Es lamentable que cuando Bolivia destaca en los medios internacionales no sea por algún acierto significativo, tal vez en materia de arte, deporte, ciencia o tecnología, sino debido a alguna estridencia de sus autoridades por no saber cuál es su postura exacta más que en contra del «Imperio de los EEUU».
En los últimos meses el nombre de Bolivia resonó en la Comunidad Internacional primero porque el ex presidente del Estado Plurinacional, Evo Morales, decidió apoyar el ataque de Hamás del pasado 7 de octubre en el que murieron masacrados 260 civiles en un festival de música, y otros tantos, incluidos mujeres y niños, tomó como rehenes y fueron llevados a la Franja de Gaza hasta el día de hoy. Unos días más tarde, Luis Arce Catacora decidió que el país debía cortar relaciones diplomáticas con Israel.
Desde luego, el gesto de Morales y la decisión de Arce fueron más criticadas en Occidente que celebradas en Medio Oriente, porque poco o ningún vínculo real tienen entre ellos más que la ideología que comparten contra EEUU, pero Bolivia se plantaba en una postura contra el hemisferio al que pertenece y que ya tenía marcada en la propia ONU desde que se impuso el funesto ideario del plurinacionalismo.
Pero ahora el nombre de Bolivia vuelve a resonar en el ámbito internacional a raíz del ataque de Irán contra Israel con aviones no tripulados y cientos de misiles que, afortunadamente, no lograron su objetivo. Pues resulta que Bolivia ha ido estableciendo un estrecho vínculo con el régimen teocrático y totalitarista de la República Islámica de Irán, desde que Morales y el Movimiento al Socialismo se hicieron del poder en 2006. Mahmoud Ahmadinejad fue recibido con honores en al menos dos oportunidades mientras Morales fue presidente.
Desde entonces hasta hoy, Bolivia ha recibido distintos gestos de aprecio y donaciones de Irán, como una planta industrializadora de leche, un hospital en la ciudad de El Alto y una clínica oftalmológica en la ciudad de Cochabamba.
En otra oportunidad también recibió al entonces ministro de Defensa de Irán, Ahmad Vahidi, para inaugurar una escuela militar «antiimperialista» en la ciudad de Santa Cruz, para, según el jefe cocalero, «construir un pensamiento anticolonial y anticapitalista que vincule a las Fuerzas Armadas con los movimientos sociales y así contrarrestar la influencia de la Escuela de las Américas (de Estados Unidos) que ha visto desde siempre a los indígenas como a enemigos internos».
Igualmente, cuando a mediados de 2022 Argentina detectó el vuelo irregular de un avión venezolano iraní de Emtrasur, una aerolínea sancionada por EEUU, y por el que aprehendió a 19 miembros de su tripulación militar, luego de ser liberados fueron recogidos por un vuelo especial de Boliviana de Aviación (BoA) para llevarlos a Santa Cruz y luego ser recogidos por un avión venezolano de Conviasa (dueña de Emtrasur), aerolínea también sancionada, que esperaba en Viru Viru.
Hasta aquí nada de lo anterior tendría que superar lo anecdótico. Sin embargo, a mediados de 2023 el ministro de Defensa boliviano, Edmundo Novillo, estuvo en Teherán para firmar un acuerdo militar con el régimen iraní.
Como hemos apuntado en su momento, Jorge Valda, reconocido abogado defensor en casos de violación de Derechos Humanos en Bolivia, como los de la expresidente Jeanine Áñez, por ejemplo, aseguró que los acuerdos entre los regímenes de Arce y el actual presidente iraní, Ebrahim Raisi, en materia de provisión de tecnología y armamento, constituyen una amenaza a la seguridad interna e internacional, pues alcanzarían la posibilidad de intervenir todos los sistemas de comunicaciones de Bolivia, principalmente el control de las redes de narcotráfico, comunicaciones, redes sociales en todas sus presentaciones y jaqueo del sistema de informática y comunicación de la Policía Boliviana.
Igualmente, el reconocido periodista independiente en Bolivia, Humberto Vacaflor Ganam, destacó en Infobaeque, según el Instituto de Estudios para la guerra (ISW) de Washington, los acuerdos incluyen la entrega de drones iraníes a Bolivia, asunto en el que, por cierto, la Asamblea Legislativa Plurinacional no ha intervenido, pudiendo traducirse en una violación a la Constitución y Traición a la Patria; una tarea sobre la que los legisladores opositores están llamados a avocarse.
De manera más reciente, casi inmediatamente después de enterarse del ataque iraní a Israel, el presidente argentino, Javier Milei, decidió interrumpir un viaje internacional para conformar un «comité de crisis» en Casa Rosada con el propio embajador de Israel, Eyal Sila, como invitado. A partir de dicha reunión, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, ofreció varias entrevistas en distintos medios donde comunicó la postura del país al respecto, que comienza con el hecho de que Argentina recibió dos ataques terroristas iraníes en la década de los 90, uno a la Embajada de Israel y otro a la mutual judía de la AMIA en 1994, donde murieron 85 personas, 8 bolivianos entre ellos.
Bullrich además informó que Argentina está reforzando las fronteras con Brasil, Paraguay y especialmente con Bolivia, debido a los acuerdos militares que firmó con Irán, y a que tiene información de la presencia de alrededor de 700 iraníes de la guardia Quds, además de elementos que apuntan a la posibilidad de que hubiera iraníes con pasaportes bolivianos, de acuerdo a lo advertido por Miguel Ángel Toma, diputado peronista y ex ministro del Interior y ex secretario de Inteligencia argentino, que considera que Irán utiliza a Bolivia como base para el desarrollo de inteligencia relacionada con el terrorismo y el narcotráfico.
En definitiva, Bolivia se ha convertido en un factor de alto riesgo para tener muy en cuenta si se quiere mantener la estabilidad y la paz en la región por un problema que se está generando tan lejos y tan cerca como Medio Oriente.
Columna originalmente publicada en La Gaceta de la Iberosfera (España), el 17 de abril de 2024.
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