En 2020, no necesariamente fruto de la crisis de la pandemia, sino de los gobernantes y políticos que se han aprovechado de la crisis de la pandemia para aplicar medidas que de otra manera no hubieran sido posibles, se ha visto, por ejemplo, cómo la deuda global total ha alcanzado niveles récord del 365% del PIB global, pero todavía no hemos visto mucho de planes que busquen cómo pagar este nuevo incremento de deuda.
Muchos saben que durante la segunda mitad de 2020, mientras duraba la cuarentena rígida, creé mi programa de podcasts Poder & Mercado para ayudar a la gente a tomar mejores decisiones de inversión, un programa en el que suelo entrevistar gente muy interesante, mucha de la cual conozco personalmente.
En una de estas conversaciones uno de estos invitados me decía lo siguiente:
El juego de ayer se llamaba: “¿puedes ganar dinero en términos nominales?”
El juego de hoy se llama: “¿Puedes ganar dinero en términos reales? ¿Puedes vencer la inflación?”
El juego de mañana se llamará: “¿puedes ganar dinero en términos reales después de impuestos?”
En este sentido, aquello a lo que se refiere este gestor de fondos de inversión es que, paradójicamente, para los gobernantes de hoy alrededor del mundo la creación del dinero de la nada por parte de los bancos centrales para financiarlo todo no es suficiente, y que entre los varios desafíos que existe en 2021 para la preservación patrimonial está el incremento de antiguos impuestos y la creación de otros nuevos impuestos.
De hecho ya lo hemos estado viendo en EEUU y las propuestas por parte del ala más radical del Partido Demócrata de la mano de Elizabeth Warren, Bernie Sanders y AOC.
Por ejemplo, hemos visto cómo grandes empresas como Hewlett Packard, Oracle, Tesla y SpaceX se están trasladando de California hacia Texas -que no tiene impuesto a la renta personal- en busca de competencia fiscal o menores impuestos. También se ha estado viendo cómo bancos privados como Goldman Sachs, grandes hedge funds o inversores como Paul Singer, Carl Icahn o Tom Golisano, se trasladan de Nueva York hacia la Florida con el mismo objetivo de alcanzar la competencia fiscal.
Esto también está pasando en países como Argentina, Bolivia y España, donde en vez de realizar ajustes fiscales estructurales asumiendo el costo político que esto implica, los gobernantes están creando nuevos impuestos a la riqueza o a las grandes fortunas.
Hace solamente unos días conversaba sobre estos asuntos con alguien que sabe de la materia, y me recomendó un libro sobre el que ya antes había escuchado hablar, The Creature from Jekyll Island, de G. Edward Griffin.
Es un libro sobre la creación de la Reserva Federal de los EEUU en 1913, sobre cómo en una reunión clandestina en esta isla, un grupo de banqueros de Nueva York decide crear el sistema federal de banca central como mecanismo de autofinanciamiento mediante monetización de deuda, es decir, crear deuda y luego pagarla creando dinero de la nada y, sobre todo, sin tener que recurrir a incrementos de impuestos escandalosos por medio de la promulgación de nuevas leyes, entre otros aspectos. Es lo que mejor se conoce como inflación, o como algunos como Milton Friedman calificaron como un impuesto sin legislación.
En uno de los capítulos de este libro, Griffin afirma que los impuestos en general, pero sobre todo los del tipo progresivo, buscan crear conflicto entre distintos estratos sociales. Con la creación de un impuesto progresivo, por ejemplo, se ha creado un nuevo enemigo político para echarle la culpa de todos los males sobre la tierra: los ricos.
Sin embargo, antes de que cunda el pánico sobre las consecuencias de la creación de impuestos progresivos, hay que preguntarse por qué un grupo de ricos crearía un impuesto que ellos mismos, y antes que nadie, tendrían que pagar. La respuesta es sencilla: porque no todos los ricos los pagan, sino tal vez sólo aquellos que no sean amigotes del régimen.
Para empezar este es un impuesto tan perverso como difícil de cobrar. Para ponerlo en práctica, el Estado necesita una capacidad de investigación, control, apoyo político y demás, con la que no puede contar ni en el mejor de sus sueños. Además, es muy difícil de pagar porque al mismo tiempo es muy difícil hacer un avalúo de lo que realmente constituye un patrimonio neto -no es tan simple como decir “es activos menos deuda”-.
Y por si fuera poco, este tipo de impuestos en especial genera fuga de capitales, fuga de talento, pérdida de empleos, y por tanto, provoca una menor recaudación de impuestos y una caída de la actividad económica en el mediano plazo, y hasta la descapitalización de la economía en el largo plazo.
Pero además, el mismo año que en EEUU se creó el impuesto contra los ricos, el Congreso también creó la ley de fundaciones exentas de impuestos, un mecanismo mediante el cual, al amparo de la filantropía, la caridad y la educación, las dinastías familiares con gran riqueza pueden evitar pagar el impuesto sobre la renta o el impuesto a la herencia, y por tanto, seguir teniendo al control sobre su riqueza.
Si el objetivo de, por ejemplo, el Movimiento al Socialismo en Bolivia es no es hacer de este país la nueva Cuba o la nueva Venezuela, antes de que este nuevo impuesto progresivo sobre el patrimonio personal se consolide, terminará siendo una problema para los mismos gobiernos, que eventualmente los obligará a dar marcha atrás.
Es por esto que más bien países como Francia -que no es precisamente un país que se precie de tener impuestos bajos o sea muy amigable con la inversión privada internacional-, eliminó el impuesto al patrimonio personal en 2017. De igual manera, también lo hicieron Austria en 1994, Holanda en 2001, Finlandia en 2006, Suecia en 2007.
Yo no sé cuál va a ser la próxima Cuba, lo que sí sé es que Venezuela estaba segura de que llegaría a vivir ni en mil años lo que está viviendo hoy mismo, y también sé que no existe ninguna garantía para que determinado país se convierta mañana en la próxima Cuba o Venezuela.
En todo caso, no es necesario llegar a semejante situación para salir de la duda sobre qué es lo que puede suceder. En España, por ejemplo, con la sola idea de Unidas Podemos para crear este impuesto a la riqueza, a principios de abril de 2020, se había registrado una fuga de depósitos de aproximadamente €22.000 millones hacia refugios fiscales dentro de la misma Unión Europea como Luxemburgo, y no de multimillonarios, sino de cuentas retail.
Finalmente, este impuesto es un disparate de tal envergadura, que será muy difícil de aplicarlo o mantenerlo conforme vaya pasando el tiempo. Lo más probable es que este impuesto vaya cambiando de forma eventualmente, pero nadie sabe qué pasará a futuro exactamente.
Desde luego, lo mejor sería que no sólo no se aplique nuevos impuestos, mucho menos progresivos a los ricos, sino que además se recorte unos e incluso se elimine otros impuestos antiguos, si acaso el objetivo es incrementar la recaudación en el corto plazo, respondiendo a la lógica de la Curva de Laffer, por ejemplo.
Por tanto, para tomar decisiones importantes no es necesario esperar a que determinado país se convierta en la próxima Cuba o Venezuela, lo mejor es tomar decisiones importantes hoy.
Más aún, dado que es mejor no dejar las decisiones importantes echadas a la suerte, porque uno no puede confiar en lo que hagan los gobernantes más adelante, si uno puede hacer algo al respecto en el entretanto, es mejor no pensarlo demasiado.
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