En el mundo de la economía y la inversión en los mercados de capitales globales existe lo que se llama “el ciclo de las emociones del mercado”. Está compuesto de al menos 14 fases distintas, pero las que más destacan son las de la euforia –que se da cuando los mercados se encuentran en máximos históricos– y el abatimiento o la depresión –que se suelen dar cuando los mercados han tocado fondo–.
Luego de que el Movimiento al Socialismo ganara las elecciones del pasado 18 de octubre de manera sorpresiva para la gran mayoría del público, incluyendo los mercados o tenedores de bonos soberanos de Bolivia, ahora mismo el susto parece haber salido del asombro y estar entrando en una etapa de complacencia, tratando de convencerse de lo que quiere creer, o incluso empezando a buscar elementos para justificar su esperanza, afirmando que “Arce Catacora no es tan malo después de todo”, que “a fin de cuentas el problema no era el MAS, sino Evo Morales”.
Sin embargo, Luis Alberto Arce Catacora acaba de cumplir 30 días en el máximo cargo público de Bolivia, y al menos hasta aquí, está perdiendo ya el beneficio de la duda sobre su capacidad para rescatar su propio modelo, de aplicar decididamente un programa con distintas medidas articuladas y coherentes entre sí, y con un factor sorpresa para lograr el impacto esperado de aceptación.
Tanto él como Marcelo Montenegro, ministro de Economía y Finanzas Públicas, así como Roger Edwin Rojas Ulo, presidente del Banco Central de Bolivia, han concedido muy pocas declaraciones a la prensa, y se han limitado a repetir que este se caracterizará por ser un gobierno “sumamente austero”, aunque lo único que se ha visto al respecto ha sido el gesto del Presidente al no utilizar el avión presidencial para trasladarse de manera cotidiana por su labor.
De esta manera –y al registrarse una crisis en forma de “L”, de caída sin recuperación– la idea de que Arce y su equipo son los indicados para asumir el desafío de la profunda crisis económica por la que atraviesa Bolivia, tendría que empezar a desvanecerse rápidamente. Con ello, el público debería recobrar el sentimiento de incertidumbre y ansiedad respecto del futuro, pues, aparentemente, todo depende de ellos.
Al menos de momento, las incógnitas terminan sumando más que las certezas. Por ejemplo, Arce Catacora afirmó que tenía un plan a ser revelado en diciembre, un mes del cual todavía restan 23 días, pero ¿por qué la demora?
Por ejemplo, entre las preguntas más frecuentes del momento están:
¿Se tratará de un plan altamente impopular, muy ambicioso o demasiado elaborado?
¿Será un plan impopular para los miembros del partido de gobierno, para quienes han conseguido millonarios favores políticos durante 15 años, o nuevamente para el común de los ciudadanos que producen?
¿El plan incluye el incremento de la deuda pública externa y la participación del FMI en la política económica?
Si el plan de Arce incluye al FMI, ¿las condiciones que éste establezca serán como las que impuso en Ecuador (con un recortes muy agresivos de la subvención a los combustibles), o como en Argentina (donde el ajuste no lo asumió el Estado, sino solamente la gente con incrementos de tarifas, impuestos e inflación)?
Ahora bien, cuando los inversores no tienen un horizonte temporal confiable y están demasiado pendientes de los plazos inmediatos de los mercados, donde tanto los factores de los que dependen sus decisiones como sus emociones al respecto son incontrolables, lo más recomendable es simplemente no hacer nada. Sin embargo, lo menos recomendable es tratar de seguir esperando buenas noticias para justificar su inacción o la falta de toma de decisiones importantes.
A fin de cuentas todo se trata de un juego de probabilidades. La pregunta de qué podría pasar con la economía si el MAS retorna al poder tiene al menos 12 meses de antigüedad. Muchos apostaron por su retorno. Los que perdieron la apuesta de que no volvería perdieron, pero hoy tratan de convencerse a sí mismos de que la derrota no ha sido tan dura, y de que no pasará nada malo si no ha sucedido nada hasta el momento, pero ¿qué pasa si Arce Catacora simplemente no sabe lo que tiene que hacer realmente, o incluso termina agravando la situación?