Por lo general, la medición de la popularidad de un líder político, así como de la cohesión de su partido, es solamente contrastable cuando estos encaran un proceso electoral. Muchas veces los candidatos se presentan a las elecciones sabiendo que no tienen oportunidad alguna de ganar, pero lo hacen con el objetivo de sacrificarse por el partido.
No se sabe con suficiente claridad si este es el caso de Luis Arce Catacora, que todavía parece obedecer las órdenes de Evo Morales con el objetivo de preparar el retorno de Morales al poder (más allá de que la Corte Interamericana de Derechos Humanos haya sostenido categóricamente que la reelección indefinida no constituye derecho humano alguno). Sin embargo, este fin de semana Álvaro García Linera dejó en mayor evidencia aún la marcada fractura del Movimiento al Socialismo (MAS), invitando a deducir que el partido continúa con su proceso de desintegración.
Lo que García Linera dijo concretamente es que Arce Catacora estaría tentado de postularse a la reelección este 2025 con un partido distinto al MAS: «Teóricamente, tienen (tanto Arce como Choquehuanca) la posibilidad de que pudieran plantear su candidatura el 2025 y tienen todo el derecho a hacerlo. Lo que pasa es que no sabemos cuál será la posición de ellos en término de las elecciones, si serán candidatos dentro del MAS o no lo serán».
Para Héctor Arce, diputado nacional del MAS por Cochabamba, existen distintos bloques y corrientes al interior del partido, y aunque también sostiene que “no es correcto que promuevan algunas candidaturas”, “existe una amenaza, unos vientos oscuros, por ahí unas tormentas”.
Evo Morales perdió todas y cada una de las elecciones a las que se presentó o lideró desde el referéndum de 2016 que le negó la postulación presidencial. Muchos analistas afirman que el problema del MAS se llama Evo Morales, probablemente con el objetivo de lavarle la cara al partido. No obstante, el MAS perdió las elecciones a gobernaciones y alcaldías de marzo de 2021, hace exactamente un año, ya sin Morales en el poder, y perdió de una manera en que recibió apenas la mitad de los votos que había recibido en las elecciones ganadas por Arce en el año 2020.
No sería extraño que, además de considerar que sería sostenerse en el poder mediante elecciones con un partido con profundas fisuras, sobre la formación política izquierdista pesan una serie de importantes elementos de impostura.
Por ejemplo, en 2005 el MAS se presentaba con una retórica que desafiaba al imperio norteamericano, como no podía ser de otra manera con un típico partido latinoamericano de izquierdas, pero que también buscaba reivindicar el indigenismo o la hoja de coca como uno de los elementos centrales de la cultura ancestral, pero hoy no es más que un partido profundamente corrupto, delincuencial, directamente vinculado al narcotráfico que ha manipulado descaradamente no sólo la democracia, sino además la justicia.
Y por si esto fuera poco, al MAS todavía le resta encarar la crisis económicaque ha sembrado desde que ascendió al poder hace 15 años, una crisis con varias aristas que incluyen la crisis del sector hidrocarburos o aquella de la que nadie se atreve a señalar todavía a falta de aún mayor evidencia, que es la del sector bancario y financiero.
Nada está suficientemente claro. Probablemente, y al igual que le sucedió a Morales, Arce se siente tentado a permanecer en el poder, aunque los rumores afirman que el cáncer que padece y el desafío de encarar una venidera crisis económica se lo impedirían; probablemente la falta de ese aspecto indígena le impide tener mayor acercamiento con una audiencia mayor en su propio partido, y se sienta más identificado con un partido más de corte socialista clásico como el Partido Socialista 1 (PS-1) de su admirado Quiroga Santa Cruz, que no necesariamente confronta indígenas con mestizos y blancos, campesinos con citadinos, u hombres con mujeres, sino solamente a ricos con pobres, empresarios con obreros.
Puede que, si Arce no recurre al fraude, la estrategia de encantar a los votantes decepcionados del MAS fracase de la misma manera en que lo hizo Carlos Mesa en 2020.
Así mismo, posiblemente esta idea de García Linera de que Arce busca reelegirse con un nuevo partido, se trata de un nuevo globo de ensayo como los muchos a los que el MAS tiene acostumbrada a la ciudadanía, buscando que Morales lo utilice en una nueva campaña electoral como hombre de paja al cual culpar de todas las desgracias -sobre todo económicas-, que al país todavía le queda por encarar pronto, y se muestre nuevamente como un mesías refundador.
Al menos por el momento, Arce parece estar construyendo sus propias relaciones con distintos sectores sociales y populares del país, dentro y fuera del MAS: acaba de ofrecer la creación de un fondo de $10 millones para gremialistas (un sector con mucha fuerza en el país) creado con utilidades de la banca, y acaba de ofrecer 1.800 viviendas sociales en El Alto durante la celebración de su aniversario, junto a su alcaldesa (y ex senadora del MAS), Eva Copa, que ya se pronunció duramente y en más de una oportunidad contra Morales.
En todo caso, la pregunta sobre si Arce buscará la reelección o no, ya sea con el MAS u otro partido, es si le alcanzará el tiempo para lograrlo, pues son diversos los factores que están precipitando el modelo económico impuesto en el país en 2006: la invasión de Rusia sobre Ucrania está provocando un incremento de los precios de las materias primas de una forma muy vertical, lo cual está obligando al régimen de Arce ya no sólo a tener que plantearse medidas muy poco populares sobre el subsidio a los hidrocarburos o tener que conseguir financiamiento de donde no existe para volver a financiar el subsidio a la harina de trigo, como lo había hecho hasta 2015, y así evitar, aunque sea temporalmente, un incremento en los precios incluso del pan de batalla.
Columna originalmente publicada en La Gaceta de la Iberosfera, el 9 de marzo de 2022.