A great crash is coming, and I don’t want my name in any way connected with it. – Ludwig von Mises, 1929
Al menos desde hace un año atrás, cuando se redujo por primera vez el encaje legal, hasta hace unos días atrás, cuando se modificó el cálculo de la Tasa de Referencia, la susceptibilidad y desconfianza del público en el sistema financiero ha ido creciendo, ni qué decir a raíz de los cada más grandes y frecuentes desfalcos en un banco público y los irresponsables comentarios oficiales al respecto. Pero veamos qué está pasando en este escenario.
Las crisis económicas no suceden como un simple devenir de la naturaleza, sino que tienen nombre y apellido, es decir, que tienen causa en actos deliberados, en políticas concretas que inducen a errores cualitativos de inversión durante la etapa a del auge: cuando existe abundancia de crédito artificialmente barato o tasas de interés arbitrariamente bajas durante demasiado tiempo, se genera una burbuja generalizada de activos, y particularmente en aquellos sectores que específicamente se ha estimulado.
¿Por qué nadie plantea la discusión de este problema, que data al menos desde las reformas del sistema financiero en 2012? Tal vez sea porque simplemente se aplica un enfoque que hace mucho ya ha quedado obsoleto, pero llama la atención ver que los economistas convencionales hagan la siguiente diferencia: cuando observan el incremento de precios en los artículos más próximos al consumo, contemplados en la canasta básica para el cálculo del IPC, le llaman inflación, pero cuando observan el mismo comportamiento en los precios de los artículos de consumo más duradero, no contemplados para el cálculo del IPC, le llaman auge.
El efecto de una política de demanda que provoque inflación en sectores económicos concretos sería relativamente inocuo si los precios de sus activos y su valor fueran lo mismo, pero no lo son. Cuando la economía termina detectando las distorsiones que existen entre el precio y el valor real de los activos deliberadamente inflados, que se alejan demasiado entre sí, se inicia una inevitable etapa de ajuste y liquidación que trata de guiar los precios hacia su valor real, ya sea en forma de desaceleración, como la que vivimos desde 2013, o de recesión, como a la que podríamos estar siendo conducidos.
Como puede advertirse, la palabra clave aquí es liquidación. La gran mayoría de personas que durante el auge fueron inducidas a adquirir activos de mala calidad con cargo a crédito artificialmente barato, están teniendo problemas para pagar sus deudas, lo cual se refleja inconfundiblemente en el incremento sistemático de la mora; se están viendo forzados a liquidar sus activos por un valor inferior al que habían considerado que tenían en un principio. El problema mayor, sin embargo, es que el pasivo que se registra en el banco sigue siendo el mismo que en un principio, y cerrar esa brecha requiere de un esfuerzo extraordinario con una economía productiva y un régimen laboral tan extraordinariamente rígidos.
Ahora, una cosa es determinar la salud y estabilidad del sistema bancario y financiero fijándose en los depósitos del público, el spread, etc. y otra muy distinta es fijarse también en la calidad del conjunto del balance bancario, o el deterioro que ha venido sufriendo a causa de aquella inflación de activos fuera de la canasta básica del IPC a la que se insiste en llamarle auge, pero que en realidad son altamente tóxicos.
Así como no hay alcohólico que no crea que las resacas se curan con más alcohol, las medidas alternativas a las que han estado recurriendo, que ya son cada vez menos efectivas, como la reducción del encaje legal o la modificación del método de cálculo de tasas de interés, para seguir incrementando liquidez en el sistema y reducir la mora de manera artificial, solamente han estado prolongando la agonía. Solamente esperemos que cuando este tipo de mecanismos se agoten no se recurra al de la devaluación para socializar las pérdidas, y que la innecesaria emisión de los nuevos billetes, que también generan susceptibilidad y desconfianza, no esté orientada en ese camino.
La única manera correcta de sostener liquidez real en el sistema es mediante el incremento de las tasas de interés, que permita la depuración natural de los activos de mala calidad sobrevalorados que se han venido acumulando en el balance del sistema. Toda desintoxicación es dolorosa, pero cuanto más se evite tener que asumirla más traumática será.
Si necesitas de mi ayuda personal para la estructuración internacional de tu patrimonio para preservarlo a largo plazo, contacta conmigo ahora.