«No es el más fuerte de las especies el que sobrevive, tampoco es el más inteligente. Es aquel que es más adaptable al cambio». – Charles Darwin
Probablemente la reacción ha sido la misma en la izquierda de todos los partidos y vertientes; sorpresa, incredulidad, frustración, indignación, ataque y descalificación e incluso preocupación por la aplastante victoria de Javier Milei en las primarias argentinas del pasado 13 de agosto.
En Bolivia el asunto no ha sido distinto. Solamente es cuestión de darse una vuelta por los principales medios de comunicación o algunas redes sociales para darse cuenta de que el batacazo liberal argentino está causando el efecto esperado sobre lo que Milei denomina “la casta política”. No solo se ha denostado al candidato y sus propuestas como estrafalarias y radicales, de extrema derecha, sino también a sus siete millones de votantes, a quienes han calificado como tontos, inmaduros, apenas emocionales, primarios, “tiktokizados”.
Es que parece ser una nueva ola tan grande que resulta inasumible por la izquierda y su cansino discurso que engaña al público afirmando que su misión y tarea es la defensa del medio ambiente y de los más débiles y desprotegidos, que cuando se los descubre y expone como los protagonistas de un burdo negocio de chiringuito más -aunque, eso sí, con el monopolio del uso de la fuerza estatal por detrás- comienzan a agredir. Es que no tienen nada más para ofrecer. Como diría Frederic Bastiat en línea con la filosofía política que profesa Milei, «el Estado es la gran ficción en donde todo mundo trata de vivir a expensas del resto».
Otros progres, los que pretenden más perspicacia relativa disfrazándose de eternos analistas imparciales, han pasado ignorar a Milei como fenómeno mediático primero, a burlarse de él ante su salto a la política como diputado, y más aún a hacer mofa de su postulación a la presidencia después, a finalmente tener la necesidad de ofrecer análisis sobre la viabilidad y los efectos de la dolarización de la economía argentina, propuesta insignia de su plan de gobierno, para tratar de mantener vigencia. Simplemente patético.
En otras palabras, los que desde el ámbito político permiten que los eventos del pasado domingo hagan aflorar su pedantería intelectual característica, y por eso injurian la victoria de Milei y a sus votantes, son los mismos que dijeron de los que votaron contra la nueva constitución plurinacional de Chile que eran cuanto menos tontos porque no la habían entendido. Esa es la dimensión de esta nueva derrota.
Pero desde el ámbito de la economía el asunto es todavía más patético. La propuesta más importante y ambiciosa, aquella sobre la que gira el plan de gobierno de Javier Milei, es la dolarización de la economía para terminar de cuajo con la inflación crónica que padecen por décadas en Argetina, que hoy alcanza el 128% interanual, y que luego de la devaluación del Banco Central de la República (BCRA) de este lunes, al cierre de agosto será considerablemente más alta aún hacia las elecciones del 22 de octubre.
Al respecto, la progresía más insigne afirma que la dolarización provocaría la pérdida del control sobre la política monetaria, que ésta dependería de “decisiones externas” y que limitaría el ajuste de la competitividad, cuando lo cierto es que si las devaluaciones monetarias fueran la panacea para apuntalar las exportaciones, mejorar la competitividad y alcanzar el crecimiento sostenido de largo plazo, hoy Argentina no estaría solamente mejor que Cuba y Venezuela, o no estaría simplemente acumulando inflación, pobreza, hambre y miseria.
Pero ni siquiera son incapaces de advertir lo obvio, que es justamente el objetivo de Milei: dolarizar la economía argentina para alejar a la clase política y sus economistas asesores de la responsabilidad de mantener el valor de la moneda en la que los argentinos deciden ahorrar y realizar cada una de sus transacciones.
Más todavía. Sobre la presuposición de que bajo un régimen de dolarización la política monetaria dependería de decisiones externas, es simplemente mentira o tal afirmación denota una falta importante de conocimiento sobre teoría monetaria básica, o sobre cómo funciona una economía en la que el Gobierno no tiene control sobre la política monetaria, sino que simplemente no tiene autoridad monetaria alguna. Panamá, El Salvador y Ecuador son los ejemplos más fieles y cercanos de que la dolarización no solo es deseable por los bajos niveles de inflación de largo plazo y estabilidad bancaria y financiera, sino además posible sin dependencia alguna de las decisiones de la Reserva Federal sobre el dólar.
Ahora bien, aunque el triunfo de Milei en las primarias es digno de profundo análisis y estudio, y siendo yo el primero en celebrar y estar más contento que nadie en Bolivia de los aciertos de Milei, en el ámbito de la política a pesar de mis convicciones y escepticismo libertario, justamente, soy también el primero en llamar al público a la cautela ahora que el pico de la euforia electoral comienza a pasar, pues los desafíos que el candidato liberal libertario ha planteado son verdaderamente ambiciosos, y aunque no por eso sean imposibles de llevar a cabo, conllevan riesgos de una magnitud considerable.
Aunque también existen dudas sobre lo que ha llevado al BCRA a devaluar el peso en un 22% solamente el lunes inmediatamente posterior a las PASO (si ha aprovechado el aturdimiento del kirchnerismo para boicotear la sorpresiva victoria de Milei, o si realmente ha habido una demanda poco habitual de dólares), probablemente el principal motivo por el que los mercados no han reaccionado como se hubiera esperado ante el éxito de un candidato pro mercados ha sido la necesidad de explicar con mayor detalle su plan de dolarización, pues si acaso la bala de plata necesaria para tener éxito en terminar de esa manera con la inflación crónica, la podría terminar agravando.
En definitiva, el resonante triunfo de Javier Milei en las primarias argentinas ha desencadenado un torbellino de emociones y análisis en diversos sectores. La izquierda política se debate entre la sorpresa y la descalificación, mientras los oportunistas todavía intentan discernir su posición, pero lo importante aquí es no perder perspectiva y enfocarse en la propuesta de dolarización de la economía, que busca poner fin a la inflación crónica en Argentina, el mal mayor que ahora mismo azota al país, y si bien Milei ha ganado terreno político de manera histórica, el largo camino que todavía queda por recorrer no deja de estar minado de múltiples riesgos.
Columna originalmente publicada en La Gaceta de la Iberosfera.