Desde que se inició el programa de rescates de la Administración Bush y el inicio de los programas de monetización masiva de deuda de la Reserva Federal durante la Administración Obama, han sido varios los analistas que vienen advirtiendo la pronta explosión de una nueva burbuja que ha surgido como consecuencia de éstas políticas. Otros analistas, tal vez más escépticos sobre las advertencias de los primeros, también han advertido problemas, pero que estarían más relacionados a una corrección natural y aislada, típica de los mercados bursátiles, que a un gran pinchazo. Sin embargo, luego de más de seis años de estímulo no ha sucedido el gran pinchazo ni se ha registrado la corrección que desde hace al menos dos años se viene esperando en Wall Street ¿Levanta esto la ponderable posibilidad de que la gran burbuja que advierten los primeros sea todavía más grande de lo imaginado?
Desde el inicio del Quantitative Easing en noviembre de 2008, la Reserva Federal ha tratado de justificar que más allá de no tener la seguridad de algún efecto secundario de esta política, será capaz de generar la suficiente inflación para que el consumo tire del empleo, pero la economía no se recupera y los efectos secundarios han llegado antes de lo planeado por el ente emisor sin que la economía se hubiera recuperado aún. Al menos esto es lo que a muy grandes rasgos estuvo sosteniendo el mainstream que se opone a la monetización de deuda. La realidad es que esta política impide la liquidación de la burbuja inmobiliaria para liberar recursos, sobre todo en materia de fuerza laboral, y que sean reubicados allí donde se registre demanda efectiva, pero la Reserva Federal busca incrementar la deuda privada en un sector por demás sobre endeudado, y que luego de apenas poder amortizar la mensualidad en el banco, recién puede ponerse a pensar en consumir.
Pero no sólo esto, entre los “efectos secundarios” (los que para la Fed representan un enigma toda vez que sus estímulos no hayan permitido niveles de inflación mucho mayores en los bienes de consumo) se encuentra el hecho de que el Dow Jones esté operando por sobre los 17.000 puntos por primera vez nunca, superando los niveles del pico de la burbuja inmobiliaria que explotó en 2008 o un 45% por encima del pico de la burbuja del Nasdaq en el año 2000. Esto quiere decir que los precios de los activos que cotizan en bolsa están más caros que nunca. Bonos y acciones, los mercados emergentes y las economías avanzadas, torres de oficinas urbanas y las tierras agrícolas de Iowa, entre otros, están siendo negociados en el mercado bursátil a precios que resultan los más altos en términos históricos en relación a los fundamentales.
En los años se ha ido generando tanta expectativa cuanto cada vez más analistas son los que se muestran más seguros sobre una pronta recaída de la economía estadounidense. Tal es el caso de Jim Rogers, seguro al menos desde 2011 de que Estados Unidos está en bancarrota; Marc Faber, advirtiendo un mercado de renta variable demasiado caro y previniendo una caída del 30% en el S&P 500; o David Stockman afirmando que la gran burbuja creada con las nuevas intervenciones de la Reserva Federal y el Gobierno estadounidense está llegando a su fin. Pocos les dan crédito a nivel general y sobre todo mediático, pero quienes han preferido sostener el statu quo podrían en realidad haber esperado un costo muy elevado por tener que esperar que esto suceda para salir de la duda.
Para otros como Jeremy Siegel y Jeremy Grantham, que acertaron en la burbuja tecnológica e inmobiliaria respectivamente, los niveles máximos en Wall Street todavía no han llegado a su máximo, esperando que el Dow Jones llegue incluso hasta los 20.000 puntos hacia fines de 2014, por lo que no quiere decir que hayan buenas noticias: sólo significa que la burbuja, allá donde sea que la mayor se haya instalado esta vez, sólo sigue creciendo y que a medida que los mercados bursátiles se siguen saturando, inevitablemente deberá reventar incluso antes de su límite estimado.
Por si fuera poco, economistas del mainstream como Claudio Borio del Bank for International Settlements, o como el último Nobel de Economía, Bob Shiller con la publicación de Booming Until It Hurts? han justificado el temor que este tipo de analistas tiene sobre lo que ha venido sucediendo desde 2008 u otros desde hace pocas semanas. De la misma manera, una encuestas a 562 inversionistas, analistas y traders fueron encuestados sobre el temor que genera el momento actual, y el 47% sostuvo que el mercado de equities se acerca peligrosamente a niveles insostenibles, mientras un 14% de ellos está seguro de haber identificado una burbuja en el mismo. Incluso el New York Times ha encontrado burbujas de activos estimuladas por la política monetaria expansiva de la Reserva Federal. ¡Cuántos botones de muestra!
A pesar del peligro que por su lado conlleva el otorgarle tanto poder a un economista con el Nobel, Shiller sostiene:
Those who warn of grave dangers if speculative price increases are allowed to continue unimpeded are right to do so, even if they cannot prove that there is any cause for concern.
Este, desde luego, no es un problema localizado del sector bursátil, sino de la economía real. En realidad Wall Street puede que esté esperando el momento inmediatamente anterior al que el mercado se sature para empezar a replantear radicalmente sus posiciones, sobre todo respecto del mercado de bonos. Los problemas del sector real se han manifestado en el primer cuatrimestre con la mayor caída del PIB estadounidense desde 2009, ubicándose en el -2.9%, muy por debajo de las expectativas más optimistas del gobierno.
Como sea, entre pinchazo y corrección, las expectativas para una frontera nada lejana en el tiempo no son las mejores en absoluto. Es cierto que la banca estadounidense ha logrado recapitalizarse, que las familias han logrado una relativa merma de sus deudas, pero además de que esto no ha sido gracias a la monetización de deuda, sino a pesar de ella; el caso de la Unión Europea es uno muy distinto, los problemas que se han venido sembrando desde el inicio de la crisis vienen a afectar a la deuda que administran los gobiernos con un margen de maniobra considerablemente más reducido en torno a quién y cómo se sufragarían nuevos rescates.
Las economías emergentes que venían sosteniendo el crecimiento mundial en estos últimos ocho años en gran parte gracias a las históricamente bajas tasas de interés y el consecuente carry trade, han acumulado el equivalente de 2 billones de dólares de deuda en moneda extranjera, y desde hace no mucho tiempo han venido sufriendo el agotamiento de su dependencia de las políticas de monetización de deuda de la Fed, y ahora, aunque a una velocidad más reducida de la estimada, se suman a la crisis que empieza a ser de todo Occidente, entre las que se encuentran Brasil con un serio problema de política económica que arrastra desde mucho antes del Mundial, y en Argentina al borde de un nuevo default comparable al de 2001. Todo esto hace que estas economías jueguen un rol muchísimo más preponderante en la economía global que en 2008, o incluso que en la crisis asiática de 1999.
Hay serios problemas en la economía mundial que se agravan rápidamente sin que nunca se haya recuperado en realidad, y las economías cuya dirección más dependa de las decisiones de sus gobiernos y que menos hayan advertido este problema corriendo por usted un riesgo mayor que el que el ciudadano tomaría con seguridad, serán sin duda las más afectadas.