La dictadura, el absoluto colapso económico y la consecuente crisis humanitaria en Venezuela está motivando todo tipo de debates, y está bien, a pesar de que someter a un pueblo al hambre, la miseria, la tortura en nombre de una idea -pésima, además- como el socialismo, no tendría por qué, en absoluto, ser motivo de discusión siquiera; está mal y debe ser condenado en su máxima extensión. Sin embargo, no ha faltado quienes, desde el análisis económico convencional, pretenden relativizar el desastre venezolano de lo que en teoría se quiere desde el socialismo.
Este es el caso de Noah Smith, habitual columnista para Bloomberg, que el pasado 22 de febrero publicó una muy desafortunada nota titulada Bolivia’s Problem Is Macroeconomics, Not Socialism. Desafortunada porque, al advertir los inocultables problemas macroeconómicos de Bolivia, todo el mundo se ha apresurado en aplaudirla sin haber reparado antes en las trampas de sus argumentos relativistas. Para hacerlo breve, lo que Smith está diciendo en términos generales, en realidad, es que el socialismo es bueno, y que habría tenido todavía mayor éxito en Bolivia si los precios de los commodities que exporta no hubieran caído en 2014; y en términos específicos que, si hoy solucionara su macroeconomía, Bolivia podría terminar de consolidarse por fin como ‘el país socialista más exitoso del mundo’.
El primer problema de Smith está en su enfoque analítico: presupone que las crisis económicas simplemente suceden como un devenir de la naturaleza, y que una eventual crisis económica en Bolivia haría de Evo Morales y el socialismo que viene implementando durante los últimos 13 años, una víctima de malas decisiones de política económica. Sin embargo, toda crisis es el efecto de una causa concreta, tiene nombre y apellido, y la política económica boliviana, típicamente socialista (eliminación del Estado de Derecho, confiscaciones, nacionalización monetaria, impuestos, gasto desbocado, déficit fiscal y comercial, proteccionismo y deuda) ha sido ruinosa como todas y cada una de las veces y lugares donde se ha pretendido implementarlo, y la alicaída macroeconomía (cuyas cifras se ha demostrado que están manipulados) no es más que una de las varias manifestaciones de ello.
De la misma manera, Smith presupone que la causa de los problemas macroeconómicos tienen causa fundamental en la caída petrolera, cuando en realidad dicha caída, aunque muy importante, es solamente un factor agravante. La desaceleración económica de Bolivia empieza antes de la caída petrolera, y no sólo por su política macroeconómica, sino también por el modelo estructural implementado antes y después de, por ejemplo, la Constitución Política del Estado de 2009, que, entre otros aspectos, establece y determina las prioridades de vida de sus ciudadanos de manera típicamente verticalista y perversa. Y la política económica no ha cambiado nada incluso desde 2006.
Bolivia no es una excepción, sino parte de la regla del fracaso del socialismo. Los problemas económicos de Bolivia son exactamente los mismos que los de Argentina, Brasil, Ecuador y Venezuela en determinado momento, solamente que en distinta etapa, y para que también caiga en una crisis de manera comparable es solamente un cuestión de tiempo. Sólo esperemos que para entonces Noah Smith apele a su cordura y honestidad intelectual para recordar su nota y reconocer sus errores, cosa que, por ejemplo, no es algo que ha hecho alguien como Joseph Stiglitz hoy.
En todo caso, para plantear un debate objetivo sobre los resultados del socialismo reciente en América Latina y el mundo, mi recomendación es empezar por una nota escrita por Tyler Cowen, también en Bloomberg, el 20 de febrero, titulada Venezuela Isn’t Just a Failed State. It’s a Failure of the Left.