El punto al que la Gran Recesión ha llegado en Europa, que podía haberse evitado si no se hubieran implementado todas y cada una de las medidas para evitar el ajuste y reforma que prolongan así la agonía, ha terminado poniendo de manifiesto su carácter altamente liberticida, a la vez que han vuelto a despertar fenómenos altamente explosivos.
Las manifestaciones de los gobernantes y dirigentes políticos respecto de que “hay que hacer algo” contra la crisis empezaron cuando en 2008 Sarkozy declaraba el fin del laissez-faire, o cuando Rodríguez Zapatero implementaba en consecuencia el infame Plan E de mayor consumo, gasto y endeudamiento en España, agravando la crisis y arrastrándola más de seis años más tarde.
Más tarde, cuando el euro, como símil aunque sea imperfecto del patrón oro se llevaba gobiernos vorazmente fiscales por delante, los que los sucedían, pensando que el proyecto político de la Unión Europea se les escapaba rápidamente de las manos manifestaron, con un diagnóstico tan errado como que confunde las causas con las consecuencias de la crisis, la necesidad de unión bancaria, fiscal y política al grito de “¡más Europa!”.
Los argumentos en busca de la unión bancaria europea consisten, básicamente, en que la liquidez y solvencia bancaria fuese calificada en función de su calidad y no de su lugar de residencia; ya no serían griegos o alemanes, sino europeos. Sin embargo, lo que precisamente se ha tomado de las lecciones de la crisis española es que las fusiones bancarias y mutualizaciones de deuda son altamente peligrosas.
Se parte de la idea de que lo que define la sostenibilidad de una institución bancaria está directamente relacionada con su tamaño, de manera que los bancos grandes, que serían más líquidos y solventes, absorberían rápida y fácilmente los pasivos de los bancos más pequeños, a la vez que sanearía sus balances recapitalizándolos de manera automática sin acudir al dinero público. Error. Fue lo que sucedió con la fusión de las cajas españolas infinitamente expuestas a la burbuja inmobiliaria. Banca que es insolvente es banca que debe liquidarse.
A mediados de 2013, además, Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo, declaraba que no sabía cuál era la verdadera situación de los bancos, y Dominique-Strauss Kahn declaraba que la banca europea está “mucho más enferma de lo que se cree”, y que era un problema que si no era solucionado no se registraría crecimiento. Pues a menos de un año la recesión volvió a la eurozona.
Por el lado de las propuestas de unión fiscal, éstas tienen el objetivo de homogeneizar la presión tributaria en toda la Unión Europea, que además de los efectos económicos inmediatos que eso conlleva provocando la fuga de capitales ya no sólo de Grecia, Irlanda o España, sino de todo el Viejo Continente al escapar también de Alemania, Holanda o Finlandia como los motores que han venido sosteniendo el ya mermado crecimiento europeo en base a su sana competitividad. Rentismo y lógica patotera de arranque y no atracción de recursos elevada a la máxima potencia alrededor del Banco Central Europeo.
Pero en tanto la supraburocracia europea no hiciera realidad estas propuestas tan pronto como los nacionalismos lo hubieran querido, la generalidad de los nuevos gobiernos buscaron mayores incrementos de impuestos y la resistencia a todo recorte de gasto y reforma estructural para seguir sosteniendo burocracias privilegiadas e improductivas que impedían la generación de empleo cuanto centavo gastaran.
Fue allí donde los movimientos de Indignados como los de Occupy Wall Street o el 11-M en Madrid tomaron protagonismo pidiendo cuanto la misma lógica del rentismo y la acción colectiva de los gobernantes europeos les permitiese imaginar y conseguir por la fuerza: aún mayor reducción de la edad de jubilación, aún mayor regulación laboral, aún mayor recaudación tributaria, aún mayor incremento del gasto, el impago de la deuda, la nacionalización de la banca y, claro, el abandono del euro. Todo mediante referéndum vinculante y al grito de “¡democracia real ya!”.
