La privatización como solución a la crisis

La economía más grande del mundo aún no muestra signos de mejoría. Luego de la nueva sacudida que el fraude de Madoff ha provocado en Wall Street, la Reserva Federal (FED) ha dado un nuevo giro inesperado, recortando nuevamente los tipos de interés en al menos tres cuartos de punto para dejarlos en un margen entre el 0 y el 0,25%, el nivel más bajo de su historia, una acción que podría terminar atando las manos de la misma institución.

La última vez que se presentó un escándalo similar fue con Enron y WorldCom a principios de la década, por lo que la FED redujo las mismas tasas de un 6,5 a un 2,5 por ciento para “salvar” la economía. Este es un tipo de medidas que responden a lo que Lord Keynes llamó “sintonía fina”, una maniobra política que depende de una exacta dosificación y oportunidad de las decisiones a través de los ya conocidos multiplicadores, es decir, cosas que en la práctica resultan demasiado difíciles, ineficientes e ineficaces, y que sobre todo, no se consigue dominar por completo.

Esta construcción teórica a la que, por ejemplo, Stiglitz quiere atribuir el triunfo de la razón para rediseñar los mercados, tendría que evitar las crisis, pero como en realidad impide al dinero desempeñar una correcta función, éstas son simplemente postergadas.

Sucede que para tomar le decisión de reducir las tasas de interés, es necesario que los agentes económicos (individuos, familias, empresas) tengan la posibilidad de disponer de sus ahorros, caso contrario, se trataría de una expansión de créditos otorgados con dinero que no existe. Cuando una persona dispone del dinero por el que no trabajó, dinero fácil, empieza a invertir en negocios que no conoce y donde otros no dudarán en aprovecharse de aquella ilusión para especular, estafar y provocar la quiebra del negocio.

Con esta observación, se escuchó alguna tímida voz que recomendaba volver al “patrón oro” (el equivalente que los billetes tienen en determinada cantidad de oro), para mantener la estabilidad en el valor del dinero. Alguna otra persona propuso acumular los stocks de commodities existentes como reservas con el mismo objetivo. ¿Es esto posible cuando la gente no está dispuesta a respetar las reglas del juego establecidas?

Ciertamente, no existe base teórica alguna para justificar el monopolio de los gobiernos en la emisión de dinero. La pregunta correcta sería si es posible mantener la estabilidad monetaria sin la intervención de los gobiernos, más allá de cómo deben hacerlo.

El Premio Nobel de 1974, Friedrich A. von Hayek, tuvo la idea de poner la emisión de dinero en manos de firmas cuyo negocio dependa de su éxito en mantener estable al dinero que emiten, es decir que aquellas entidades deben regular la oferta de su dinero para que el público lo acepte en virtud de su estabilidad. Lógicamente, la idea está anclada al principio de libre competitividad, lo que obliga a estas instituciones buscar la forma más fácil, eficaz y eficiente de mantener la estabilidad monetaria, evitando toda fluctuación industrial o período de depresión, en vez de buscar medidas desesperadas que la generen o la agraven.

Por ahora, cualquier otra idea no se trata más que de buenas intenciones y perniciosos resultados, de lo perverso que resulta el obstinado deseo (por más bien intencionado que sea) de controlar, planificar y ordenar todo fenómeno natural en el que se involucra el ser humano, y ciertamente, éste, “mientras está persiguiendo sus propios intereses, contribuye más a los intereses de la sociedad que cuando quiere promoverlos intencionalmente”.

Publicado en The Independent Institute, Hoy Bolivia y Los Tiempos.

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