Luego de una serie de amenazas de Evo Morales y contra amenazas de Luis Arce Catacora en la extendida pugna que ambos llevan por el poder desde que el segundo alcanzó la presidencia del Estado Plurinacional, el país se ve nuevamente sumido en el caos por el bloqueo de sus principales carreteras, marchas y huelgas organizadas por el jefe cocalero y sus seguidores, en supuesta manifestación por la falta de medidas contra la crisis económica, principalmente por escasez de dólares y combustibles, cuando no por su habilitación como candidato legal y legítimo en las próximas elecciones de agosto de 2025.
Todo lo que hoy vive Bolivia, recuerda a los inicios de algunas de sus peores crisis económicas y políticas en los últimos 20 o 40 años, o también a las de hace apenas 4 años, cuando en plena pandemia los llamados movimientos sociales afines al MAS bloquearon carreteras del altiplano para evitar el paso de oxígeno para pacientes con Covid-19 en La Paz; cuando en 2019, luego de renunciar y huir del país, Evo Morales ordenó desde México a sus huestes cercar ciudades para «que no entre comida»; o a la innumerable cantidad de veces que durante los años 90 el jefe cocalero puso al país de rodillas bloqueando la principal carretera del país que atraviesa el Chapare en defensa de la hoja de coca cuyo destino es ampliamente conocido; y no habrá que olvidar tampoco el derrocamiento de Sánchez de Lozada en octubre de 2003.
Más aún, cada vez que el país ha sido rehén del MAS de grupos subversivos que han recurrido a auténticos ataques terroristas contra la ciudadanía para tomar el poder o de defender a los suyos cuando ya lo habían alcanzado, ha sido por iniciativa y protagonización de Morales. De hecho, el cocalero acaba de iniciar una nueva marcha desde la localidad de Caracollo, a 180 kilómetros de La Paz (la última vez lo había hecho en 2021 en supuesto apoyo al Gobierno de Arce) que llegaría a destino este domingo si no lo frenan antes en Oruro, mientras los Ponchos Rojos de la provincia Omasuyos en Altiplano, han aparecido en videosarmados con escopetas ratificando el bloqueo de carreteras, que comenzó este lunes llamando a organizarse hasta provocar la «renuncia del gobierno incapaz».
Este conflicto surge cuando Arce se hace presidente y Morales pretende cogobernar tomando decisiones como si siguiera siendo presidente o parte del gobierno, pero no logra imponer ministros en el gabinete de Arce. Luego, Morales quiso someter la CPE a los estatutos del MAS, creía que las decisiones de su partido eran vinculantes y se convertían en un mandato de gobierno. Morales no ha dejado a Arce desde el primer día.
Arce se ha presentado en los medios de comunicación para enviar un mensaje directo a Morales, pero no junto a los miembros de su gabinete, sino junto a miembros de los movimientos sociales que lo apoyarían, pero que nadie conoce, tal vez para mostrar que tiene apoyo popular, pero se lo vio acompañado solo de aymaras, de la zona andina del país, y se olvidó incluir a representantes de tierras bajas del oriente.
Esto significa que Arce está acorralado porque sabe que debe encarar una crisis económica que promete convertirse en una de las peores el país en décadas, porque no tiene apoyo de su partido, no tiene apoyo popular ni base electoral si busca la reelección en 2025, y apenas cuenta con funcionarios públicos a los que chantajea y obliga a marchar y asistir a actos públicos que refuercen su popularidad.
Ante la creciente crisis económica, que empeora cada semana debido a la falta de decisiones gubernamentales, la pugna por el poder ha llevado a muchos a pensar que no hay más opción que elegir entre Arce y Morales en las próximas elecciones. La oposición, hasta el momento, no ha logrado articularse ni ofrecer soluciones claras.
Sin duda, sería un error estratégico para cualquier opositor involucrarse en la disputa entre estos, porque esto no suma votos a ninguno y ambos son claramente responsables de la situación actual del país. Sin embargo, la oposición está perdiendo la oportunidad de destacar con propuestas concretas, pero lo más preocupante es que la crisis podría agravarse al punto de que Arce no complete su mandato, ya sea por renuncia o por un posible derrocamiento, y en este escenario, la disidencia no está preparada, especialmente si se enfoca solo en las próximas elecciones y no en las próximas generaciones.
Columna originalmente publicada en La Gaceta de la Iberosfera (España), el 18 de septiembre de 2024.