Es interesante comparar la forma en que Bolivia y Argentina buscan la atracción de capitales, uno luego de uno de los mayores desastres económicos que ha significado el peronismo kirchnerista, y el otro ante el fracaso de su modelo basado únicamente en precios de hidrocarburos.
Por un lado Macri hablando en perfecto inglés, con un discurso conciliador y sensato, organiza un foro internacional para inversores en Argentina y se codea con los presidentes de empresas como Coca-Cola.
Bolivia, por otro lado, no ha organizado ningún foro en el país al que invite empresarios de talla global, y desde hace un año, cuando mediante el Financial Times (dónde estará su amigo Soros) visitó Nueva York, no sólo no se conoce ningún plan concreto de inversión, sino que no ha atraído un centavo de inversión. Es más, sólo en el primer trimestre del año la IED ha caído más de un 70%. Peor aún, hoy la IED vale solamente un tercio de lo que valía en 2013, año del inicio de la desaceleración.
Sí, al mismo Macri le falta mucho. Todavía no presenta un plan económico con visión global y de largo aliento, y los subsidios y niveles de gasto siguen siendo demasiado elevados, y tampoco está logrando inversiones significativas, pero vaya si Macri no ha plantado cara ya frente a la estrategia y actitud boliviana de los últimos diez años, sobre todo si se supone que Bolivia presenta condiciones para la inversión mucho mejores que Argentina.
Parece que en ambos casos el problemas es otro, que las condiciones reales para la inversión y la credibilidad tienen que estar alineados. Argentina tiene que hacer más y Bolivia tiene que hablar menos, pero eso sí, los resultados de lo que se hizo en la última década les está pesando a ambos mucho más de lo que les gustaría.
Artículo reproducido por Hoy Bolivia.