Finalmente lo más delicado empieza a cobrar el protagonismo que amerita en la actual desaceleración, y en particular respecto de lo que ha estado sucediendo al menos en los últimos dos años con la ralentización del sistema bancario financiero, el incremento de las tasas de interés pasivas, la falta de liquidez, y lo muy preocupados que se ven a los expertos haciendo el análisis sin mucho éxito al respecto.
Hay de todo, pero la línea de análisis que más llama la atención es la que se construye sobre un par de mitos muy extendidos, sobre todo desde la Gran Recesión de 2008: a) que toda gran crisis tiene causa en el riesgo moral y la avaricia de los grandes capitalistas y de los banqueros en particular; y b) que las crisis son absolutamente imprevisibles. Obviamente, todo esto con la idea de que cuando se termine de reconocer que los problemas económicos son demasiado complejos de manejar por el Gobierno y tan evidentes para el conjunto de la población, porque los padece, ya tienen identificado al chivo expiatorio perfecto.
Entre los buenos análisis, aunque falte mucho por decir aún, es el de Armando Álvarez, quien afirma que el objetivo de desarrollar el sector productivo induciendo y reduciendo el costo del crédito para las empresas que lo conforman no está generando los resultados esperados, pero tampoco es algo que sorprenda: ya en noviembre de 2012, cuando se anunciaba la nueva Ley de Bancos que permitía al BCB volver a controlar las tasas imponiendo máximos, yo mismo dije que esto mostraría a los inversionistas que la economía consta de un ahorro disponible mayor al que realmente existe, enviando la señal equivocada a los empresarios de que todo nuevo negocio puede ser emprendido por muy alocado y riesgoso que pareciera, y que de otra manera no sería posible; pues ahora la economía se desacelera porque identifica la necesidad de detener proyectos que jamás debieron llevarse a cabo.
Y más tarde, en una serie de artículos durante los últimos dos años (aquí, aquí, aquí, aquí, y aquí), actualicé la advertencia identificando el deterioro del balance del conjunto del sistema financiero. Para hacerlo breve, el problema no será solucionado con medidas improvisadas, aisladas y pasajeras, ni con gimmicks contables, sino con reformas estructurales que primero permitan al propio sistema proveerse a sí mismo de liquidez empezando por dejar de intervenir las tasas activas reales, y permitirle al propio sistema depurar su balance de activos de mala calidad, y luego permita articularse al capital internacional; sencillo, mas no fácil.
Más aún, y para no perder perspectiva con los análisis de las tasas de interés en concreto, es necesario tener claro que éstas tienen un vínculo directo con el factor tiempo: son el valor que tiene que tener algo en el futuro para que yo me abstenga de consumir en el presente. Si yo estoy convencido de que no hay futuro, consumo todo hoy. Esto es un hecho de la acción humana de la propia vida cotidiana. Una mayor preferencia por bienes en el futuro se traduce en una menor tasa de interés en el mercado de capitales y, por tanto, más moneda, que implica una mayor demanda de créditos, y luego una mayor tasa de inversión, mayor demanda de trabajo, y finalmente mayor salario real.
Sin embargo, cuando aparecen los políticos y los pésimos economistas que los asesoran, especialmente en escenarios de subdesarrollo, inflación y default, creen que pueden saltarse todo este proceso, agravando todavía más la situación, como a mediados de los 80, motivo fundamental por el cual, con el DS 21060, la adopción de normas internacionales y la Ley del Banco Central de Bolivia de 1995, por cierto, se impidió de manera muy acertada que se regularan las tasas de interés, al menos para que no lo hiciera de manera directa y temeraria como hoy en día.
Los economistas suficientemente arrogantes, que juegan a la ingeniería social, que están seguros de que las causas de la pobreza están en la falta de voluntad política particularmente de los agentes privados, aseguran que es posible saltarse el proceso de ahorro, capitalización y asignación de recursos mencionado para industrializar determinado país y enriquecerlo en estándares de primer mundo de la noche a la mañana. Y es por esto que, a su vez, la gran mayoría de economistas, los mismos de la ‘bolivianización’ y la ‘soberanía monetaria’, presuponen que con la simple devaluación de la moneda nacional, la introducción de una mayor cantidad de la misma o mayores dosis de inflación es posible sustituir el ahorro y generar mayor productividad.
¿Alguien recuerda aún a quienes dijeron que el problema de la burbuja inmobiliaria en EE.UU. estuvo en las tasas demasiado bajas durante demasiado tiempo? Pues si las tasas de interés pasivas van hoy de subida en Bolivia, ¿quiere decir que el futuro o el horizonte temporal en este país es cada vez más corto? ¿Qué harás al respecto antes de que sea demasiado tarde?