Hace solamente unas horas leí una columna de Manuel Hinds para mantenerme al tanto sobre lo que pasa en El Salvador, y coincidió con otra nota de la BBC sobre la inflación en Bolivia, o mejor dicho, sobre la ausencia de ella.
A manera de introducción en Percepciones y realidades, Hinds dice: “Hace unos años, cuando Rafael Correa estaba cerca del final de sus presidencias, recibía muchos mensajes de amigos ecuatorianos diciendo que, aunque los números no parecían pegar, esos eran los años en los que más dinero habían ganado en sus empresas y en sus profesiones, y daban el crédito a Correa, diciendo que no sabían cómo hacía que los negocios crecieran tanto cuando el precio del petróleo, la principal exportación de Ecuador, estaba cayendo mucho. ‘No sabemos cómo’, decían, ‘pero lo logra, y eso es lo que importa’.”
Dice que esto es lo que sucede ahora en su país, que es el turno de El Salvador debido a todos los experimentos que anda aplicando y pretende seguir aplicando Nayib Bukele.
Impecable. Me ha pasado lo mismo durante años, y luego de discutir un poco -hoy ya no lo hago por simple flojera- mis interlocutores han cerrado siempre la discusión diciéndome “eres muy pesimista, muy exagerado, muy cualitativo, muy macro, muy economicista, muy de derecha”, lo cual, desde luego, no es constituye refutación alguna sobre mi parecer sobre lo que ha pasado en los último 15 años y con el futuro de la economía de Bolivia.
Por su lado, la nota de la BBC planteó una discusión sobre la inflación en Bolivia, pero primero una digresión importante: todo el mundo está al tanto ahora mismo sobre el incremento generalizado de los precios -“inflación”, en términos convencionales- de los bienes y servicios de consumo inmediato alrededor del mundo, que se encuentran en máximos de 40 años.
También se ha escuchado mucho decir que las causas de semejante repunte de precios no las había previsto nadie y que, además, la culpa la tiene Vladimir Putin por haber invadido Ucrania, uno de los mayores productores de maíz, trigo y cebada en el mundo, y por haber amenazado uno de los principales suministros de gas para Europa occidental y, fundamentalmente, Alemania.
Lo cierto es que, como muy bien dijo Milton Friedman alguna vez -si, acertó en algunos aspectos de teoría monetaria-, y de manera tan sencilla y aplastante, que “la inflación es siempre y en cualquier lugar un fenómeno monetario”. La culpa no es del ruso, sino de las políticas de hiper-estímulo jamás vista en la historia luego de las iniciadas en 2009 para encarar la Gran Recesión: la explosión absoluta de la base monetaria de todos los bancos centrales alrededor del mundo para mitigar los impactos del Covid-19 y las cuarentenas masivas y forzadas.
Hasta aquí vamos bien. Esto es lo que se está discutiendo ahora mismo en el mundo, pero, como adelantamos, la BBC ha planteado un asunto interesante que todavía hace pensar a más de un incauto que el auge económico de la era de Evo Morales: Cómo se ha librado Bolivia de la inflación que recorre América Latina (y por qué no es tan buena noticia como parece).
Pues, aunque ya abordé este tema en diversas ocasiones, lo primero por decir al respecto es que en Bolivia hay inflación, y mucha, pero no donde pocos se atreven a ver.
Hoy la BBC se hace una pregunta que tiene que ver con la misma pregunta que se hizo el Wall Street Journal en 2014 ante el inicio del desplome continuado de las materias primas de las que Bolivia vive: Construction Cranes Dot a Bolivian Skyline; Will Growth Continue?
En ese entonces la gran mayoría de economistas estaba segura de que la economía de Bolivia sufriría varios problemas serios. Y efectivamente, así fue, pero por distintas causas. Sin embargo, lo que apunté a decir ya desde aquel entonces es que para observar las causas de una eventual caída de la economía hay que establecer claramente -o al menos desarrollar una hipótesis relativamente sólida- una idea que explique la debilidad del crecimiento inmediatamente anterior.
Lo que sucede es que, aunque al Instituto Nacional de Estadística no hubiera inflando las cifras del Producto Interno Bruto que reporta, o si manipulara la metodología de cálculo del Índice de Precios al Consumidor para reportarlo hacia la baja, el problema está en una falta de teorías interpretativas de calidad que interpretaran el auge de la economía de Bolivia y ofreciera una hipótesis en la cual indagar, por parte de la gran generalidad de economistas convencionales.
