Ya son cuatro años de crecimiento del déficit fiscal e incremento simultaneo del gasto público. ¿Sabe a cuánto a asciende el déficit del sector público financiero a junio de este año? A Bs. 3.836 millones. Ahora compare esa cifra con la de 2016, que fue de Bs. 250 millones. Finalmente, adivine a qué proporción del PIB representa esta nueva cifra.
Pues hasta el momento, el aspecto más delicado para equilibrar el presupuesto público es el subsidio a los hidrocarburos. De ahí que se presente la posibilidad de introducir una gasolina de mayor calidad y precio, para que, eventualmente, termine desapareciendo la gasolina actual más barata. El problema, sin embargo, es si el tiempo de agotamiento de la gasolina vieja está siendo calculado para ser igual o mayor al de cualquier maniobra política significativa orientada a preservar el poder.
Lo curioso del anuncio de esta nueva gasolina es que tiene oferta solamente en Santa Cruz, presentando el argumento de que es el departamento que tiene mayor número de autos de lujo, y, por tanto, que más demanda una gasolina de mayor calidad. A lo que apuntan, claro, es que, al seguir aumentando el gasto público y estimulando el consumo, preferiblemente en Santa Cruz, la economía departamental más dinámica, aumentará el crecimiento, por tanto, la recaudación y, finalmente, se reducirá así el déficit.
Uno de los mayores temores que más he manifestado con el pasar del tiempo, sobre todo cuando empezó a ponerse de moda el Pacto Fiscal, es que en la etapa de ajuste se terminaría quitando todo lo que se le dio -o incluso más- a quien más se le dio durante la etapa del auge; sí, Santa Cruz es el que más creció, pero también es el que más tiene que ajustar [por eso es momento de preservar el capital de largo plazo invirtiendo de manera inteligente en el exterior].
Este es, pues, uno de los más grandes peligros de la política económica del estímulo de la demanda, el presuponer que la economía tiene una dinámica de flujo circular (lo que yo gasto es lo que tú produces y vendes) y no espontaneo-evolutivo (mi abstención de consumo presente, es decir, mi ahorro, es tu capital de arranque a cambio de una tasa de interés que cubra tu riesgo de emprender). El crecimiento económico sano y sostenido es posible solamente gracias al ahorro correctamente capitalizado por el mercado, no en base al gasto y el consumo.
Santa Cruz puede haber sido el que más valor y mayor cantidad de riqueza puede haber generado durante la etapa del auge, pero también es el que más ha gastado, el que más ha consumido, el que más se ha sobre endeudado, el que a más errores cualitativos y generalizados de inversión se ha inducido a cometer a niveles artificialmente baratos.
Y por supuesto que el problema será generalizado en el resto del país en la medida que el productor pueda ir traspasando el incremento de sus costos directamente a los precios de los productos y servicios que lleva al interior.
Ahora, toda medida orientada a ir eliminando todo subsidio es buena, porque es parte de la inexorable devaluación interna (la externa es recurrir a la devaluación cambiaria para encarecer lo importado), pero sin entender que debe haber un alivio que compense todo nuevo esfuerzo con, por ejemplo, una reducción proporcional de impuestos y, sobre todo, del gasto gubernamental, la medida es solamente una dosis innecesaria de sufrimiento para la ciudadanía que ya empezó a ajustarse en 2013, y relativamente menor para el aparato público burocrático, que es, en realidad, el que primero y que más que nadie debería estar asumiendo ajustes.
La trampa, aquella de adelantar consumo futuro, fue establecida al instaurar el subsidio a fines de los 90 (supuestamente con la idea de evitar un mal mayor), no ahora que se introduce una nueva gasolina 15% más cara, que es una medida relativamente astuta -nobleza obliga-, pero tampoco nos ahoguemos en un vaso de agua aún. ¿Recuerda cuando hace ocho años todo el mundo dijo “gasolinazo sí, pero no así”? Comparada con lo que se necesita de ajuste y reforma, la medida es todavía tímida, y aunque con mal enfoque, está orientada en la buena dirección. El gasto programado para 2018 sería de $8.000 millones, el más elevado nunca, y todavía lo hacen en la expectativa de que el precio del barril de petróleo rebote hasta los $80.
Lo peor todavía no ha llegado, pero ya es momento de pagar. Tómelo como una dosis de inflación futura relativamente menor, en la expectativa de que finalmente recurran a la devaluación cambiaria como mecanismo de autofinanciamiento si es que esto no es suficiente.