Por lo general las evaluaciones trimestrales suelen hacerse entre la primera y segunda semana del trimestre que inmediatamente le sigue, recién. Sin embargo, dado que el principal problema de Bolivia sigue siendo el exceso de gasto, la elevadísima fiscalidad y la sobrecapacidad productiva, y que la principal amenaza de la devaluación cambiaria sigue siendo la misma en este escenario, nos adelantamos a plantear brevemente cómo se desarrollan las presiones internas y externas sobre el tipo de cambio dibujan los escenarios de corto y largo plazo en lo que va del año.
El Gobierno atribuye la caída de las reservas del BCB y el incremento del déficit comercial a una supuesta crisis internacional que presiona los precios del gas a la baja, cuando lo cierto es que las expectativas de inicio de año respecto del concierto internacional, con un crecimiento sincronizado de las primeras economías con EE.UU. a la cabeza luego de diez años, y los resultados empresariales europeos superiores a lo previsto, decían lo diametralmente opuesto. Sin embargo, en estos tres meses han sucedido cosas que significan un alivio relativo para las cuentas macro de Bolivia para no tener que incurrir en la devaluación cambiaria, al menos no antes de unas hipotéticas elecciones generales en 2019.
Presiones internas: perspectivas aún en deterioro
- Se registra nuevamente una rápida caída de reservas. El último reporte ilustra que se ubican en los $9.873 millones, una caída de $388 millones entre enero y marzo, por debajo del soporte óptimo de los $10.000 millones. La última vez que las RIN cayeron a un nivel similar incurrieron en los gimmicks contables de la no-devaluación.
- Aún con no-gasolinazo, el déficit fiscal sigue incrementándose, esperando cerrar este quinto año consecutivo con el nivel proyectado del 8.3%, y un nivel de gasto a mano armada cercano a los $8.000 millones.
- Respecto de la posibilidad del nivel del costo de inversión, es necesario esperar a los anuncios sobre el incremento del salario mínimo y el haber básico para el próximo 1° de mayo, así como de un nuevo doble aguinaldo a fin de año con datos decrecimiento hasta junio, para saber cuánta presión más hay, sobre todo para las exportaciones no tradicionales.
- El financiamiento del gasto tiene cargo directo al incremento de deuda pública externa, que se ha incrementado casi un 30% sólo en 2017, es decir, hasta los $9.428 millones. El endeudamiento bilateral solamente con China ha escalado en 8 veces, es decir, hasta los $1.300 millones hasta diciembre (sumando la deuda interna repartida entre TGN $4.321 millones y otras entidades $4.789 millones). Y por si fuera poco, nada se ha dicho sobre si la deuda es realmente de más de $7.000 millones, como sostuvo su Embajador, con todo el riesgo que eso implica.
Presiones externas: parece haber alivio
- El impulso reflacionario de Trump está intacto, habiendo crecido más de lo esperado en el último trimestre de 2017 (2,9%), y lo que en un principio parecía ser una declaratoria abierta de guerra comercial global con China, Canadá, México, Corea del Sur y Brasil, ha terminado en un acuerdo por menores aranceles entre las partes.
- Lo correcto no es hablar del fin de la fiesta del carry tarde, sino del inicio del fin. La buena noticia sobre le llegada de Jerome Powell a la Fed y su estilo, es que a pesar de que necesita reamunicionarse para una eventual recesión (los ciclos suelen marcarse por períodos de alrededor de siete años, y EE.UU. lleva nueve sin registrar una recesión o al menos una corrección bursátil significativa), no incrementaría tasas de manera abrupta.
- Aparentemente EE.UU. tiene la capacidad de financiar un incremento de tasas hasta el margen del 2.75% y el 3%. La incógnita, sin embargo, está sobre la capacidad de los emergentes e incluso la Unión Europea para seguir colocando deuda a la par de EE.UU. Europa parece ralentizarse contra todo pronóstico, mientras los emergentes y América Latina no hicieron sus deberes durante el auge, y ahora tendrán que asumir un ajuste muy probablemente abrupto.
- Las perspectivas en EE.UU. le otorgarían un respiro y una oportunidad al Gobierno de Bolivia por seguir consiguiendo dólares por medio del endeudamiento público externo para seguir financiando su gasto sin aún precipitar la economía.
- La mala noticia del estilo Powell es que el endeudamiento público externo de Bolivia con una eventual nueva emisión de bonos soberanos por $1.000 millones, no está dirigido a financiar la transición de un modelo económico claramente fallido a otro que sí sea sostenible. Seguirán inflando la burbuja aunque nos cueste la bancarrota; the bigger they unsustainable grow, the harder they fall.
- Y finalmente, además de que Bolivia ni siquiera pudo aprovechar del pequeño rebote temporal del petróleo (hoy alrededor de los $65), porque produce y vende menos gas, no habrá rebote alguno del petróleo que permita mayor influjo de dólares.
Entonces, en este escenario, ¿devaluarán antes del 2019? ¿Depende únicamente del escenario político? Si no lo hacen, ¿qué se está haciendo ahora mismo para reducir su impacto? ¿Podrían devaluar sin llamarle devaluación? ¿Qué se puede hacer? ¿Es posible una reducción del gasto público que al menos frene la pérdida de reservas?
Me gusta la metáfora que hace poco utilizó un economista argentino: el gobierno le está metiendo nitro al auto del Estado desde el 2006, pero más aún cuando se prepara para un posible año electoral en 2019. El nitro funciona con el objetivo de ganar una carrera de cuarto de milla, pero no sólo que el auto que hoy conduce Bolivia no es apto para ninguna carrera, porque es demasiado obeso para meterle nitro, sino que con ese nitro pretenden meterlo en una carrera de cientos de kilómetros contra sí mismo. No hay motor que aguante semejante estímulo. El gasto, déficit y endeudamiento van a terminar de reventar la economía.
Cuando les va pésimo es culpa del entorno internacional, pero cuando por el mismo entorno internacional tienen suerte, como con el rebote de commodities en 2009 gracias a la Fed, se atribuyen aciertos. Después de todo el entorno internacional está en su mejor momento luego de 10 años. La apuesta por un dólar fuerte sigue en pie, y eso es bueno para la libertad económica, no para el estatismo.