Hoy el National Bureau of Economic Research (NBER) publicó los datos sobre el PIB de Estados Unidos y confirmó que su economía se contrajo por segundo trimestre consecutivo en el segundo trimestre de este 2022.
Se trata de la confirmación de una recesión técnica y una fuerte señal del inicio de una recesión al más puro estilo convencional. Sin embargo, luego de que el gobierno de Joe Biden tratara de instalar en la opinión pública el relato de que no habría inflación, que era transitoria debido a problemas temporales de abastecimiento, que no era transitoria y que apenas un tímido incremento de tasas la mitigaría, y que la culpa la tenía Vladimir Putin, ahora trata de instalar el mismo relato respecto de la recesión.
Luego de reconocer que se había equivocado con la inflación, ahora trata de manejar expectativas sobre el futuro inmediato de la economía estadounidense negando la recesión e incluso tratando patéticamente de cambiar su definición.
De hecho, justo antes de la publicación del NBER, casi la mitad de una serie de economistas encuestados veía una recesión en Estados Unidos en los próximos 12 meses (si no lo estaba ya), con una probabilidad creciente.
Lo cierto es que la verdadera pregunta hasta ayer no era si habría recesión en Estados Unidos o no, sino de qué magnitud, duración e intensidad será. En este sentido sería mucho mejor reconocer que el país ya se encuentra en recesión y enfocarse en que sea pasajera, porque existe margen para afirmar que podría ser así debido a la fortaleza relativa del mercado laboral. Sería mucho más sensato, pero su objetivo es encarar las elecciones de medio término del 8 de noviembre.
Para mayor colmo, ya se observan demócratas emepezando a culpar por la recesión a quienes alertaban de su llegada, porque están seguros de que el solo hecho de hablar de ella la provoca, pero cuánto más traten de meter la basura debajo de la alfombra (negando la inflación ayer y tratando de negar la recesión de hoy), más severo será el revés que recibirán en noviembrea, al menos a juzgar por los niveles de aprobación del gobierno de Biden.
En otras palabras, se trata de la eterna crisis en W del keynesianismo que nunca termina de morir. Hubo un advertido ‘overshooting’ de las políticas de estímulo que subestimaron la inflación, y las consecuencias iniciales son un IPC en máximos de 41 años. Ahora la recesión aparece en escena planteando un problema todavía más difícil de solucionar: el de la estanflación.
Ahora bien, si la Reserva Federal tiene el objetivo real de controlar la inflación, y si esta se encuentra en niveles comparables a los de los años 70, todavía le queda un muy largo y doloroso camino por recorrer. Mi apuesta es que vamos a tener alta inflación y bajas tasas de interés y de crecimiento simultáneamente durante mucho tiempo.
De esta manera, con un dólar más fuerte, tasas subiendo y ahora recesión en EEUU, caerá la demanda de exportaciones tradicionales de América Latina, que ya sufre inflación hasta de dos dígitos en varios países, caerán sus reservas, se apreciarán sus monedas y los capitales seguirán huyendo. Entre los que ordenaron sus cuentas fiscales y monetarias previamente, sufrirán relativamente menos.