La crisis en Ucrania está tomando un giro del que no es para menos que se tema se convierta en el conflicto internacional más arriesgado de los últimos 50 años. En ella han terminado tomando partido las fuerzas más importantes del orden internacional, sin aún haber superado una crisis económica comparable a la consecuente de la Segunda Guerra Mundial o la legendaria Gran Depresión de los años 30.
Ucrania era la segunda economía de la Unión Soviética. Hoy es una economía de 176 mil millones de dólares que, para seguir creciendo, necesita que el gas que importa de Rusia sea menos caro que el acero que exporta, pero lo que viene sucediendo desde que se propuso abandonar la economía planificada previa a la caída del Muro, es el exacto opuesto: el gobierno ucraniano ha venido subvencionando la mayor parte del costo del gas vendido a los hogares de todo el país y buena parte de la Unión Europea, hasta quedarse sin el dinero de sus ciudadanos.
Más tarde, luego de que el FMI negara un préstamo al gobierno ucraniano mientras los precios del gas no sufrieran un ajuste (dejaran de ser subvencionados), Putin redujo los suministros a Ucrania condicionándola a revisar su posición respecto de los acuerdos que lleva con la Unión Europea como futuro miembro.
Los manifestantes ucranianos lucharon durante meses buscando libertad por medio del abandono de la unión política corrupta de sus gobernantes y su capitalismo de amigotes con Rusia, el sabotaje de sus elecciones y el resabio inflacionario comunista de la grivna con la que se financiaron provocando inflación, escasez, manifestaciones, represión, respuesta armada y consecuente dictadura.
Sin embargo, a pesar de que el 22 de febrero finalmente se llegó a una tregua pacífica una vez que Yanukovich se vio forzado a abandonar el país y alejarse del poder que Putin le había conseguido con sólo el 3 por ciento de votación, y cuando Yulia Timoshenko, líder de la Revolución Naranja que puso el fraude de 2004 en evidencia, fue liberada de la cárcel, los ucranianos aún permanecen en pie de lucha; la paz que los acuerdos fundamentalmente comerciales y monetarios les permiten con la Unión Europea y no con Rusia, todavía permanecen como objetivo fundamental.
Hoy Putin se rehúsa a perder la reconstrucción de un Tercer Imperio Ruso, provocando, con su invasión desde su base militar en Crimea, un Estado fallido de Ucrania en pleno centro de Europa. Sin embargo, para mayor inri, el nuevo Primer Ministro de Ucrania, Oleksandr Turchinov, comete el error de adoptar con Crimea la misma política que Putin aplica con Ucrania; y EE.UU. se ha involucrado a su favor defendiendo una constitución ajena en nombre de la comunidad internacional.
Crimea es una península ucraniana de fuerte tradición conservadora rusa, opuesta a ser miembro de la Unión Europea por temor a perder sus tradiciones y costumbres, incluyendo el idioma que hablan, pero Turchinov se ha apresurado en afirmar que no permitirá la conformación de una república autónoma de Crimea, es decir, su separación de Ucrania, concediendo las excusas que Putin busca para abalanzarse sobre Kiev.
La Unión Europea es una asociación de Estados con libre circulación de personas, capitales y mercancías, pero que aún niega selectivamente las familias, lenguaje y cultura de las naciones que la componen; es decir, hace bien en rechazar el separatismo violento de los Balcanes o del País Vasco, pero también advierte con la expulsión europea a los proyectos de separatismo pacífico de Flandes, Escocia (a la que el Reino Unido niega la inflacionaria libra que defiende frente a la propia Unión Europea), y Cataluña (aunque ésta, a su vez, también esquilma a sus ciudadanos con incrementos de impuestos para solventar una autonomía en bancarrota).
Estados Unidos, por su lado, que ya ha lidiado con casos de secesión, probablemente ahora esté buscando, con un dólar cada vez más débil, evitar que Putin continúe con sus aspiraciones de Lincoln soviético.
O dicho de otra manera, en este escenario, por una crisis económica que le hace cada vez más difícil ostentar su carácter democrático, Ucrania también debe tener muy claro lo que desea de Occidente.
Artículo publicado en Página Siete, Hoy Bolivia y The Independent Institute.
Don Ramón:
Pues, primero que nada, y como siempre, muchas gracias.
Luego, con su perspectiva, es más que cierto que la secesión catalana debería estar entre las violentas, aunque luego haya tratado de ilustrarla así por el lado económico. Sucede que esta vez me ha costado decir lo que realmente pienso del secesionismo catalán, que no se trata más que de nacional socialismo.
Es todo un tema aparte. Trataremos de abordarlo de la mejor manera en su momento.
Un saludo,
Mauricio.
Muy bueno el artículo sobre Ucrania, la Península de Crimea, los sueños de la resurrección de Catalina la Grande y también el Gran Pedro, la narcosis de reconstruir geográficamente el imperio soviético por el ex agente de la KGB ahora vendedor de gas y petroleo e intercambiador de puestos de jefe de estado a primer ministro y viceversa, estupendo.
Comparto también tú análisis sobre la subvención estatal a materias prima no renovables y sobre la economía de la zona euro. Lamentable el papel del presidente estadounidense y de la debilidad del jefe de su política exterior.
Sólo no comparto la idea de la separatista Cataluña, que en tú trabajo debería estar incorporada entre las regiones secesionistas violentas. La violencia lingüísta que desarrolla en las escuelas contra niños castellano parlantes, es violencia que raya la crueldad. El catalanismo deportivo y su modelo de inmersión deportiva en toda la comunidad autónoma- que siempre fue española- pese a los "inventos históricos" de los secesionistas, es violencia contra jóvenes deportistas de ambos sexos; te podría dar más ejemplos de la violencia de los secesionistas catalanes de nuevo cuño. Las alianzas secretas de ERC/ETA son suficientes para cerrar lo dicho.
Pese a este no compartir esa pequeñísima parte, repito que tú artículo está de primera. Eres el primer jóven profesional boliviano, que se refiere a este tema tan latente al mismo tiempo tan peligroso, que por estar lejos de "nuestro terruño", es ignorado por los "movimientos sociales".
Abrazos. Ramón J. Daza Rivero.