El panorama no pinta nada bien: estamos a punto de cerrar octubre y no se tiene conocimiento alguno sobre el Presupuesto General del Estado 2019. Resulta cada vez más difícil ver cómo el Gobierno seguirá financiando el estímulo de la demanda; no se sabe qué cantidad de reservas de gas tiene el país, cuáles son las metas de inflación, déficit fiscal, tipo de cambio, crecimiento del PIB, precio del barril del petróleo, niveles de gasto público, programas de deuda, etc. A juzgar solamente por la acelerada caída y nivel de reservas del BCB, el nivel de déficit público, deuda pública y mora bancaria, además del constante incremento de tasas de la Fed, el PGE 2019 debería estar en los principales titulares y ser objeto de los mayores debates públicos ahora mismo.
Sin embargo, y como no dejo de señalar, quienes han tenido la lectura adecuada del escenario y han sabido elaborar su estrategia de capitalización previa mientras la gran generalidad del público se dedicó a incrementar su deuda y consumo muy por encima de sus posibilidades reales, ya se preparan para asumir el futuro económico de corto plazo del país con mucho optimismo, debido a todo lo que a partir de las próximas épocas pueden ganar; como dirían algunos de los inversores más avezados que siempre cito:
“Be fearful when others are greedy. Be greedy when others are fearful.” – Warren Buffett
“The time of maximum pessimism is the best time to buy, and the time of maximum optimism is the best time to sell.” – Sir John Templeton
“The time to buy is when there’s blood in the streets, even if that blood is your own.” – Baron Rothschild
Pues para asumir esta próxima etapa ya hablamos de las varias estrategias que se puede y debe adoptar (y lo seguiremos haciendo), como, por ejemplo, una valoración de la empresa para saber si será capaz de sostenerse en el largo plazo atravesando una crisis generalizada con buenos ratios de deuda, liquidez y flujos de caja libre para asegurarse de que los problemas por los que tendrán que ocuparse serán relativamente menores.
No obstante, no hablo solamente de esto, sino de lo que han estado haciendo quienes en busca del mejor momento posible para invertir o reinvertir en Bolivia. En este sentido, la amenaza más importante luego de un hipotético desastre perfecto, (inflación, controles de capitales, nuevos y más altos impuestos, confiscaciones de depósitos y corralitos, etc.) es el caos institucional.
No dejo de olvidarme de algunas conversaciones que tuve con amigos expertos que ya están armando una estrategia comparable a la de la hiperinflación chilena de Salvador Allende en Chile o la de la UDP en Bolivia, incrementando lo más posible su deuda en moneda local, cambiando la mayor parte de sus fondos en moneda extranjera y esperar una fuerte devaluación para terminar comprando cuanto activo de calidad infravalorado por el mercado encuentre. Suena suficientemente astuto, pero sería como elaborar una jugada estratégica para Zimbabwe, donde el régimen ha devaluado cuantas veces ha querido y todavía no se ha ido luego de 40 años.
No hay que olvidar que quienes ganaron como en feria con esa jugada en Chile y Bolivia estuvieron respaldados por la recuperación posterior inmediata de la confianza institucional con Augusto Pinochet y Víctor Paz Estenssoro (salvando las distancias). Hoy, si se trata del escenario más probable, esto no sucederá pronto, pues, por un lado no se sabe si devaluarán cómo, dónde y cuándo digan; y por el otro lado no parece haber alternativa alguna al régimen actual para restablecer el orden institucional (probablemente por el mismo motivo por el que la no hubo en los últimos 13 años). Entonces, la estrategia ideal todavía requiere mucho mayor detenimiento y astucia en su elaboración.
Después de semejante fiesta de gasto, consumo y sobre endeudamiento, el crédito nacional prácticamente desaparecerá, y el que pueda conseguirse en el exterior será solamente privado y para casos excepcionales. Hay inversores atentos y a la espera de este tipo de oportunidades sofisticadas y de alto riesgo, pero, por motivos obvios, sólo tratan de manera exclusiva con despachos de abogados y empresas internacionales que hayan pasado por un minucioso proceso de diligencia debida, para recién luego tener acceso a oportunidades de financiamiento.
Los inversores o socios capitalistas que comparten esta filosofía, método y estrategia de inversión, establecen sociedades solamente con garantías que la jurisdicción de origen no ofrece, como seguridad jurídica (protección contra la bancarrota o posibles demandas, o incluso disturbios civiles y crisis financieras que impliquen controles de capitales y la confiscación de los activos de la empresa), privacidad y competencia fiscal (pocos, sencillos y bajos impuestos); vaya si, por ejemplo, después de todo el litigio de 15 años de Paul Singer con Argentina no terminó siendo lucrativo (al menos 369%) haciendo las cosas de manera correcta.
Dado que la pérdida de confianza en las instituciones del país no se solucionará pronto ni de la noche a la mañana, lo primero es considerar que la inversión o reinversión que se va a hacer en el país será de largo plazo, y que estará dotada de una estructura legal y jurídica adecuada que, en caso de eventualidades de magnitud e intensidad considerables, permita diversificar y proteger lo más posible el patrimonio, y finalmente ganar.
Si necesitas de mi ayuda personal para elaborar estrategias de inversión para tiempos adversos, contacta conmigo ahora.