No hay como la cultura argentina, y probablemente sea una de las más consumidas. Argentina siempre está, y lo comparte todo con muchos o con todos, pero si hay algo que es inapelablemente suyo es el tango, aunque quien hoy pretenda ser cruel también dirá que también lo son las profundas e intensas crisis económicas, y que las viven como componen el tango. Pero ambas cosas tienen algo que ver: Caminito, Compadrito, Farolito, están muy bien, pero Piazzolla garantizó lo mejor con mucho, convencido de que algo tan suyo y argentino como el tango podía cambiar decididamente para mejor, y lo demostró, pero para quienes hoy son protagonistas en la cultura política argentina también se ha demostrado que es posible ir de mal a peor vendiendo puro chamuyo.
Antes de la crisis de 2001, Argentina había anclado su moneda al dólar estadounidense con la convertibilidad un peso-un dólar durante más de una década, hasta que entre los distintos gobiernos de la época terminaron acumulando tamaño déficit fiscal, que en tan sólo dos meses provocaron la pérdida de dos tercios del valor del peso, los argentinos habían visto sus ahorros reducirse hasta un 25% y suspendieron el pago de la deuda. Fue la depresión más larga y probablemente la más profunda de la historia argentina si se considera que su PIB cayó más de un 11 por ciento en sólo un año, el “efecto tango” fue a su vez reconocido como una de las peores de la historia moderna.
Solamente una década más tarde, el peronismo ha llevado a Argentina a sufrir nuevamente el drama de la devaluación: el peso registra una nueva caída del 14 por ciento hasta rozar los 8.30 pesos por cada dólar, una de las mayores pérdidas de valor monetario de los últimos 12 años. Es decir, así como durante el menemismo el dólar no valía un peso, hoy con el peronismo tampoco vale 8.30, ha cambiado todo y no ha cambiado nada. Son los manotazos de una política económica ciega que pretende sostener así el desbocado nivel de gasto y afano de siempre, con la diferencia de que hoy sucede en pleno auge inédito de exportación de soya.
Pues quién sabe si por Stiglitz y Krugman, que han defendido las expropiaciones, el proteccionismo o las devaluaciones del modelo K frente a la también fallida convertibilidad de la era del menemismo, Argentina ha logrado vender al mundo lo peor que actualmente tiene: han vendido su más rancio keynesianismo marxistoide devaluador estilo Prebisch, al precio de la mejor obra del mismo Astor Piazzolla, ¡atorrantes!
Como cuando las cosas van realmente mal, siempre pueden ir peor. Todo el mundo está ahora consumiendo tango por moda, pero no es sólo por Venezuela ni pronto por Brasil también, sino por esta resabia política de devaluaciones que desde hace ya cinco años los gobiernos más grandes y ricos alrededor del globo han adoptado à l’Argentine, empezando por el de EE.UU. y su Reserva Federal, tratando de construir primero una falsa imagen de haber logrado el control de las caídas bursátiles y el repunte de la economía real de manera sostenida, sin advertir luego que pueden terminar como nuevamente termina Argentina hoy.
Pero los mercados finalmente han enviando señales difíciles de confundir: los estímulos no pueden continuar para siempre, los márgenes son cada vez más estrechos y una fuerte corrección bursátil es inevitable. Luego de que Bernanke anunciara en junio el posible fin del estímulo monetario para este mes, las economías emergentes han venido recalentándose por su propia monetización de deuda para sostener una estructura productiva de despilfarro a manos llenas y sobreendeudamiento, en reemplazo de la masiva salida de capitales, y tal parece que serán los mismos mercados quienes decidan por la Fed: la semana pasada se registraron las mayores caídas bursátiles desde junio; Japón empieza a ser cuestionando por su actual complacencia con la duplicación de su base monetaria hasta fines de año; Brasil, que ya arrastraba suficientes problemas domésticos de cara a seguir devaluando, acaba de recibir tamaña presión cambiaria desde el sur; China reporta una contracción en el sector manufacturero y corren fuertes rumores de corridas bancarias; y EE.UU. ya se enfrenta a una nueva negociación en el congreso para seguir incrementando los límites de endeudamiento.
No porque los argentinos celebren la amargura, drama y suspenso con su propia música tengan el extraño gusto de sufrir profundas crisis económicas cada diez años, pero tampoco es que se tumbaron todos a la bartola sin pensar su economía como Piazzolla pensó el tango, piazzollas para las reformas económicas estructurales contra las devaluaciones en Argentina los hay, son varios y son de legítima exportación.
Artículo publicado en Economía Para Todos, Hoy Bolivia, The Independent Institute y Economía Bolivia.