Y es aquí donde se establece el vínculo entre la nota de la BBC sobre Bolivia con la columna de Manuel Hinds sobre el Ecuador y El Salvador, y los datos tanto del PIB como del IPC: cuando los economistas ven incremento sostenido de precios en determinados bienes y servicios de consumo inmediato, le llaman inflación, pero cuando ven el mismo comportamiento de precios en activos fuera del IPC, le llaman “auge”. Y lo que los economistas convencionales llaman “auge”, otros le llamamos “inflación de activos” en un contexto de nacionalización monetaria y ampliación deliberada de su masa durante al menos 15 años continuos, inflación de activos, burbuja.
Es decir, en suma, la inflación está fuera de la “canasta básica”, fuera de . La inflación está en los bienes de consumo duradero, en aquellos sectores donde todavía se considera que existe auge y supuestamente lideran la recuperación: terrenos, casas, departamentos, edificios, etc.
En este sentido, la inflación no es lo que dicen que es en las grandes universidades del mundo. ¿Qué son las burbujas de activos? Son una buena idea llevada al exceso, son causadas fundamentalmente por los bancos centrales, que distorsionan los precios y los alejan de su valor -al alza o baja- y que se suelen formar en aquellos sectores que se consideran como los más seguros.
Si la economía de Bolivia todavía no ha volado por los aires, es porque todavía se sostiene en el régimen de tipo de cambio fijo, pero, dado que todavía se pretende gastar a manos llenas presuponiendo que el crecimiento de cualquier economía se funda en el gasto y no en el ahorro, se seguirá acumulando el déficit fiscal y la deuda pública, que más tarde se convertirá en mayores incrementos de impuestos y, finalmente, cuando las reservas del Banco Central no sean suficientes para sostener el tipo de cambio, todavía mayor inflación.
Más aún, existe una pregunta más interesante aún para los economistas convencionales: la economía de Bolivia empezó con su caída casi un año antes de la caída de la cotización de las materias primas que típicamente exporta; al mismo tiempo, supuestamente a causa de la invasión sobre Ucrania, las materias primas se han disparado, pero la economía de Bolivia no se recupera a niveles previos a la pandemia… ¿por qué?
La primera parte de la respuesta está en el modelo implementado en el país de Evo, que es exactamente el mismo que en Venezuela, Argentina y Brasil durante el auge del Socialismo del Siglo XXI, y donde estas economías entraron en serias crisis mucho antes de 2013 o 2014.
Y la segunda parte está explicada por el gasto público excesivo, justamente donde más han ido a parar los estímulos estatales: la economía de Bolivia no tiene futuro ni siquiera con un precio del barril de petróleo nuevamente en $140. Ese es pues el motivo por el cual se calcula que el país se verá forzado a importar gas tan pronto como en 10 años, o incluso antes.
Sin embargo, mientras no exista una teoría que explique el vínculo entre el ámbito monetario y la economía real, o qué es lo que piede generar primero un auge artificial y luego una inexorable recesión, lo que suceda en Bolivia seguirá siendo un auténtico enigma para la gran mayoría de economistas.
Esto es algo que ya expliqué hace unos años en una libro de divulgación Incautos: La enorme burbuja a la que indujeron a Bolivia y cómo salir de ella (2017), y que explico muy sucintamente con esta ilustración:
Ahora bien, hay algo igualmente interesante en la nota de la BBC que no pueda dejar de pasar inadvertido: piensa que la supuesta ausencia de inflación es algo malo y poco deseable para la economía de Bolivia. Sin embargo, parafraseando a Friedman, las devaluaciones son siempre, en todo momento y lugar, un mecanismo de autofinanciamiento de los gobiernos mediante sus bancos centrales. Solamente se beneficia el Estado sobre todo cuando tiene demasiada deuda. Sus consecuencias: inflación.
En otras palabras, lo que la dolarización ha hecho contra el populismo de Correa en Ecuador, y hace contra el populismo de Bukele en El Salvador, es lo que ayer hizo el tipo de cambio fijo al régimen de Morales y hoy al de Arce Catacora: maniatar -o al menos dejar en evidencia- la magnitud e intensidad de su voracidad fiscal.
Aunque ya haya pasado bastante -demasiado-, es sólo cuestión de tiempo. Y creo que, de hecho, ya está sucediendo.
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