Pero, no menos importante, las erráticas y sistemáticas medidas contra la crisis también despertaron la larga y temida tradición secesionista europea. Resulta lógico que cuando a un individuo lo atacan éste trate de defenderse, que cuando una estructura política sea impuesta los individuos ejerzan el derecho de no someterse a ella y unirse a otra de manera voluntaria, que cuando un colectivo de asociados busquen someter y reprimir por ley y bajo el ideal del igualitarismo a un individuo, éste busque la secesión.
Lo decía Mises:
The right of self-determination in regard to the question of membership in a state thus means: whenever the inhabitants of a particular territory, whether it be a single village, a whole district, or a series of adjacent districts, make it known, by a freely conducted plebiscite, that they no longer wish to remain united to the state to which they belong at the time, but wish either to form an independent state or to attach themselves to some other state, their wishes are to be respected and complied with. This is the only feasible and effective way of preventing revolutions and civil and international wars.
Se han ido registrando los renovados proyectos independentistas como los de la Baviera alemana, la Alsacia y Córcega de Francia, los frisones de los Países Bajos, la Padania del norte, Venecia y Tirol del Sur de Italia, etc. que fueron identificándose y diferenciándose entre secesiones pacíficas como la de Flandes, o las violentas del País Vasco y Cataluña con la violencia lingüista que desarrolla en las escuelas contra niños castellano parlantes, y con alianzas secretas entre Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y Euskadi Ta Askatasuna (ETA).
Es pues la combinación altamente explosiva de mesianismo político, movimientos callejeros espontáneos violentos de “indignados” y muchos países y naciones que con renovados motivos también reviven sus aspiraciones independentistas lo que representa el mayor riesgo para el futuro europeo, y en realidad de todo Occidente.
Es probablemente desde Lincoln, y bajo el liderazgo de Estados Unidos como nueva potencia, que en la historia moderna se concibe como virtud la unión forzosa de naciones en territorios unitarios estatales. De hecho, Barack Obama se manifestó en al menos dos oportunidades para decir que esperaba que el Reino Unido se mantuviera “fuerte, robusto y unido”.
Sucede que así como los países del centro europeo, como Alemania, fueron quienes salieron perdiendo con el proyecto del euro, Escocia lo hizo con Inglaterra y el conjunto del Reino Unido, algo que constituye un ejemplo útil para ilustrar este problema.
Escocia renovó su aspiración independentista a medida que la crisis europea y sobre todo del Reino Unido no encontraba la senda de la recuperación, para celebrar un referéndum sobre su independencia de Londres y el Reino Unido el 18 de septiembre de 2014.
En este sentido, resulta pues sintomático que economistas como Krugman, Stiglitz y Skidelsky se manifiesten contra la independencia de Escocia como seguidores del perverso inglés Keynes y no del escocés Smith.
Empezando por Krugman, los argumentos rezan:
I have a message for the Scots: Be afraid, be very afraid. The risks of going it alone are huge. You may think that Scotland can become another Canada, but it’s all too likely that it would end up becoming Spain without the sunshine.
But Canada has its own currency, which means that its government can’t run out of money, that it can bail out its own banks if necessary, and more. An independent Scotland wouldn’t. And that makes a huge difference.
No podía ser de otra manera. No es más que el mismo Krugman que muestra el desastre económico de Argentina como ejemplo de recuperación económica para la Unión Europea, el que se atrevió a decir lo mismo a los bálticos que acaban de adoptar el euro y recuperar sus niveles de crecimiento previos a la burbuja de manera sostenible.
Stiglitz, por su lado, teniendo presente el caso de pequeñas economías prósperas como Suecia, Singapur y nada menos que Hong Kong, parece acertar:
The fundamental issue facing Scotland is different. It is clear that there is, within Scotland, more of a shared vision and values – a vision of the country, the society, politics, the role of the state; values like fairness, equity and opportunity.
