Posiblemente 2013 marque un nuevo momento extraordinario en la economía global, pero aun en el contexto del agravamiento de la Gran Recesión. Sin que las grandes economías como EE.UU. y la Unión Europea hayan iniciado una sólida recuperación, hoy se registran nuevos desequilibrios globales que alcanzan incluso a las economías emergentes de la tesis BRICS que habían sostenido parte del crecimiento global durante al menos la última década.
No pocos apuntan las causas de este problema, referido con el eufemismo de políticas “poco convencionales”, de los principales bancos centrales del globo, y principalmente de la Reserva Federal y el Tesoro de EE.UU. al haber agravado una situación que aparentemente habrían solucionado con el rescate de Fannie Mae, Freddie Mac y otras entidades como Bear Sterns, y la bancarrota de Lehman Brothers en 2008, al programa de estímulo monetario “Quantitative Easing”. Con niveles de tasas extraordinariamente bajos y a través de la compra masiva de activos financieros, esta política es en realidad aquella vieja estrategia de pauperizar la moneda local para estimular las exportaciones de una economía nacional, pero siempre generando, además de romper con el esquema de la división internacional del trabajo, nuevos efectos adversos al interior de las economías trasladando las pérdidas de aquellas empresas poco competitivas al resto de la población y generando nuevas burbujas.
Es cierto que es más fácil decirlo ex post, pero algunos aseguraron que las consecuencias de esta política tomarían la forma de la primera hiperinflación de EE.UU. Su temor probablemente se funda en la teoría cuantitativa del dinero o la experiencia en países como Bolivia entre 1982 y 1985, pero no se registró -o al menos no todavía- el rechazo del dólar estadounidense o una huida generalizada del público hacia activos reales porque en realidad se trata de dinero escriturario, a saber, creación de depósitos en la Reserva Federal a favor de la banca comercial y de inversión que recién más tarde puede ser utilizado como dinero impreso o billete común circulante, y además porque la demanda de esta moneda de reserva alrededor del globo todavía se mantiene.
Más importante aún, así como la teoría señala desde Richard Cantillon, el sector económico por el que todo dinero de nueva creación es introducido resulta determinante. Esta masiva liquidez sin precedentes no ha ido a facilitar el préstamo de la banca estadounidense como se tenía pensado, sino que junto a la respuesta del Banco de Inglaterra y, en menor medida, del Banco Central Europeo, se ha expandido por todo Occidente a través de los mercados financieros hacia materias primas y mercados de deuda de países semi-dolarizados y en vías de desarrollo, que incluso han podido emitir bonos de baja calidad accediendo a los mercados a muy bajas tasas, así como se ha expandido también por todo Asia a través de las propias políticas expansivas del Banco de Japón y el Banco de China, seguidos por el de India e Indonesia.
Los flujos de capital hacia economías emergentes, que se iniciaron entre 2002 y 2008, 2009 y 2011, para repuntar a fines de 2012, tuvieron sus principales determinantes en las diferenciales de las tasas de crecimiento real, de tipo de interés y aversión a riesgos globales. Es decir, mientras las mayores tasas de interés de mercados emergentes en relación a las de economías desarrolladas cercanas a cero alentaron los flujos de capital, mientras el incremento de los riesgos globales, como los de la Unión Europea en 2011, los desalentaron.
Sin embargo, la figura ha empezado a cambiar desde que a mediados del mes de mayo Ben Bernanke anunció que los 85 mil millones mensuales que introduce en la economía podrían terminar tan pronto como en septiembre de 2013 o enero de 2014. Pues en anticipación a lo que podría suceder en mayor escala si este giro finalmente llega a hacerse efectivo, y recordando los eventos que precipitaron las crisis financieras de fines de los años 90, se observó un sudden stop de inversión en los mercados emergentes, una dramática caída del flujo de inversiones de corto plazo a través de activos de alto riesgo como acciones y divisas, que se ha extendido durante los últimos meses para también observar un simultáneo incremento en la cotización de hasta casi un 3% en los bonos del tesoro estadounidense a diez años.
Expectaciones de mercado
Fuente: elaboración propia con datos de Yahoo Finance.
Sin embargo, como ya se anotó, este proceso ha terminado afectando también a los países de la tesis “BRICS”. Luego de que los paquetes de estímulo fiscal y monetario se mantuvieron desde 2008 hasta secar sus arcas para reportar déficits fiscales y en cuentas corrientes que se acrecientan a medida que se titubea con reformas estructurales. Desde luego que EE.UU. no iba a plantear reparo alguno al respecto, por lo que para compensar desequilibrios, en vez de abandonar rigideces laborales y productivas tempranas ante la escapada de inversiones, la copiada estrategia de fuertes devaluaciones de América Latina en los años 80 no se hizo esperar en India (cuya rupia ha sufrido una caída del 15% contra el dólar desde el anuncio), Indonesia (Indonesia) y Japón (que pretende duplicar su base monetaria hasta fines de 2014), y recortes de las tasas de interés por toda Asia, donde se observan déficits en cuenta corriente de hasta el 5% del PIB en algunos casos.
