Poca cosa es para el Gobierno que la ausencia de calidad institucional tenga impacto sobre las distintas variables de una economía; poca cosa es que en América Latina, la última vez que un gobierno se valió de las Reservas Internacionales para tapar los huecos de su ruinosa administración, el entonces presidente del Banco Central se vio primero en la necesidad de renunciar como resistencia al incumplimiento de la ley; y poca cosa es que –aunque en distintas magnitudes, pero mediante los mismos mecanismos- la última vez que en Bolivia se pretendió establecer una economía con el Estado como empresario, el resultado haya significado uno de los episodios más absurdos de la historia económica del Siglo XX; ahora lo replican, quien sabe, para demostrar que aquella lógica sí funcionará esta vez.
Luego de que los ahorros de la gente en el sistema privado de jubilaciones fuese cuasi confiscado, de que el patrimonio del Banco Central sea lentamente dilapidado, y antes de que el problema que el ritmo de endeudamiento y gasto que a su amparo financia con la máxima prodigalidad sea un problema fiscal demasiado evidente, la revolución productiva gubernamental se ve en la necesidad de adelantarse en la búsqueda de alternativas de financiamiento adicional, creando el Fondo para la Revolución Industrial Productiva (FINPRO) y que utilizaría USD 1.200 MM provenientes de las Reservas Internacionales “sin cargo a devolución ni reposición” (Artículo 3 del Proyecto de Ley).
A través de esta columna, en varias oportunidades se ha advertido sobre las consecuencias que traería esta euforia alcista aparentemente inacabable a la que el Gobierno ya tiene a todos acostumbrados: al impulsar las tasas de interés hacia la baja y por demasiado tiempo, el sector privado capta crédito barato y de alto riesgo que termina por destruir la estructura productiva a largas y anchas, generando inversiones de pésima calidad cuyos pasivos en el banco se mantienen intactos, pero cuyo valor se desvanece al momento en que el mercado las identifica y luego corrige en forma de recesión. Pero nunca, hasta este momento, se había hablado de las consecuencias que traerá el hecho de que el Gobierno incluso llegue a suprimir totalmente las tasas de interés para las empresas del Estado:
La primera amenaza contra la estabilidad económica futura del país, en esta forzada pretensión del Gobierno por industrializar la economía del país, estriba en que aquel dinero alcance la estructura productiva. Es decir, para sumarse a las burbujas que la intervención económica ya provoca a través del abaratamiento de crédito y el adelanto de consumo del sector privado, los nuevos fondos hiperdesarrollarán aún más aquellos sectores de procesos productivos largos que el Gobierno elija en desmedro de sectores cuyo proceso productivo es más corto, lo cual significa que cada vez habrá menos pan, leche y azúcar, y más serruchos, carretillas, escuelas y demás edificaciones públicas. Cuanto más larga es la estructura productiva que la industrialización revolucionaria impone, cuanto menos dispuestos estarán los consumidores a seguir esperando por sus frutos.
Pero hay un segundo elemento no menos importante: cuando el mercado termine identificando estos proyectos que supuestamente hacen un país próspero pero que en realidad son sobre valorados y de falsa demanda, o cuando al Gobierno se le haya terminado el fuelle presupuestario y evidencie proyectos inconclusos, no habrá manera en que la moneda nacional haya conservado el valor que hoy apenas alcanza y, en el intento por buscar dólares para comprar frente a la inflación, el público verá frustrada su intención, el Gobierno ya ha venido disponiendo de esos dólares desde la cuenta de las Reservas Internacionales, acortando así el camino hacia el corralito cambiario.
Ahora, como no entiende nada de la crisis internacional ni le interesa y no la considera un problema latente, ha incrementado los riesgos que conlleva volatilizar todavía más la economía a la cotización internacional del petróleo, ha encarecido la inversión e incrementado el desempleo, abaratado el consumo y desincentivado el ahorro; ha comprado oro sin entender el motivo, ha reducido su liquidez para cualquier contingencia y ahora está más cerca de acorralar a los particulares para no comprar dólares o que sólo lo hagan parcialmente, para que al final terminen pagando el impuesto de la inflación sin alternativa.
Pregúntese si su economía realmente está mejor hoy que hace diez años, cuando tiene mayor facilidad para endeudarse que antes y emprender cualquier proyecto que, por más alocado que parezca, resulte rentable en un principio, pero la capacidad que tiene para ahorrar u honrar sus deudas queda poco a poco pulverizada. Aproveche y disfrute, usted todavía piensa que es más rico de lo que realmente es, mientras gradualmente lo acorralan.
Me gustaria conocer su opinion al dia de hoy (junio 2012) de la relacion existente entre la deuda interna y externa versus una eventual devaluacion del peso boliviano frente al dolar. Desde ya muchas gracias.