Gary S. Becker y el financiamiento estatal de la investigación económica

Madrid (12/2012).- Uno de los mitos a los que se acude de la manera más recurrente por los economistas de la corriente dominante, es que la investigación económica requiere de financiamiento estatal con la idea de otorgar a la sociedad la mayor contribución posible. Lo más común de estos casos es que se busca financiamiento estatal con un sólido argumento, aunque seguido por conclusiones totalmente equivocadas e inadmisibles, tanto desde el punto de vista moral como del económico: la investigación científica es una pieza fundamental para alcanzar el desarrollo, pero debido a su importancia necesitaría de financiamiento estatal.

En este sentido, nada menos que el reconocido Nobel de Economía de 1992, Gary S. Becker, publicó junto a su colega James J. Heckman un desafortunado artículo titulado Why the Dismal Science Deserves Federal Funding en una clara pero desafortunada argumentación en favor del financiamiento estatal de la investigación económica, con aceptables argumentos de principio, pero con reprochables conclusiones que no sólo deslegitiman aquellos argumentos, sino que llevan a incalculables consecuencias para la libertad individual, aquellas sobre las que el economista de la Escuela de Chicago no está acostumbrado a reconocerse como causante.

Argumentos en contra de la Ciencia Económica

gary beckerResulta al menos paradójico que el economista que en 1992 recibiera el máximo reconocimiento por los avances científicos en favor del capital humano cuyo núcleo es el comportamiento del individuo, y que luego, exactamente 20 años más tarde, manifestara decidida posición en favor del crecimiento del Estado mediante mayores atribuciones y competencias sobre la vida del individuo. No obstante, los problemas que pueden desprenderse de las afirmaciones de Becker en favor del Estado son bastante más preocupantes que los de una simple paradoja.

Gary Becker comete tantos errores tan rápidamente en el aludido artículo, que sólo en el segundo párrafo es posible encontrar evidencia sobre la ambigüedad de sus ideas y la falta de convicción sobre las capacidades del individuo de mejorar sus propias condiciones de bienestar frente a las de la planificación central:

The guiding principle is basic and obvious: We should cut federal government activities that can be performed at least as well by the private sector, and maintain, or even increase, productive federal activities that the private sector alone cannot handle effectively. There is legitimate disagreement about which activities belong in which category, but the great majority of economists have long agreed that the federal government should have an important role in the sponsorship of basic research.

Es importante concederle a Becker un importante acierto: el de empezar por reconocer que existen actividades que el sector privado (el mercado) puede hacer igualmente o mejor que el sector público (el Estado).

Ahora bien, no obstante de que Becker presupone que el mercado no podría hacer absoluta sino parcialmente todo lo que el Estado pretende hacer por el bien por el individuo (el mercado no necesariamente tiene que mantener negocios que trabajan a pérdida de manera forzosa), el economista de Chicago, peor aun, presupone que no existe manera alguna de saber qué actividad pertenece a qué categoría si no es mediante un órgano de planificación central que así lo decida, y no así las instituciones de orden espontaneo que han permitido los aciertos de la civilización siempre que se les ha permitido funcionar. Según Becker, ¿quién debería, si no es el mercado, decidir lo que el mercado hace mejor o peor que el Estado, en qué medida, en qué momento, de qué manera, qué motivos debería tener para hacerlo?

Inmediatamente, Becker continúa en el mismo segundo párrafo:

For-profit companies have weak incentives to invest in basic research partly because the results are not patentable, and partly because the culture of basic researchers, and the journals they publish in, makes the results of basic research available to all.

Aberración mayor; ¿qué le hace pensar a Becker que el problema no está precisamente en la sola existencia de patentes? Si se tiene en cuenta que si bien toda persona individualmente posee la información necesaria para alcanzar el fin que se propone sin necesidad de tener que relacionarse con otros individuos, pero cuando una persona necesita alcanzar un fin pero no conoce los medios para alcanzarlo, probablemente pueda conseguirlo de otra persona, incluso si ésta última no comparte los mismos fines y objetivos que la anterior.

Pues sucede que dado el carácter creativo de la función empresarial de una posible tercera que se dé cuenta de que existe un desencuentro de ideas entre la primera y segunda persona para alcanzar sus objetivos, es indispensable que las dos primeras personas al menos manifiesten cuáles son sus objetivos, las tres siempre en legítima búsqueda de ganancia.

Ahora bien, si de alguna manera se bloquea la información sobre cualquiera de las dos personas que no está segura sobre la mejor manera de conseguir sus objetivos, entonces el proceso de coordinación entre las tres personas también quedará bloqueado para, por tanto, conseguir sus objetivos, de nuevo, siempre en legítima búsqueda de ganancia.

Pues lo que Becker precisamente pierde de vista es el hecho de que la aplicación de patentes o “protección” de información, en realidad está bloqueando el mencionado proceso de función empresarial entre quienes poseen información sin saber cómo beneficiarse de ella, y quien identifica una oportunidad para coordinarla y asimismo beneficiarse de la misma. Quien no comparte información, no sabe cómo beneficiarse de ella; o bien, quien no sabe cómo beneficiarse de la información que posee, es imprescindible que lo manifieste para quien sí sepa cómo hacerlo se lo diga.

