América Latina continúa su viraje a la derecha con Kast en Chile
A ver, miremos con frialdad lo que ayer se cocinó en las urnas chilenas, porque no es solo un resultado electoral: es el portazo más rotundo que la izquierda ha recibido en décadas, después de trepar al poder a lomo del mal llamado “estallido” de fines de 2019, ese estallido que de espontáneo tuvo poco y mucho de orquestado, recordándonos paso a paso cómo la izquierda radical derrocó a Gonzalo Sánchez de Lozada en Bolivia en octubre de 2003, desestabilizando gobiernos para imponer su agenda. No fue distinto aquí: el mismo playbook de caos controlado, con ecos en los intentos por tumbar a Duque en Colombia, erosionar a Macri en Argentina, presionar a Moreno en Ecuador o derribar a Jeanine Áñez en Bolivia. Y no olvidemos el fracaso estrepitoso de su gran apuesta constituyente, ese intento burdo de dinamitar la Constitución vigente para instaurar un estado plurinacional de corte bolivariano, que el pueblo rechazó dos veces con claridad meridiana. Ayer, con Janet Jara arañando un 27% menguado —lejos de los umbrales que le daban oxígeno para la segunda vuelta—, el oficialismo no solo patinó: se estrelló contra el muro de la realidad, midiendo el desgaste de un gobierno borista que prometió utopías y entregó desorden fiscal, inseguridad galopante y un PIB estancado. Es el fin de una ilusión, el remezón que corrige el rumbo equivocado de años de populismo disfrazado de progreso.
Pero, y aquí viene lo sustancioso, estos resultados son una noticia de primera agua para Chile: con Evelyn Matthei y Johannes Kaiser ya manifestando su apoyo inmediato y explícito a José Antonio Kast —reconociendo la fragmentación de la derecha tradicional de Chile Vamos y apostando por el liderazgo que puede unificar—, se perfila un triunfo aplastante para Kast el 14 de diciembre. No es especulación; es lógica electoral en un balotaje polarizado, donde el centro evaporado deja el terreno expedito para quien representa orden y sensatez frente al caos oficialista. Kast no llega con discursos vacíos: su programa para 2025 se ancla en tres emergencias nacionales —seguridad, económica y social— y tres pilares que van al hueso de lo que Chile necesita. En orden y seguridad, propone restaurar la autoridad estatal con control férreo de fronteras, cierre de accesos irregulares, expulsión inmediata de inmigrantes ilegales, tipificando la migración clandestina como delito, fortaleciendo policías y FF.AA., recuperando territorios en manos del crimen y reformando el sistema penitenciario con cárceles ampliadas, prisiones de máxima seguridad y segmentación de presos para desarticular mafias. Nada de paños tibios: es mano dura contra el narco y el desorden que ha costado vidas y soberanía.
En progreso económico, apunta a un 5% anual de crecimiento vía reforma fiscal que recorta impuestos a empresas, elimina el de ganancias de capital, simplifica regulaciones asfixiantes, flexibiliza el mercado laboral y domestica el gasto público rampante, priorizando el pleno empleo como la mejor red social —no bonos eternos que perpetúan la dependencia—. Es un enfoque pro-mercado que reactiva inversión y productividad, corrigiendo los desaguisados intervencionistas de la era post-estallido. Y en cimientos sociales, opta por transferencias directas focalizadas en pobreza extrema, descartando universalismos derrochadores; restaura el mérito en educación con admisión selectiva y libertad parental para elegir; y respalda a las familias para revertir el invierno demográfico que amenaza nuestra sostenibilidad. En síntesis, Kast promete orden público recuperado, economía reactivada con empleo genuino y una sociedad reconstruida sobre mérito, libertad y eficiencia estatal, no sobre subsidios clientelares o ideologías disolventes.
Esto no es solo política: es el antídoto al veneno que nos inyectaron desde 2019. De hecho, fuerte repunte del peso chileno (que subió más del 2% hasta convertirse en la mejor moneda de América Latina ese día), el texto también destaca que el índice bursátil IPSA avanzó un 3,4% en respuesta al avance del candidato de derecha José Antonio Kast hacia la segunda vuelta electoral como claro favorito, reflejando el optimismo de los inversores por un posible giro político hacia políticas más pro-mercado y estables.

La izquierda, vapuleada y sin centro que la salve, enfrenta su ocaso; Kast, con apoyos de adversarios electorales sólidos, encarna el giro que Chile clama. Veremos el 14, pero ayer el pueblo habló: basta de experimentos de la izquierda radical, Chile debe volver al camino que había emprendido hace muchos años hacia el primer mundo.








