En los regímenes autoritarios, inclinados cada vez más hacia el totalitarismo, como el de Luis Arce Catacora y David Choquehuanca, la meta es permanecer en el poder por cuánto sea posible, con miradas de largo plazo, y así avanzar en su objetivo por medio de elecciones cada 4, 5 o 6 años. Se fortalecen y retroalimentan de esa manera: con fraudes electorales, prebendas y demagogia de por medio.
Eso es lo que está sucediendo ahora mismo en Bolivia. Arce Catacora lleva casi un par de años como presidente del Estado Plurinacional (el que fue derrotado en abril de 2021 en España, y el que acaba de ser derrotado en Chile), y ya se escucha cada vez mayor ruido sobre lo que podría suceder en las elecciones de 2025.
Como no podía ser de otra manera, uno de los principales protagonistas de la coyuntura política actual es el expresidente y líder cocalero Evo Morales, que no se resigna a abandonar los privilegios que solía tener como primer mandatario, ni mucho menos a no permanecer vigente en el ámbito político y mediático. Los otros dos son el presidente Arce y el vicepresidente Choquehuanca, que no encuentran manera de quitarse de encima al primero.
No es una novedad que se encuentren enfrentados por distintos motivos. Entre otros por el hecho de haber sido ampliamente derrotados en las municipales y departamentales de 2021, las últimas elecciones en las que los tres le pusieron el rostro.
Al menos desde entonces, ha habido fuego verbal cruzado. Se han acusado mutuamente de encubrir a las mafias del narcotráfico o de trabajar para la DEA, el Imperio y la “derecha”, pero la sangre nunca llegó al río.
De manera más reciente, esta guerra interna del Movimiento al Socialismo (MAS), que divide a los seguidores de Morales por un lado, y a los de Arce y/o Choquehuanca por el otro, ha recrudecido significativamente.
Evo Morales ha afirmado esta semana que teme al ministro de Gobierno de Arce, Eduardo del Castillo, y ha acusado al titular de Defensa, Edmundo Novillo, y el exministro Hugo Moldiz -ambos excolaboradores suyos en su gobierno-, de desarrollar un “plan negro” de desprestigio en su contra, y que si acaso le pasa algo a él o a alguno de los dirigentes del trópico cocalero, ha advertido que no será por culpa de Arce, sino de su gabinete político.
Pero no sólo eso, Evo Morales también ha insinuado que Luis Marcelo Arce Mosqueira, -hijo de Arce Catacora-, ha cometido “actos irregulares” en Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) en la gestión de contratos millonarios de la estatal con Venezuela: “Hay mucho comentario del hijo del presidente, le digo ‘hermano presidente, estaba con Marianela Prada, la gente está hablando mucho de su hijo, por favor no sé si eso nos va a perjudicar’ y me dijo ‘no se meta en mi familia’”. Y luego agregó: “Nunca más hablé. Será verdad o no, no quiero meterme”.
Hugo Moldiz, ex ministro de Gobierno del propio Morales, respondió a las acusaciones en su contra, de la siguiente manera: “Un líder une, no divide. Un líder habla con todos, no con unos cuantos. Y un líder, como es Evo Morales, que tiene experiencia política, no se basa en papelitos entregados por militares, que fueron parte del golpe de Estado en 2019”.
Para explicar el contexto en el que esta guerra sucede, que es algo en lo que se ha insistido en este espacio desde hace mucho, es importante destacar lo que afirma Fernando Untoja, sociólogo y analista y excandidato a la presidencia: “el MAS busca mantenerse en el poder con el surgimiento de la oligarquía criolla, porque lo indígena originario nunca existió, sólo lo utilizaron para aferrarse al poder. Han engañado a los indígenas en los últimos 15 años. El país está en la ruina, la economía está en la ruina y están llevando al desastre económico y ahora es cuando las cosas comienzan a desarmarse”.
Y respecto del comportamiento de Morales, Untoja dijo: “Evo Morales funciona, camina haciéndose la víctima, ésa es su manera de comportarse. Ahora se está haciendo el santo y al mismo tiempo víctima”.
Contrariamente a lo que se ha afirmado exageradamente alguna vez desde la oposición -que el MAS debe permanecer unido porque así se evita una guerra civil en el país-, es bueno que el partido de Morales, Arce y Choquehuanca permanezca cada vez más dividido, porque así se evita la concentración de poder al mismo tiempo. Sin embargo, también es de lamentar que no exista liderazgo alguno en la oposición para aprovechar y ocupar los espacios políticos que el MAS deja abiertos por sus propios errores.
Quién sabe si a pesar del desastre económico que ya se vive en Bolivia, y que solamente seguirá agravándose con el pasar del tiempo, Arce, Choquehuanca y buena parte del MAS permanezcan en el poder. Es lo que ha sucedido, por ejemplo, en un lugar como Venezuela, donde el desastre económico no sólo no es garantía alguna para que los autócratas sean alejados del poder, sino que es un pretexto más para seguir aplastando los derechos individuales de sus ciudadanos.
Lo que sí es cierto y deseable es que el enfrentamiento y división entre Morales, Arce y Choquehuanca permita que se sigan desenmascarando, asunto que podría no ser posible de otra manera.
Columna originalmente publicada en La Gaceta de la Iberosfera el 9 de septiembre de 2022.