La rentabilidad que han tenido las bolsas ha sido del 9% anual, prácticamente la misma tanto bajo un gobierno republicano como uno demócrata, pero las elecciones del próximo 3 de noviembre son especialmente importantes sobre todo por el entorno que se ha ido dibujando con tasas de interés nominales en cero y toda una serie de QEs desde 2008, como por la exacerbación de los problemas que la política monetaria ha creado.
Claramente, la economía ha terminado siendo un factor muy importante para tomar decisiones. Ya antes del Coronavirus se veía una economía con un crecimiento promedio anual de no más del 2% del PIB, y un mercado de capitales boyante donde las FAAMG representan nada menos que un 40% de la capitalización total, que era difícil de explicar su no fuera por los estímulos de la Fed y no por un crecimiento sólido, sano y sostenido de la economía real.
Luego de los confinamientos, la divergencia entre los niveles de bolsa y de la economía real, es decir, la recuperación en forma de K, es mucho más importante ante la mirada del público en general, pues mientras unos se suman a las filas del desempleo, al mismo tiempo observan que los multimillonarios paquetes de estímulos de la Fed favorecen solamente a quienes previamente era los más ricos como Jeff Bezos o Mark Zuckerberg.
Por eso, ante la continuidad de las políticas de Trump de recortes de impuestos, o el incremento de los mismos a los más ricos de Biden, aparentemente el votante estadounidense promedio parece inclinarse por lo segundo, al menos por el momento y según la mayoría de las encuestas.
Al mismo tiempo, si bien Trump ha mostrado cifras económicas notables previas a la pandemia y los confinamientos, que no necesariamente son toda atribuibles a su administración, no ha tenido éxito en su objetivo de reducir el déficit comercial de EEUU con China, además de que la imposición de tarifas suele afectar más a la clase media que a cualquier otro sector.
Esta estrategia implica muchas veces tener a la Reserva Federal de su lado, pero no siempre. A Trump le hubiera encantado tener tasas de interés todavía menores si hubiera sido posible, hasta que llegó el Coronavirus y detrás de él nuevos estímulos masivos al más puro estilo de los QE del pasado reciente. Es imposible competir con la Reserva Federal, aunque seas el Presidente de los EEUU.
Ahora, el peor escenario posible para el mercado sería una “blue wave” en las elecciones, es decir, un escenario en el que una victoria de Joe Biden tan grande como para dominar tanto la cámara alta como baja del Parlamento, significaría echar por tierra lo hecho por Trump, incrementar impuestos corporativos y a las personas físicas, además de que las regulaciones se intensificarían. Este escenario sería suficiente motivo para salir del mercado antes de las elecciones.
Por otro lado, una victoria de Joe Biden podría también significar una buena notifica porque el Partido Demócrata podría aprobar rápidamente el paquete de estímulos masivos equivalente a $3.000 millones que los senadores republicanos bloquearon en mayo. Además, las relaciones comerciales podrían bajar su tensión tanto con China como con la Unión Europea.
Con todo esto, es muy difícil afirmar por qué candidato se inclinará la votación guiándose únicamente por la economía. Nada está dicho. Hay quienes afirman que salir del mercado antes de las elecciones podría ser una opción más conservadora ante la gran carga de incertidumbre que representan los resultados de las elecciones, pero también hay quienes afirman que este no es motivo suficiente para hacerlo.
Algunos parecen haber elegido sabiamente no apostar a lo grande, y otros, no apostar en absoluto. Ambas posturas son comprensibles dada la incertidumbre de los resultados, y más allá de lo que digan hoy las encuestas.