Y para poca sorpresa, la estrategia tampoco tardó en reaparecer en países como Brasil, Venezuela y Argentina ocasionando niveles de inflación de entre el 25% y el 40%, y perdiendo más de 13% de reservas en algunos casos como síntoma de una desaceleración que superaría el corto plazo.
Brasil ha sido afectado de manera particular. Su Ministro de Finanzas, Guido Mantega, advirtió las consecuencias de una guerra monetaria ya en 2010, y su presidente, Dilma Rousseff, visitó la Casa Blanca en abril de 2012 expresando “la preocupación de Brasil sobre las políticas monetarias expansivas de los países ricos que deprecian sus monedas y comprometen el crecimiento de las economías emergentes.”
No obstante, empeñado en señalar a terceros por problemas que en realidad son más domésticos, Brasil ya ha devaluado el real en un 17% desde inicios de 2013, la mayor caída en los últimos cuatro años, para terminar anunciando que lanza un nuevo plan de intervención monetaria de 60 mil millones de dólares hasta fines de 2013, recordando también el inicio de la crisis de fines de los 90.
Real, rublo y rupia frente al dólar estadounidense (feb-sep 2013)
Fuente: elaboración propia con datos de Yahoo Finance.
Las condiciones que hoy presenta América Latina son muy distintas a las que presentaba en 2007, año previo al inicio de la Gran Recesión. Los casos más alarmantes de la región son, y con mucho, Venezuela y Argentina, que en escasos doce años parece haber olvidado el default de 2001.
Argentina: tasas de inflación anual (jene 2012-jun 2013)
Fuente: Steve H. Hanke, The Johns Hopkins University.
Venezuela: tasas de inflación anual (dic 2005-jun 2013)
Fuente: Steve H. Hanke, The Johns Hopkins University.
Y curiosamente, un país igualmente populista pero dolarizado, Ecuador, que al estar imposibilitado de aventurarse precisamente en estas estrategias “poco convencionales”, reporta niveles de inflación irrisorios frente a la paradigmática Venezuela. Por tanto, podría salir mejor parado entre sus colegas frente a un segundo shock externo, como ya lo hizo en 2008.
Venezuela y Ecuador: tasas de inflación interanual, julio de 2013
Fuente: J.C. Hidalgo, The CATO Institute.
En este escenario Bolivia se ha expuesto a la renta fija con la emisión de bonos soberanos en un entorno que ha incrementado sus riesgos de manera considerable desde el inicio de la Gran Recesión en 2008, y aún más ante el cambio de política de la Reserva Federal, que indudablemente jugará efectos adversos sobre el país con una caída abrupta del precio de las materias primas y el incremento simultáneo de los costos financieros del servicio de deuda. Los factores de riesgo son incluso mayores si se llega a presuponer que con mayores acumulaciones de deuda denominada en moneda local (que alcanzaría un elevado 88% del total de créditos concedidos hasta fines de 2013, y con un acelerado incremento anual del 25%) se eliminarían las posibilidades de una crisis financiera. Por lo pronto, Brasil y Argentina seguirán ejerciendo cada vez mayor presión sobre el tipo de cambio mientras las rigideces laborales y productivas al interior del país se mantengan e incluso se incrementen.
Frente al giro de la Reserva Federal, entonces, para el corto plazo se presentan los escenarios de aterrizaje suave y forzoso. Para el primer caso, de una u otra manera la incertidumbre rodea la inminente transformación china hacia una mayor apertura. Las predicciones buscan un aterrizaje suave que difiere en cuanto a tasas de crecimiento cuyas predicciones oscilan entre un crecimiento promedio de 6.5% del PIB entre 2018 y 2022, y un 3 ó 4% para el mismo período. Y para el segundo caso, un aterrizaje forzoso se asocia a una eventual pero no lejana crisis de deuda en el continente asiático que podría partir bien de la locura del “Abenomics” o la precipitación de cualquier país asiático menor que emule la Tailandia de 1997. En cualquier caso, los riesgos son cada vez más altos y el margen de maniobra es cada vez menor.
Por el momento la situación parece ser controlable y el famoso tapering podría no llegar aún, pero tampoco es motivo para el optimismo y la complacencia. El ritmo de escapada de capitales de las economías emergentes debería ser lo suficientemente alarmante para el momento en que el anuncio de Bernanke finalmente se haga efectivo incluso antes de lo anunciado, tanto más pronto como la próxima semana en la reunión del FOMC.
Finalmente, el prolongamiento de la Gran Depresión de los años 30 no es sino una ilustración de las consecuencias de postergar ajustes a cambio de agravarlos. Cuando una guerra monetaria como la actual en la que los bancos centrales empiezan a devaluar uno tras otro, ésta suele servir de antesala para represalias comerciales mucho más amplias asociadas a controles de capital mucho más agresivos. Entendido como el mal menor, es preferible un aterrizaje forzoso hoy derivado de un incremento de tasas comparable al de Paul Volcker (del 10 al 18.9%) en 1982, que tener que sufragar las consecuencias de algo que de todas maneras debe suceder probablemente antes que mañana.
No se avecinan buenos tiempos, y limitarse a decir que las crisis económicas simplemente suceden sin precedente cuales cisnes negros, suele favorecer sólo a quienes en realidad las provocan.
Artículo publicado en Economia Bolivia.