No deja de ser curioso lo que viene pasando. Hoy más que nunca la gente se me acerca a preguntarme sobre la economía de Bolivia y las estrategias que podría implementar en su empresa y sus finanzas personales, pero no puedo evitar decir que su inacción luego de que conversamos me sorprende mucho.
Hace un par de años o un poco más, cuando la gente me leía o me escuchaba, decía que estaba loco, que la economía no caería nunca, ya sea porque simplemente creía en el modelo o porque contábamos con un nivel aceptable de reservas, porque el narcotráfico funcionaba como colchón, porque la banca estaba muy fortalecida, etc. No mucho más tarde me concedían aciertos en el diagnóstico, y me decían que estaba en lo correcto, pero que los problemas no llegarían pronto. Luego me exigían que fuera preciso con el momento y el detonante por el que todo se derrumbaría. Y hoy, como decía, ya me piden recomendaciones sobre qué hacer. Todo, todo lo que vengo advirtiendo está sucediendo hoy, lamentablemente.
Sin embargo, el problema más grave es que no sólo no están dispuestos a invertir para que se los ayude a advertir problemas serios e inevitables, sino que además parecen esperar a que sea demasiado tarde para establecer estrategias para preservar el patrimonio de su familia y el capital de su empresa en el largo plazo, esperan que todo vuele por los aires para finalmente convencerse de que los problemas son mayores de lo que parecen, y que podrían haber estado corriendo riesgos mucho mayores a los que había considerado en un principio con cualquier proyecto relativamente aventurado de inversión.
No quiero que pierdan tiempo y dinero, y no pretendan sacar conclusiones de charlas de ascensor conmigo, porque por ahorrarse unos pesos podrían terminar perdiendo todo lo que podrían haber logrado en estos últimos diez años. ¡Quiero que tomen acción y se pongan en contacto conmigo para que los ayude hoy! Lo vamos a hacer juntos.