Sin embargo, Stiglitz parece favorecer la secesión escocesa quizás sólo en la medida que esté mal hecha implementando políticas de monetización de deuda más agresivas que las del Banco de Inglaterra y el Reino Unido. A saber:
There are many currency arrangements that would work. Scotland could continue using sterling – with or without England’s consent. (…) Because the economies of England and Scotland are so similar, a common currency is likely to work far better than the euro – even without shared fiscal policy.
Y no tardó en agregar:
But many small countries have managed to have a currency of their own – floating, pegged or “managed”.
Para Stiglitz, la diferencia entre flotante, anclada o administrada no resulta importante, cuando en realidad la diferencia está precisamente –y como ya se advirtió con la defensa relativa del euro- en la capacidad que tienen los gobiernos de financiarse sin límite mediante la prerrogativa de imprimir dinero para saldar sus pérdidas.
Para Skidelsky:
Scotland might try to keep its currency at par with sterling, but this would require larger reserves than a Scottish central bank could command, at least at the outset. And a Scottish currency that floats against the British pound would mean large transaction costs and reduced trade between the two countries.
Y desde luego que no podía faltar Greenspan:
There’s no conceivable way Scotland could share the pound. There’s no conceivable, credible way the Bank of England is going to sit there as a lender of last resort to a new Scotland.
Resulta pues difícil de comprender la lógica de estos economistas para que el Reino Unido le niegue la libra a los escoceses, cuando el Reino Unido la defiende para sí frente al euro de la Unión Europea. Asimismo, resulta cuanto menos absurdo que el Reino Unido no reconozca el derecho de secesión de Escocia que defiende para sí frente a la Unión Europea, o frente a sus propios argumentos contra la anexión de Crimea a Rusia con las claras intenciones de conformar una nueva Unión Soviética.
Pero frente a estas posiciones poco creativas, Larry White hace una propuesta de la eliminación de curso forzoso de la libra:
An independent Scottish government would best serve its citizens by remaining on sterling for the time being. Representation on the Bank of England’s Monetary Policy Committee is not important and Scotland does not have to avail itself of the other central bank services and restrictions of the Bank of England. Scotland should continue to allow local private note-issue, but eliminate the 100 per cent marginal sterling reserve requirement. Of course, it should allow the public to have bank accounts and currency in euros, dollars or Swiss francs if they wish. Then, should the pound sterling weaken substantially in the future, free choice in currency would allow for a spontaneous transition to whatever currency standard the public then prefers.
Si Escocia se inclinara por la propuesta de White de la adopción libre de la moneda que creyeran más conveniente utilizar en todas y cada una de sus transacciones, en virtud de que cumpliera sobre todo con su propiedad de depósito de valor –léase la menos envilecida-, probablemente terminaría adoptando el euro de manera asintótica en el corto plazo, pero, además, estaría encaminada en la buena dirección para una eventual adopción del patrón oro que terminaría por maniatar de manera definitiva el poder político.
Desde luego que en general una secesión como la escocesa no sería bienvenida por los costos que acarrea: para Escocia el de tener que vigilar su libertad celosamente, y para el Reino Unido e Inglaterra el de tener que responder al desafío de su liderazgo y poder no sólo al interior de la Unión Europea, sino además en el mundo. Y por si fuera poco, dando ellos la marcha atrás a las medidas contra la crisis que fueron implementadas hasta el momento.
Es por esto que los argumentos de David Cameron como Primer Ministro del Reino Unido, no ha reparado en pedir –no sin antes advertir y chantajear- a Escocia que dé marcha atrás a su proyecto.
Tampoco faltó alguien como Jeff Sachs para tratar de comparar, en un acto de muy poca honestidad intelectual, los riesgos de inestabilidad derivada de la secesión escocesa con los de Kosovo, Sudán del Sur, Kurdistan y Crimea. Los argumentos en contra de la independencia escocesa han apelado a los sentimientos, a la larga tradición cultural compartida, etc. pero también al hecho de que Escocia es demasiado pequeña como país para hacer las cosas por su cuenta.
