Javier Milei es un economista liberal muy conocido y reconocido en todo el mundo hispanoparlante, pero sobre todo en su tierra natal, Argentina. Es un liberal que ha sabido ganarse suficiente espacio como para saltar al escenario político y además alcanzar extraordinarios resultados como el tercer candidato más votado en la ciudad de Buenos Aires en las pasadas elecciones primarias legislativas del 14 de octubre, y que espera superar este próximo 14 de noviembre.
Ya con su meteórica trayectoria antes de las elecciones, mucha gente empezó a buscar personajes similares con la esperanza de que alguien pueda persuadir a más gente para llevar a sus países por las sendas de la prosperidad.
Sin embargo, así como el propio Milei le respondió a un niño que se le acercó hace sólo unos días en uno de sus mítines para decirle que es “mileano”, diciéndole “muchas gracias, pero yo prefiero que seas liberal, que es mucho mejor”, lo último que se debe esperar de un político es que se convierta en un mesías que pretenda solucionar todos y cada uno de los problemas de un país como por arte de magia. Eso es algo que, precisamente, explica y advierte muy bien el liberalismo. Por eso Milei afirma que él no se metió en política para guiar corderos, sino para despertar leones. Es decir, cada quien puede convertirse en un Milei desde donde puede y como puede.
Es más, Milei pertenece a una muy larga y rica tradición de pensamiento económico en la Escuela Austríaca de Economía, que tiene sus inicios con la publicación de Principios de Economía Política de Carl Menger en la Viena de 1871, aunque haya quienes -como F.A. von Hayek en su discurso de recepción del Premio Nobel de Economía de 1974- afirman que esta es muy anterior a Adam Smith, y que se remonta incluso a 1555 con Diego de Covarrubias y Leyva, pero además hay un trabajo previo muy extenso, rico y profundo en Argentina en esta misma línea, donde se puede ver la influencia también de Juan Bautista Alberdi, que Javier ha sabido aprovechar de forma única e irrepetible.
Es que, si hay algo que este excéntrico economista reconoce humildemente es que no llegó en paracaídas al lugar donde se encuentra hoy, sino que su arduo trabajo descansa en hombros de gigantes, algo que ha sucedido de forma distinta en muy pocos lugares del mundo.
Argentina empezó a construir lo que tiene hoy al menos desde la década de los 40 en la Universidad de Buenos Aires, gracias al trabajo de Carlos Luzzetti, William Chapman, José Santos Gollán (h) y Alberto Benegas Lynch, quien mantuvo contacto permanente con Leonard Read, Ludwig von Mises y F.A. von Hayek, quienes, junto a otros, visitaron aquel país a lo largo de los años 50 para brindar varias conferencias sobre filosofía política, política económica, etc.
De hecho, esto es algo que reconoce el propio Milei: aquella definición de liberalismo que profesa de manera permanente, “el liberalismo es el respeto irrestricto por los proyectos de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión, defendiendo el derecho a la vida, la libertad y la propiedad”, es de Alberto Benegas Lynch (h).
Luego, en los 70, creció una segunda generación de economistas igualmente destacados como el mencionado Benegas Lynch (h), Juan Carlos Cachanosky y Alejandro Chafuén, quienes recibieron sus doctorados en EEUU estudiando con varios de los mencionados, que tomaron la posta junto a Gabriel Zanotti, Eduardo Zimmermann y Ricardo Manuel Rojas, entre otros.
Ya en los 2000 se sumaron otros como Martín Krause, y no mucho después la nueva generación actual compuesta por Adrián Ravier -quien enriquece esta tradición con su propio relato al respecto-, Nicolás Cachanosky y, finalmente, Javier Milei. Todos trabajando juntos y separados.
Además, Ricardo López Murphy, que también ha aportado desde hace muchos años desde la política e incluso -aunque brevemente- desde esferas de gobierno, también corre en estas elecciones, con lo cual suma definitivamente a la causa.
Ahora bien, parte del gran mérito que hay que saber identificar en Javier -que no está, en absoluto, exento de mácula- es, justamente, haber sabido reconocer primero que la Escuela Austríaca de economía es la que tiene las respuestas que la gente busca ya casi de manera desesperada en Argentina ante el deterioro económico, social, político y cultural que arrastra al menos desde Juan Domingo Perón.
Y luego, en haber sabido explicar y conectar con un público extraordinariamente extendido, uno que el liberalismo argentino ha alcanzado nunca.
Aún así, algunos manifestamos cierto escepticismo no necesariamente por lo que Milei puede o no lograr desde la política, sino por los riesgos que el mismo liberalismo advierte sobre la naturaleza del ser humano una vez que alcanza el poder, empezando por tener que abandonar principios y hacer concesiones al adversario político, y terminando por ceder a la tentación de recurrir al uso de la fuerza para implementar sus ideas.
En todo caso, la política no es la única ni mucho menos la manera ideal de cambiar aquello con lo que no estamos de acuerdo en nuestro entorno, y él lo sabe.
Nada está garantizado, y sea lo que suceda con Javier Milei y las ideas de la libertad a partir del 14 de noviembre, es importante reconocer que ya ha logrado lo insospechado hasta hoy en esta tradición. No queda más que desearle alas y buen viento, pero cada quien sabrá tomar la posta desde donde pueda y como pueda.
Artículo originalmente publicado en el segundo número de la revista impresa de Asuntos Centrales, edición de noviembre de 2021.