El contexto internacional está claramente marcado por el pesimismo e incluso el temor de una pronta recesión global, que por el momento se manifiesta con la desaceleración primero de la Eurozona, que persiste en sus elevados datos de deuda y déficit; luego de China, donde permanecen sus grandes desequilibrios; y finalmente parece que también de EEUU, aspecto que se refleja en algunos indicadores clave como los PMI manufactureros que marca 50.1, al borde de la contracción.
De la misma forma, la deuda pública global se encuentra en máximos históricos. Por un lado, en este escenario la plaza más peligrosa es Italia, que no cumple con los niveles ni de déficit ni de deuda que demanda Bruselas; y por otro lado, el 30% de la deuda de los países más ricos ya se encuentra cotizando a tasas negativas (los rendimiento de los bonos alemanes, por ejemplo, no ofrecen rentabilidades positivas entre 1 y 10 años).
Igualmente, los mercados están a la expectativa de que los bancos centrales (y fundamentalmente la Fed) vuelvan a recortar tasas de referencia frente a la desaceleración durante la segunda mitad de 2019. ¿“Esta vez es diferente”? Una cosa es rescatar la economía con medidas extraordinarias y desesperadas, y otra es evitar una crisis con las mismas medidas. No obstante, cautela. En el entretanto cabe esperar una última peligrosa medida de Mario Draghi a cargo del BCE para reiniciar las compras masivas de deuda en septiembre y, en teoría, sortear así al fantasma de la recesión en la Eurozona.
Finalmente, la incertidumbre sobre el acuerdo comercial entre EEUU y China parece empezar a despejarse a partir de la próxima reunión del G-20, aunque para peor, los temores que han surgido recientemente en reemplazo se vinculan al conflicto potencial entre EEUU e Irán, lo que, entre otros aspectos, ha llevado al petróleo WTI a repuntar muy cerca de los $60, así como Bitcoin ha repuntado más de un 30% sólo en 10 días, rozando ya los $14.000, niveles que no se veían desde hace 18 meses.
Dicho todo lo anterior, los mercados emergentes en general podrían volver relucir como alternativa para los grandes capitales en busca de seguridad y rentabilidad.
En Argentina se ha dado giro sorpresivo con miras a las elecciones presidenciales de octubre, habiéndose confirmado a Miguel Ángel Pichetto (peronista no kirchnerista) como compañero de fórmula de Mauricio Macri. En consecuencia, el dólar se ha mantenido estable y el riesgo país ha caído, lo cual otorga un respiro importante al menos para el siguiente trimestre. Con esto la economía parece haber tocado fondo y ya empieza a desempeorar.
Respecto de Brasil, la recuperación y las reformas estructurales están tomando más tiempo que el esperado para la primera mitad del año. Sin embargo, los inversores parecen mantenerse optimistas: la Cámara Baja finalmente aprobaría la reforma del sistema de pensiones durante el tercer trimestre, lo que generaría un ahorro de aproximadamente $192.000 millones en los próximos 10 años. Así, Brasil podría evitar la caída en recesión.
Bolivia, por su lado, cierra el segundo trimestre con una nueva mala calificación de riesgo por parte de Fitch Ratings, que, siguiendo la línea de la rebaja que ya había otorgado Standard & Poor’s hace un año, otorga una perspectiva negativa concentrándose particularmente en los niveles de déficit fiscal y comercial, el nivel de reservas del BCB, y la crisis de Hidrocarburos, que ya es inocultable. De hecho, Incahuasi ha recortado un 58.8% de su producción en menos de 10 días por una menor demanda de Brasil.
Al respecto, un aspecto muy importante, aunque mucho menos analizado, ha sido la postergación de la reforma pendiente de pensiones. Teniendo en cuenta que el modelo de estímulo de la demanda está agotándose de manera irreversible, una vez que la deuda pública externa también se agote como fuente de financiamiento, antes de una devaluación de la moneda nacional, queda recordar lo siguiente: antes de que Argentina expropiara el sistema de pensiones, primero lo quebró. ¿Cómo lo hizo? Obligando a las AFP a comprar deuda pública.
Con todo lo anterior, ésta aún parece ser el peor escenario para encontrar rentabilidad e incluso activos refugio de calidad ya no solo en los mercados internacionales, sino también en el plano nacional. Aunque para el corto plazo el mensaje de los bancos centrales y su predisposición a volver a las políticas de recortes de tasas y Quantitative Easing durante la segunda mitad de junio, ha permitido que las bolsas se comporten de manera positiva luego de varias semanas (sobre todo durante mayo), sigue siendo considerablemente más atractivo establecer estrategias de preservación patrimonial internacional antes de que se presente algún problema sistémico cada vez más probable en el plano nacional.
Finalmente, julio es temporada de resultados empresariales, lo que recién permitirá avizorar un horizonte de inversión de corto plazo al menos para los siguientes tres meses. Sin embargo, siendo que los datos macro en EEUU siguen siendo relativamente robustos (datos de crecimiento cerca del 3%, desempleo en algo más del 3% y una inflación subyacente apenas encima del 2%), y por tanto los recortes de tasas no estarían justificados, los mercados, aún alcistas, ofrecen oportunidades para considerar.
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