Los incendios deliberados del Parque Tunari y el asalto al TIPNIS vuelven a ser portada, motivo de polémica y legítima indignación.
Si el Gobierno Nacional quisiera recuperar su imagen ecologista e indigenista, sobre todo a nivel internacional, lo mejor que se puede hacer con todos los parques nacionales es simple y llanamente otorgarlos en concesión al sector privado (yo los vendería directamente, pero por hoy seremos políticamente correctos).
Así el país no sólo puede empezar a convertirse en destino serio para el ecoturismo, sino que además puede empezar a recuperar la extremadamente carente inversión extranjera privada de la última década, y sobre todo en un sector que jamás ha recibido la atención debida por el Estado desde la denostada época neoliberal, que creó parques y reconoció territorios indígenas realmente para protegerlos.
Y que nadie se alarme de privatizar parcialmente los parques “que son de todos”, porque no es ningún sacrilegio. Así como individualmente nunca ha logrado nada significativo si es que, además, ha hecho algo por preservar los parques nacionales, el Estado ha estado siempre a cargo de su cuidado, y su destrucción es la consecuencia. Si alguien quiere preservarlos, entenderá no sólo que hacerlo no es gratis, sino que además es mucho más caro de lo que podría parecer; quien quiera entrar en ellos, deberá pagar.
¿Las empresas privadas explotarían los recursos naturales de los parques? Si los contratos son a corto plazo y a empresas de dudosa procedencia que llegaron donde están gracias a favores políticos, el incentivo será ese, como ahora con el Estado y los distintos grupos de interés a los que privilegia, pero hay empresas mundialmente reconocidas e incluso organizaciones internacionales ambientales expertas en la administración de recursos naturales, que incluso se encargan de conseguir fondos en el marco de la filantropía y similares, como Audubon Society, Nature Conservancy, Tropical Rainforest Coalition o Conservation International.
Rescatar los parques nacionales, ríos y lagunas, reconociendo su inimaginable potencial económico si se deja su cuidado al sector privado, preferiblemente internacional, es definitivamente una buena idea; se puede y se debe.