El mensaje de alguien como Nassim N. Taleb, por ejemplo, la organización territorial de un Estado pequeño es muy distinto:
To the Scottish friends: small is beautiful and more robust. Most journalists are trapped in verbalistic concepts devoid of logical/empirical clarity, and are to be taken in reverse. A New York Times article which claims that big countries tend to be more resilient to shocks, is pure BS. Just look around: Singapore, Denmark, Norway, Switzerland, Dubai, compared to their neighbors. Focus on otherwise same ethnicity: Cyprus vs Greece, Lebanon vs Syria. Things are a bit more complex: it is the decision-making unit which would put federations like Germany and the US in the same group.
Y para St. Onge, la figura en favor de Estados cada vez más pequeños, es más clara todavía:
Smaller countries are often more responsive to their people. The smaller the country the stronger the policy feedback loop. Meaning truly awful ideas tend to get corrected earlier. Had Mao Tse Tung been working with an apartment complex instead of a country of nearly a billion-people, his wacky ideas wouldn’t have killed millions. Small countries just don’t have the money to engage in truly crazy ideas. Like Wars on Terror or world-wide daisy-chains of military bases. An independent Scotland is unlikely to invade Iraq. It takes a big country to do truly insane things.
En este sentido, llama la atención que alguien como Jean-Claude Juncker, presidente electo de la Unión Europea no manifieste una clara posición consecuente en favor de Escocia como luxemburgués, siendo Luxemburgo un país pequeño que ciertamente ha sido muy próspero antes de su ingreso a la Unión Europea.
Y es que Juncker probablemente entienda lo mal que la Unión Europea lo ha estado haciendo, sobre todo en cuanto al manejo de la crisis como para que Escocia se incline decididamente por la secesión.
A saber, Escocia ha sido testigo de la escandalosa confiscación de depósitos chipriotas, del rescate de la insolvente banca escocesa con el dinero de sus contribuyentes, o el rescate bancario español con el dinero de los contribuyentes alemanes para convertirse en determinado momento en el Estado que mayor riqueza ha destruido durante la Gran Recesión; y además sus ahorristas están siendo víctimas del Banco de Inglaterra con tasas fijadas arbitrariamente en apenas un 0.25 por ciento que se come la inflación de la libra, además del incremento permanente de impuestos y escalada de endeudamiento, sino del chantaje y las amenazas de expulsión del área Schengen de la Unión Europea.
Es así como a diferencia de Escocia, países como España preparan el caldo de cultivo perfecto para su latinoamericanización y el inicio de intentonas extremistas como las de Venezuela y Argentina para el abandono del euro y la inmediata devaluación de una moneda común de los periféricos europeos, y republicanizar el país presuponiendo que una tercera república sería menos peor que una monarquía constitucional.
Claro que la independencia de Escocia tiene un costo, el de tener que vigilar y proteger su libertad. No hay más.
Fue Ronald Reagan quien puso de relevancia el hecho de que, a diferencia de la Unión Europea, la Constitución de los Estados Unidos fue concebida como la manera de limitar el poder del Gobierno Federal, y no como la concepción democrática mayoritaria de crear y sostener el totalitarismo de Abraham Lincoln, Franklin D. Roosevelt o Woodrow Wilson, o el de George W. Bush e incluso el de Barack Obama, al sostener en el décimo tercer párrafo de su First Inaugural Address:
We are a nation that has a government—not the other way around. (…) The Federal Government did not create the States; the States created the Federal Government.
Es cierto, probablemente a Reagan le hubiese faltado decir:
[A]nd the power which the states gave to the Federal Government, they can take back, and they can even nullify what the Federal Government does to resist tyranny.
No obstante, nótese que si alguna ventaja tiene hoy la Unión Europea, y a pesar de los liberticidas sueños eróticos de alguien como François Hollande para crear la unión política, bancaria y fiscal de la Unión Europea, es que –al menos hasta el momento- no ha habido un Abraham Lincoln que obligue la unión de estados como los de Alemania con Grecia, Inglaterra con España o Dinamarca con Francia, que en absoluto comparten cultura, para diluir el esfuerzo de los ciudadanos de la periferia europea entre el esfuerzo de los ciudadanos del centro europeo.
