciones que contaba con más prestigio y que más había costado construir. No se trata más que de una complicidad que institucionaliza la mentira y reporta corrupción.
¿Esta es la forma en que un economista golpea la puerta de la pobreza, Ministro?
Artículo publicado en Los Tiempos.