Es difícil encontrar un discurso más contradictorio y cínico que el de Luis Arce Catacora en la reciente cumbre del G20 en Brasil. Mientras el presidente boliviano clamaba desde el púlpito internacional por la necesidad de «solidaridad global», «financiamiento inclusivo» y «desarrollo sostenible», en su propio país persiste una realidad marcada por el caos económico, el desabastecimiento crónico y la destrucción ambiental provocada por las políticas estatales de su Gobierno y las de su predecesor Evo Morales.
Bonos de carbono: cinismo ambiental y endeudamiento
Entre sus últimas propuestas destaca la emisión de bonos de carbono por 5.000 millones de dólares en mercados internacionales, un mecanismo que, lejos de ofrecer una solución real a los problemas del país, expone la desesperación de un Gobierno que busca financiarse a toda costa sin nada a cambio, e incluso utilizando la tragedia ambiental que sus propias políticas han causado.
Esta propuesta es, claramente, una jugada desesperada de un Gobierno que ha agotado todas sus opciones de financiamiento, siendo que considera que los niveles de deuda alcanzados al momento son bajos y aceptados por distintos estándares internacionales. En teoría, estos bonos permitirían a Bolivia generar ingresos a partir de la preservación de sus reservas naturales, comercializando derechos de emisión en los mercados internacionales donde solamente los incautos podrían creer la narrativa de que las causas de los desastres medioambientales en Bolivia se encuentran en el cambio climático, el sistema capitalista global y su supuesta crisis multidimensional.
Sin embargo, la ironía es insoslayable: el mismo Gobierno que pretende liderar iniciativas ambientales ha permitido la deforestación masiva y los incendios devastadores en regiones como la Chiquitanía, el Chaco y la Amazonía, además de la contaminación de ríos y lagos con la explotación de minerales por todo el país, pero ampliamente sabido que son las propias leyes promulgadas durante el Gobierno de Evo Morales y mantenidas por Arce las que incentivan estas prácticas destructivas.
¿Cómo puede que Arce se atreva siquiera a explorar la posibilidad de que Bolivia emita bonos de carbono con la credibilidad suficiente cuando su gestión ambiental ha sido tan desastrosa, y encima culpando por las consecuencias al consumismo del capitalismo? Además, el endeudamiento implícito en esta iniciativa solo perpetúa la dependencia financiera de un modelo económico que ya no se sostiene por sí solo al presentar uno de los niveles de déficit más altos de toda la región de casi un 12% del PIB, y que, para que la economía del país sobreviva al régimen, el recorte decidido del gasto público estructural es crítico.
La hipocresía económica y ambiental
Desde que asumió el poder, Arce ha buscado constantemente excusas externas para justificar el colapso del modelo estatista del MAS. Culpa al «capitalismo global» y a las instituciones multilaterales como la ONU, el Banco Mundial y el FMI de los problemas de Bolivia, ignorando que el endeudamiento excesivo, la inflación creciente, el desabastecimiento de alimentos y la escasez crónica de combustibles son producto directo de sus propias políticas.
El discurso pronunciado en el G20 es un ejemplo perfecto de este doble discurso. Arce se refirió al «desarrollo sostenible» y a la «solidaridad global» mientras evade su responsabilidad por las políticas que han devastado tanto la economía como el medio ambiente del país. Propuso -o más bien solicitó- un canje de deuda para financiar programas de seguridad alimentaria, agricultura familiar y desarrollo social, pero estas iniciativas no son más que una cortina de humo para desviar la atención de los problemas estructurales que su Gobierno ha generado.
La destrucción ambiental como legado
La crisis ambiental de Bolivia no es una «consecuencia inevitable del cambio climático global», como Arce pretende sugerir, sino de políticas internas que comenzaron con la imposición de un modelo económico sobre el que durante varios años se advirtió que terminaría como lo hizo cuando se lo implementó por toda Iberoamérica entre los años 50 y 80 con el tutelaje de la CEPAL, y que terminó en un auténtico desastre, y cuyas lecciones fueron estudiadas (aunque aparentemente no lo suficiente) como todo lo que no se debe hacer en política económica, pero que además terminaron legalizando y fomentando algo que jamás se había visto antes: la deforestación y los incendios masivos. Durante cuatro meses, el país sufrió la mayor catástrofe ambiental en décadas, con miles de hectáreas de bosques y selva destruidas y la muerte de decenas de miles de animales, sin que el Gobierno declarara desastre ni derogara las leyes que permiten estas prácticas.
En este contexto, las propuestas de bonos de carbono y más aún el canje de deuda son particularmente cínicas. No solo es un intento de recaudar fondos para un Gobierno que ha llevado al país a la más profunda bancarrota, sino también una burla a los principios de sostenibilidad y la defensa de los más pobres por los que el propio Arce dice trabajar en foros internacionales.
Un modelo económico insostenible
La contradicción más evidente en el discurso de Arce es su insistencia en criticar a las instituciones financieras internacionales por “ahogar con deudas” a los países en desarrollo, mientras él mismo como ministro del cocalero y ahora como presidente, ha endeudado a Bolivia a niveles insostenibles. Según datos independientes, la deuda pública supera el 80% del PIB, aunque Arce insiste en que es “apenas” del 46%. ¿Entonces, el país está “ahogado con deuda” o no como para solicitar un canje de deuda? Esta manipulación de cifras refleja no solo la falta de transparencia del Gobierno y pretensión de engañar a la comunidad internacional y más aún a los mercados internacionales de deuda, sino también su incapacidad para enfrentar la realidad económica.
Por otro lado, la narrativa de «armonía con la naturaleza» y defensa de la «Madre Tierra» que Arce llevó al G20 es una contradicción flagrante con el modelo extractivista que ha sostenido a su Gobierno. La transición energética y la restauración de ecosistemas, propuestas que el presidente planteó en Brasil, no son en absoluto compatibles con la política actual de YPFB, que sigue siendo incapaz de garantizar un suministro básico de combustibles para la población.
Hacia la reestructuración de deuda
Luis Arce Catacora no es un líder de cambio, sino el rostro de un modelo agotado y destructivo. Su propuesta de bonos de carbono, presentada como una solución innovadora y consiente con la preservación de la naturaleza, no es más que otra muestra de la desesperación de un gobierno sin credibilidad. En lugar de liderar una transición hacia la sostenibilidad, Arce ha profundizado un modelo que empobrece a Bolivia, destruye su medio ambiente y perpetúa su dependencia financiera.
En todo caso, antes de cualquier incremento o canje de deuda, el régimen de Arce deba incurrir en una reestructuración de deuda, y de cara a las elecciones generales de agosto de 2025 realmente se busca justicia económica y ambiental, Bolivia debe abandonar el socialismo empobrecedor y avanzar hacia un modelo que, como mínimo, reconozca y respete los derechos individuales de propiedad privada de sus ciudadanos, incentive la inversión y garantice el uso sostenible de sus recursos naturales. El tiempo de las excusas y del doble discurso ha terminado; es hora de llamar las cosas por su nombre, asumir responsabilidades y tomar decisiones que realmente beneficien al país y a sus ciudadanos.
Columna originalmente publicada en La Gaceta de la Iberosfera (España), el 21 de noviembre de 2024.