Acaba de anunciarse un tarifazo del 47% al gas industrial. Como adelantamos en varias oportunidades, así como el ajuste es inevitable, todo subsidio se paga tarde temprano. Sin embargo, aunque está orientada en la buena dirección, el problema de la medida es que no está acompañada de una reducción igualmente comparable de la presión fiscal. Sin este segundo elemento, el primero no es más que una dosis innecesaria de sufrimiento que se suma al que ya arrastran los hogares para cambiar sus patrones de conducta ante una nueva realidad económica desde 2013. Y si por algo debe manifestar el empresariado privado no es por el tarifazo, sino por la rigidez laboral, que impide la libre contratación, y productiva, donde el hiperestímulo de la demanda los está induciendo a generar sobrecapacidad y con cargo a deuda. Eso sí, quien más y primero debe ajustarse es el aparato público burocrático, que mientras más se resista, menos impacto tendrá cualquier medida para sanear la economía.