En un año electoral de enorme trascendencia para Bolivia, el país se encuentra enfrentando el tercer año consecutivo de una crisis económica que, en su severidad, solo puede compararse con la hiperinflación vivida durante el Gobierno de la Unidad Democrática y Popular (UDP) hace cuatro décadas.
Las políticas económicas y diplomáticas de Donald Trump en su segundo mandato tendrán múltiples implicaciones a nivel global, pero para Bolivia el impacto más inmediato será sobre la economía, específicamente en áreas como los precios de las materias primas, el carry trade (operativa que ocurre cuando inversores internacionales toman préstamos en dólares estadounidenses a bajas tasas de interés e invierten en Bolivia, aprovechando tasas más altas ofrecidas en bonos o activos locales) y las posibilidades de financiamiento.
Impacto económico directo: materias primas y flujo de capitales
La reelección de Trump trae consigo un petróleo más barato, impulsado por su respaldo al fracking, que aumentará la producción y el suministro global. Para Bolivia, un exportador de materias primas, esto significa menores ingresos por efecto del precio, dado que el gas natural, una de las principales fuentes de ingreso del país, está indexado al precio del petróleo.
Por otro lado, la política fiscal expansiva de Trump, caracterizada por recortes de impuestos sin una reducción proporcional del gasto público, podría derivar en mayor inflación en Estados Unidos. Esto, a su vez, limitaría los recortes de tasas de interés por parte de la Reserva Federal, afectando el carry trade, que ha sido un salvavidas para los mercados emergentes en el pasado. Con Trump en el poder, la preferencia de los inversores por volver a Estados Unidos podría profundizar la fuga de capitales desde mercados emergentes, debilitando sus divisas y generando mayores desequilibrios macro.
La disminución de ingresos para los mercados emergentes en general no solo se verá afectada por el precio de los commodities, sino también por la reducción de volumen de inversiones extranjeras. En un escenario donde los aranceles de Trump complican aún más el comercio global, los inversionistas buscarán minimizar riesgos y alejarse de economías vulnerables como la chilena o la colombiana, y ya ni qué decir de la boliviana. Este fenómeno se verá amplificado por la percepción negativa generada por la gestión macroeconómica en países como China y Brasil, dos socios clave para Bolivia.
Seguridad regional: sanciones y alianzas peligrosas
Bolivia, bajo el régimen del MAS, mantiene una postura abiertamente antiestadounidense y alianzas estratégicas con regímenes como los de Cuba, Venezuela, China, Rusia e incluso Irán, asunto que podría dificultar significativamente el acceso a financiamiento internacional, particularmente del FMI, un tema clave para cualquier administración boliviana futura, incluso si la oposición lograra ganar las próximas elecciones. Sin una alineación clara con las tendencias marcadas por líderes como Trump en Estados Unidos o Milei en Argentina, Bolivia podría quedar aún más aislada en la arena internacional.
El segundo mandato de Trump también refuerza una política de seguridad hemisférica, que podría tener consecuencias directas para Bolivia. La cercanía del gobierno del MAS con dictaduras como las de Cuba y Venezuela, y la dependencia de Bolivia de combustibles importados de Rusia, podrían colocar al país bajo la lupa de sanciones estadounidenses. Más preocupante aún es la relación de Bolivia con Irán y el grupo terrorista Hezbolá. Las advertencias de Argentina sobre la presencia de miembros de Hezbolá en Bolivia, e incluso la sospecha de que se les haya otorgado pasaportes bolivianos, son un motivo de alarma para la comunidad internacional y podrían desencadenar respuestas más contundentes de Washington.
Por otro lado, la designación de los cárteles de la droga como organizaciones terroristas extranjeras por parte de Trump implica un foco renovado sobre regiones como el Chapare, en el corazón de Bolivia. Este enclave cocalero, históricamente vinculado al narcotráfico, podría convertirse en un objetivo prioritario en la agenda antinarcóticos de Estados Unidos, aumentando las tensiones diplomáticas y abriendo la puerta a posibles sanciones o medidas más agresivas.
Marco Rubio y el cambio en la política hacia Iberoamérica
La designación de Marco Rubio como secretario de Estado refuerza un cambio estratégico en la política exterior estadounidense hacia Iberoamérica. Rubio, hijo de inmigrantes cubanos y con una trayectoria reconocida en el Senado, tiene un conocimiento profundo de la región. Bajo su liderazgo, Sudamérica dejaría de ser vista como un simple «patio trasero» para convertirse en un área de influencia estratégica. Su postura crítica hacia regímenes autoritarios y su enfoque en fortalecer alianzas con democracias en la región ofrecen una oportunidad para un cambio positivo, pero también intensificarán la presión sobre países como Bolivia que mantienen alianzas con actores externos como China y Rusia.
En definitiva, el segundo mandato de Donald Trump tendrá un impacto significativo en Bolivia, tanto en el plano económico como en el político y diplomático. Para un país enfrentado a una crisis económica profunda, la pérdida de ingresos por materias primas, la fuga de capitales y la posible imposición de sanciones representan desafíos enormes. En el ámbito político, el endurecimiento de la postura estadounidense frente a regímenes autoritarios y organizaciones criminales pone a Bolivia en una posición delicada. Mientras tanto, la llegada de Marco Rubio al Departamento de Estado genera optimismo a futuro tanto para aliados de Estados Unidos en la región, como incertidumbre para gobiernos que han optado por alejarse de su órbita de influencia.
Columna originalmente publicada en La Gaceta de la Iberosfera (España), el 22 de enero de 2025.