Si con las pretensiones europeístas de sus gobernantes no fuese válida la analogía de la historia de los Estados Confederados y la obligación de Lincoln por mantenerlos unidos contraviniendo nada menos que la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América respecto de Inglaterra, ¿tampoco sería válido preguntar a los gobernantes de la Unión Europea si estarían dispuestos a hacer todo lo posible para ser recordados como Lincoln, uno de los mayores tiranos de la historia, solamente para contar con unión política, bancaria y fiscal?
Las lecciones que deben ser aprendidas en la Unión Europea no son solamente las de Argentina, sino las de los Estados Unidos que no ha aprendido de su propia historia. Lo que los políticos europeos, empezando por los griegos, no quieren es que la célebre frase de Thomas Jefferson sea no solamente la mejor analogía, sino además una realidad:
When the people fear the government there is tyranny, when the government fears the people there is liberty.
El problema, sin embargo, es que las secesiones, aunque algunas legítimas como la escocesa o flamenca, otras han terminado siendo confundidas con aspectos perversamente identitarios, de inexistentes derechos colectivos y además inherentes del sistema democrático –a la vez que tiránico- de mayorías, cuando en realidad es un aspecto estrictamente de individuos; la secesión no es un aspecto que vaya a solucionarse con un referéndum por mayorías, sino todo lo contrario.
Resulta pues una contradicción absoluta que un grupo mayoritario de individuos se erija para gobernar sobre otro; la secesión es una decisión estrictamente individual y no tiene por qué además limitarse a espacios geográficamente delimitados por aquellas mayorías, así como no existe motivo para permitir la secesión de ninguna colectividad como la de Cataluña o el País Vasco, si a su vez no garantiza que lo hagan otros colectivos menores que se encuentren dentro de su territorio como Valencia y Navarra.
Las secesiones no tienen por qué ser aprobadas por mayorías, ni del 50 ni del 90 por ciento, mientras no se garantice el derecho de secesión o incluso anexión de las minorías del 49 ó 10 por ciento.
Desde luego que también ha habido liberales que han criticado la defensa de la independencia escocesa porque apela al contradictorio mecanismo democrático de mayorías, pero la pregunta es si por no acudir a referéndum Escocia debe abandonar aspiración independentista y no aprovechar mínima oportunidad y medio a su alcance para lograr un Estado más pequeño.
La secesión no es un punto definitivo y estático de llegada, ni tiene por qué limitarse a un espacio geográfico unitario determinado y homogéneo. El objeto de la secesión no es la construcción ideal de una sociedad sin Estado, sino el de limitar su poder y evitar su coacción. La secesión no es un objeto de costo-beneficio, sino de principios éticos de libertad individual. La secesión es un concepto dinámico de continuum como el de, por ejemplo, Baarle que es un pueblo belga dentro de los Países Bajos, y con enclaves holandeses y belgas al mismo tiempo. En algunas calles incluso las casas pueden unas pertenecer a Bélgica y otras a los Países Bajos bajo distintas legislaciones.
Como diría Hülsman (pp. 377-8) en la tradición de Mises:
The only limits for the geographical dispersion of “political” regimes are given by the boundaries of private property. Theoretically, each property owner—and in particular each landowner—might choose to set up a different set of rules that the users of his property (land) have to respect.
A partir del referéndum en más, hubiera ganado el Sí o el No, sólo cabe esperar (y para sus ciudadanos demandar) que Escocia entienda la secesión en términos de Sir William Wallace y no de Salmond y la Unión (por la fuerza) Europea.
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Analogía por un euro sin unión política
Wow, Mauricio. Estoy gratamente impresionado. Un placer leer tus ensayos. Intenta leer los nuestros en thunhupha.blogspot.com cuando puedas.
Honrado, muchas gracias. Ahora mismo me doy una vuelta por ahí.