Becker luego abunda en ejemplos donde gracias al financiamiento estatal se consiguió resultados positivos, pero que en realidad sólo dan un gran círculo para terminar destruyendo su propia premisa.

Argumentos en favor de la Ciencia Económica

Friedrich A. von Hayek fue también premio Nobel, pero no sólo habiendo sido consecuente con sus ideas y argumentos hasta sus últimos días, sino también habiendo sido siempre consistente con la teoría que en 1974 le valió el mismo galardón que a Becker en 1992, escribió un ensayo en base al conocimiento en cuestión que, según Huerta de Soto, se encuentra entre los más importantes y trascendentales para la Ciencia Económica, a través del cual se entiende que “la Economía básicamente estudia procesos de transmisión de información práctica, cuyo contenido concreto depende de las circunstancias de cada momento y lugar” (2010[1992], p. 54).

Asimismo, Hayek, además de incluso haber utilizado el mismo argumento en el discurso de recepción del mencionado galardón de 1974, para advertir el peligro que significa pretender que una o varias personas no solamente no saben lo suficiente, o no tienen suficiente información para planificar cualquier economía de arriba hacia abajo, sino que además cometería errores de igual o mayor magnitud que aquel que pretende mejorar, en 1945 escribió El Uso del conocimiento en la sociedad, donde propone el objeto de la Ciencia Económica:

[E]l problema económico de la sociedad no es simplemente un problema de asignación de recursos “dados” —si “dados” quiere decir dados a una sola mente que deliberadamente resuelve el problema planteado por estos “datos”—. Se trata más bien de un problema referente a cómo lograr el mejor uso de los recursos conocidos por los miembros de la sociedad, para fines cuya importancia relativa sólo ellos conocen. O, expresado brevemente, es un problema de la utilización del conocimiento que no es dado a nadie en su totalidad.

De esta manera, Huerta de Soto interpretaría este invaluable aporte de Hayek (2010[1992], p. 85):

El objeto, de acuerdo con Hayek, de la Economía consiste en estudiar este proceso dinámico de descubrimiento y transmisión de la información que es impulsado continuamente por la función empresarial y que tiende a ajustar y coordinar los planes individuales, haciendo con ello posible la vida en sociedad.

Es lamentable que Becker, como probablemente el más importante miembro vivo de la Escuela de Chicago que se precia de ser defensora del libre mercado, concluya su artículo sosteniendo:

We cannot expect the market alone to support basic economic and social research, including data collection, since they are public goods that are difficult to appropriate privately. In cutting out the considerable fat from the public diet we should not cut the muscle that has helped make our economy the largest and strongest in history.

No obstante de que lo más importante a destacar sea que Becker ha sido siempre reconocido por haber destacado la importancia del lado cualitativo en los fenómenos de mercado y el individualismo metodológico en la Ciencia Económica, es importante destacar el por demás evidente y trascendental hecho de que Becker no defiende el mercado por verdadera falta de convicción sobre sus virtudes, o bien porque subestima al individuo como consumidor y como el principal actor del mercado. ¿Acaso el de Chicago teme someter su trabajo académico de aproximación obsoleta a la competencia y las fuerzas del mercado para subsistir? ¿Acaso teme que la tradición de la escuela en la que se suscribe no subsista por sus propios medios, por acaso no plantear respuestas alternativas a una de las crisis económicas más importantes en los últimos 90 años?

Si Becker está tan seguro de que la búsqueda de lucro en el ámbito educacional es el problema para que la educación permita superar la pobreza, ¿por qué no aplica el mismo principio elemental para el caso de la salud, el techo, la comida y el abrigo?

Un ejemplo práctico

Por si fuera poco, Becker ha escrito una desafortunada opinión editorial junto a su colega Heckman en un momento sumamente delicado en la única región de Occidente donde la crisis económica actual a la que no tiene respuesta, no ha llegado aún: América Latina, y dentro de ella en particular, Chile.

Haciendo abstracción de la importancia de la teoría del capital humano (el factor cualitativo) de Becker para el crecimiento sólido y sostenido de cualquier economía, el de Chicago ha legitimado el movimiento estudiantil chileno liderado por la estudiante forjada en el Partido Comunista de Chile, Camila Vallejo, que busca educación gratuita por parte del Estado de manera violenta, sintomáticamente, además, en contra de un gobierno que terminó con la larga tradición que el mencionado partido comunista chileno tuvo en la Concertación desde el retorno a la democracia en 1989.

Chile es el país que en América Latina destaca –y con mucha diferencia- por ser una economía orientada al mercado, abierta y con eje en el sector privado que ha generado en los últimos treinta años el progreso más acelerado de su historia. ¿Por qué buscar ahora cambiar el eje del sector privado por el estatal si es lo mejor que nunca se ha tenido?

¿Veremos pronto a Gary S. Becker en las calles lanzando bombas molotov contra la policía exigiendo financiamiento estatal para su trabajo? ¿Veremos pronto a Camila Vallejo ganando el Premio Nobel de Economía por su causa en defensa de una educación gratuita, o escribiendo en el Wall Street Journal?

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